ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  2 de diciembre  de 2022
                               
 

Aquellos palcos de la Plaza

Cuando el Consejo de Cofradías anunció que por seguridad iba a retirar 1.200 sillas de abonados a la carrera oficial en Sierpes dije que pocos podíamos imaginar que en esa calle cupiesen tantas. Mil doscientas sillas son medio almacén de Quidiello, ora en su versión de enea de toda la vida, ora plegables, como tenían que ponerlas para que los pasos pudieran superar las estrecheces con el público sentado. Algunos de los abonados de toda la vida en ese sitio, precisamente en ese sitio tan estrecho de Sierpes donde han quitado las sillas, han puesto el grito en el cielo. Sí, en Sevilla ya nada es lo que era.

Pero ha anunciado también el Consejo algo por lo que nadie protestará, entre otras cosas porque pocos sevillanos sabían que existía. Ha anunciado la supresión de las entradas de pasillo que se vendían hasta la Semana Santa de 2022 para los palcos de la Plaza de San Francisco. Las entradas de pasillo en los palcos eran como las localidades que llaman "oficio" en los toros: sin derecho a asiento, sólo a acceder al recinto. Yo me creía que ya no se vendían entradas de pasillo en los palcos de la Plaza, que era algo propio del pasado siglo. Cuando los palcos eran los palcos. Sí, la evolución de la Semana Santa ha hecho, con los años, que el lugar más importante para el lucimiento de las cofradías en la carrera oficial ya no sean los palcos, como antaño, sino La Campana. Y hagan, si quieren, la prueba del 9 a esta evolución. Miren las fotografías de los años 30, 40 y 50 de las cofradías en la carrera oficial. Casi todas están hechas en los palcos de la Plaza. Y los dibujos cofradieros más maravillosos y realistas de García Ramos en sus ilustraciones del libro "La Tierra de María Santísima" de Benito Más y Prat (1846-1892), tienen como fondo los palcos de la Plaza, no La Campana. Porque los palcos fueron durante más de un siglo el lugar de lucimiento tanto de las cofradías como de los que iban a verlas. El mismo nombre antiguo de "palco" suena a ópera, a plaza de toros, a teatro, a lugar elegante de representación para los "desfiles procesionales", como se decía entonces.

A los palcos iban los sevillanos con sus mejores galas, y las señoras de tiros largos. Ya digo, como quien acude a la ópera. Era el único tramo con vallas y colgaduras, como ahora toda la carrera oficial, donde no se podía atravesar de un lado a otro. Cada uno de los cuales tenía un nombre: Sevilla y Triana. Tener un palco en la Plaza era como poseer una primera fila de barrera en los toros. Allí se iba a ver las cofradías, sí, pero también a hacer sociedad. De ahí lo de las entradas de pasillo. Las vendían en el vestíbulo del Ayuntamiento y todo aquel que quisiera pintar la mona en los días grandes de Semana Santa, se sacaba su localidad de pasillo, sin asiento, baratita. Y, una vez dentro, entrando por las propias dependencias municipales, no por el Arquillo como ahora, podía presumir ante lo mejorcito de la sociedad sevillana de que era un marquesón. Aunque estuviera completamente tieso. Así que el Consejo, junto a las sillas de la calle Sierpes, también ha quitado las entradas de los tiesos de los palcos.

 

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