Lo debimos poner el otro día en la lista de los nuevos ricos desconocidos de Sevilla. Se llama Oscar Vega. Es uno de los grandes empresarios del sector de la restauración y el ocio nocturno y, junto con Rafael Cebolla y otros socios como Germán Franco, es líder en Sevilla de este sector y de los diez primeros de España. Vega y Cebolla suman una cincuentena de establecimientos, entre ellos un hotel de cinco estrellas (Lobby), la Hacienda Loreto (ambos abiertos en 2023), María Trifulca, Maquiavelo, Antique, Bacho, Rosso y Casa Ozama, entre otros, que dan empleo a más de 500 trabajadores. En agosto reabrirán la tradicional La Alicantina de la Plaza del Salvador. Así que ya tiene trabajo el Observatorio de la Ensaladilla Rusa: decidir si la que ponen ahora es mejor o peor que la clásica que servía Manolo Postigo con secretas fórmulas que no terminaron de fraguar en los distintos intentos de reapertura de esta cervecería y marisquería que fundó un heladero levantino, Ricardo Talens, y se convirtió en templo clásico de copeo y el tapeo sevillanos.
Y Oscar Vega ha dicho una verdad como un templo sobre las contradicciones del trabajo y el paro en Sevilla: «Necesitamos 200 camareros y personal de hostelería para abrir nuevos negocios y no los encontramos». Pero el caso es que oyes a un constructor y te dice lo mismo, que no encuentran escayolistas o alicatadores. O vas al campo y el dueño de la finca te dice que nadie quiere coger el tractor, y que los hijos de los antiguos obreros no buscan trabajar la tierra, como sus padres y abuelos, sino salir del pueblo cuanto antes y encontrar un empleo en la capital. ¿No se va a ir quedando España vacía, si nadie quiere trabajar en el campo?
Se ha hablado mucho en estas semanas pasadas de los regadíos de la corona norte de Doñana y del cultivo de los frutos rojos, los "berries", como tema electoral propicio para las puñaladas por la espalda al adversario. Pero no se ha insistido en un asunto contradictorio: con el paro que hay registrado en la provincia de Huelva, no se encuentra personal para recoger la fresa, y tienen que contratar en origen a cupos de trabajadores inmigrantes africanos o de Polonia para realizar estas tareas.
La observación del señor Vega es la descripción de un absurdo de la realidad del paro: hay trabajadores sin empleo y empleos sin trabajadores. Trabajadores que no encuentran un puesto laboral porque no tienen oficio alguno, o porque están acostumbrados a cobrar el subsidio y que le manden la paguita a su casa; y empleos para los que no se halla el personal cualificado necesario, en asuntos fundamentales de nuestra economía como la hostelería, el turismo, la construcción, la agricultura. En la construcción faltan herreros, pintores, fontaneros. Y en la hostelería, personal cualificado. Nos creemos que cualquiera puede trabajar en un bar y así vemos esos camareros sin formación que traen los vasos cogidos por los bordes donde tú has de beber, o los que no saben al mismo tiempo tirar una caña de cerveza de grifo y escuchar que le estás pidiendo tapa de ensaladilla. Hay trabajadores sin empleo y empleos sin trabajadores. Pagamos subsidios de paro y para hacer esos trabajos nos traemos inmigrantes. ¿Por qué no se quitan las ayudas al parado que se le ofrezca un trabajo y lo rechace?
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