Hubo un tiempo en que el lunes siguiente a la Feria era festivo. La gente le decía "Lunes de Resaca". Lo que molestaba a muchos, principalmente a mi recordado amigo crítico taurino Juan Manuel Albendea, "Gonzalo Argote", quien decía: "Eso del Lunes de Resaca es indignante para Sevilla. La gente puede pensar que aquí en Feria cogemos unas cogorzas tales que necesitamos todo un día para reponernos". Pero los que entendían de toros y los aficionados no llamaban afortunadamente así a ese Lunes no laborable. Ese día de fiesta prolongaba en una tarde el abono de la Feria taurina, y siempre se lidiaban en esa fecha toros de doña María Luisa Domínguez y Pérez de Vargas. De ahí que ese día final del abono de la Feria fuera bautizado como "Lunes de Guardiola". Ya se habían ido los visitantes y espectadores ocasionales de la Feria, y quedaban en la plaza los cabales. Los que iban a ver los toros de encaste Pedrajas de los Guardiola con la seguridad de que en el primer tercio los ponían de largo al caballo y se arrancaban desde la boca de riego, lo que permitía admirar la casta y bravura de los toros que los hijos de Doña María Luisa criaban en "El Toruño", con el caballerazo Jaime Guardiola Domínguez a la cabeza de la afición de la familia, que también cuidaba la sangre Villamarta de la historia de su hierro (como aquel "Comando Gris" que en 1977 por su desaprovechada bravura mandó a los albañiles a Curro Camacho).
Uno de aquellos lunes, le tocó la banda de Tejera a "Topinero", que había sabido lucir Tomás Campuzano en toda su grandeza y quedará en el recuerdo de los grandes toros de Guardiola lidiados tras la Feria. Los lunes de Guardiola, ay, los lunes de Guardiola. Cuando me he enterado de la muerte de Jaime Guardiola, mi compañero de juegos infantiles, he comprobado que hay otros lunes, bien distintos, de Guardiola: los de la muerte. Como este lunes en que la muerte se ha llevado a este de los más pequeños de los dieciséis hijos de don Salvador y doña María Luisa. Un gran señor del toro bravo y del caballo de pura raza española, a quien le tocó vivir horas amargas de la ganadería, cuando tuvo que deshacerse de muchos de los antiguos hierros de la casa y dejar casi en un recuerdo cuanto en una época "El Toruño" fue marchamo del toro de Sevilla en aquellos lunes del final de la Feria.
Aparte de un ganadero ejemplar, con Jaime Guardiola se me va un compañero de juegos en los Jardines de Cristina. He de reconocer que era mejor que yo jugando al trompo y corriendo en los triciclos que alquilábamos al pie del monumento a Castelar, emulando a Luison Bobet o a Bahamontes. Para los hermanos Guardiola, los Jardines de Cristina eran como el patio de su casa de la Puerta Jerez. Su casa era como el finibusterre final de aquella Sevilla de los barcos en el muelle en las Delicias, sin Los Remedios construidos y el puente de San Telmo abatible. La Casa de los Guardiola era un trozo de campo metido en la Puerta Jerez. Ese campo que conocíamos cuidando en el colegio nos llevaban de excursión a "El Toruño" y yo podía presumir de que Jaime, el dueño de la finca, fuera mi compañero de juegos en los Jardines del Cristina, y que nos ha dejado en un triste Lunes de Guardiola con divisa negra.
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