ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  3 de enero  de 2023
                               
 

El Heraldo ya es tradición

Cuando en 1918 José María Izquierdo organizó la primera Cabalgata de Reyes en el Ateneo del que era alma, corazón y vida, no imaginó "Jacinto Ilusión" que el día anterior saliera por Sevilla otra comitiva para acompañar a un jinete como adelantado Heraldo de los Magos que iban a adorar al Niño Jesús siguiendo la estrella de Oriente. Y el caso es que (con la venia del profesor Vallecillo, su biógrafo y exégeta) no hay nada que parezca más de Izquierdo que esta otra ilusión previa del Heraldo que simbólicamente, a caballo, acude hasta el Ayuntamiento para pedir al alcalde las llaves que mágicamente han de franquear todas las puertas a los Reyes Magos: primero para entrar en Sevilla con sus tronos, carrozas y caramelos, y, luego, para hacerlo en todas las casas donde han de dejar los juguetes que han pedido en sus cartas los niños que han sido buenos. Que para los que no lo han sido envían a unos pajes a la carbonería de la calle Parras para que compren unos cuantos sacos. Es completamente de Izquierdo esto de que los niños entreguen personalmente sus cartas a los beduinos del Heraldo, quienes las portan en un palanquín que entra completamente en los cánones estéticos de las primeras salidas de la Cabalgata, cuando se organizaba en la plaza de los toros.

¡Lo que gusta en Sevilla inventar una tradición! El Heraldo está ya casi tan arraigado como la Cabalgata, en poquísimos años de vida. Entronca con algo muy sevillano, lo de Pedro Salinas: el gozo de las vísperas. Para ver al Heraldo hay ya casi tanta gente, tantos abuelos, padres y niños como para ver la Cabalgata, quizá gracias a un recorrido más corto. El Heraldo lleva ya casi tantos beduinos como la Cabalgata y dan casi tantos caramelos. Todo, además, muy en las claves de Sevilla. Tanto, que igual que hay ya una Cabalgata en cada barrio, ahora la costumbre que se va imponiendo es que haya un Heraldo. ¿Por qué? Por la vanidad, el gran motor de muchas tradiciones. Eso de poder decir: "Pues el Heraldo de nuestro barrio no tiene nada que envidiarle al del Ateneo". Sólo que estos heraldos no van hasta el Ayuntamiento, sino que el Ayuntamiento va a ellos, con el concejal del distrito, que entrega las llaves del barrio a estos heraldos repes, mientras los niños les dejan sus cartas a los dobles de los beduinos de los Reyes.

¡Hay que ver lo que nos gustan no sólo los duales barrocos de oposición de contrarios, sino las versiones en fotocopia de las modas! Pasa con el Heraldo como con las cabalgatas de los barrios. Si ya tenemos una Magna Cabalgata del Ateneo el 5 de enero, desvelo de muchos voluntarios, e Izquierdo pensó en una sola, ¿a qué sacar otra más en cada barrio a la mañana siguiente, el 6 de enero? Los niños se harán un lío, los pobres. Con sus juguetes nuevos ya recogidos en el amanecer de nervios, ¿a qué vienen otra vez los Reyes hoy por la mañana, mamá, si ya pasaron anoche y me han dejado los juguetes? Pues vienen a lo mismo: a que un señor que se lo hubiera pasado en grande siendo Heraldo de la ciudad esté contentísimo y orgulloso de ser el heraldo de su barrio. Eso sí: todo muy en el espíritu de Jacinto Ilusión.

 

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