Hoy miércoles, a las 8 de la tarde, España entera debería estar ante la tele o pegada a la radio, pendiente del partido de la selección de fútbol, que tendría que estar jugando una de las semifinales del Mundial de Qatar. Y en estos días previos, desde mucho antes del largo puente de la Constitución y la Purísima, no deberíamos haber estado hablando de otra cosa que de los triunfos de España, de sus posibles adversarios, de los chavales que había seleccionado Luis Enrique. Pero no ha sido así. Y mira que todo me hace pensar que nada iba a ser así por casualidad. Que las prisas de Sánchez por darle la vuelta al Código Penal en su asalto a las instituciones del Estado estaban perfectamente estudiadas para que coincidieran con el Mundial y el protagonismo de la selección española. Que en los pocos partidos que han jugado antes que los manden de vuelta a casita hayan vestido todo de rojo hasta lo hacía pensar así. Que nuestros seleccionados vestían de rojo, completamente de rojo, para que no pensáramos en lo que mientras tanto, también completamente de rojo, de rojo ERT, de rojo Bildu, de rojo Podemos, estaba tramando Sánchez para tener antes de fin de año aseguradas unas instituciones del Estado a su medida, empezando por el Consejo del Poder Judicial, siguiendo por el Supremo y el Constitucional y continuando por la derogación de la sedición, por la suavización del delito de malversación de fondos o ese nuevo que quieren inventar del enriquecimiento en cargo público.
Pero no podemos estar enajenados pensando en España en el Mundial, porque Luis Enrique se ha encargado el marcarle un gol de opinión pública a Sánchez. Sí, el mejor gol del Mundial ha sido la eliminación de España, que no ha permitido a Sánchez que todo el mundo esté pendiente de la selección para él hacer mientras mangas y capirotes con su asalto a las instituciones del Estado. Hace mucho tiempo dejó de hablarse de la "furia española" referida a la selección. La furia es la que debe de tener ahora Sánchez, debe de estar furioso, porque no ha habido maniobra de distracción de la opinión pública posible, y el que, pendiente de "La Roja", no le hubiera echado cuenta a las rebajas del Tío Paco de la malversación para lucrar incluso a Griñán, piensa ahora en que este Gobierno quiere asegurarse toda su premeditada ingeniería social, política y jurídica antes de fin de año, y con la vista puesta en las municipales y autonómicas.
Cuando el Día de la Constitución hubo jornada de puertas abiertas en el Congreso de los Diputados, los visitantes, como todos los años, se fijaban en las marcas de los disparos del asalto del 23-F. Si hubiera jornada de puertas abiertas en el Consejo del Poder Judicial o en el Supremo, podríamos ver las marcas del presente asalto de Sánchez a las instituciones del Estado. Bono, el portero sevillista, con su camiseta marroquí, ha sido el colaborador necesario de Luis Enrique para que a Sánchez le amarguen la fiesta de goles y nos topemos con la tristísima realidad de un Estado que quiere dejar hecho unos zorros.
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