ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  30 de julio  de 2023
                               
 

Quisiera ser alemán

Hay veces en que quisiera ser inglés, como cuando organizan una ceremonia regia, cual el entierro de Isabel II o la coronación de Carlos III, y no les da vergüenza de ser una Monarquía, orgullosísimos de su Reino. Otras veces quisiera ser holandés (de los Países Bajos que quieren ahora que se diga), donde, al igual que los ingleses con sus tradiciones del Reino Unido, los más radicales de una sociedad donde la marihuana tiene su templo, no dudan en ponerse ropa de color naranja para proclamar su orgullo de nación. Pero hoy no quisiera ser ni británico y holandés, sino alemán.

En Alemania no estarían todavía mareando la perdiz de las elecciones generales para ver qué partido ha ganado aun perdiendo y qué otro ha perdido aun ganando. En Alemania, como he oído a muchos españoles de razón y de sentimiento, los dos grandes partidos habrían firmado ya un acuerdo para que la nación no estuviera en manos de quienes quieren destruirla y demoler los cimientos de su sistema, en el chantaje de que un pequeño partido nos tiene a todos cogidos por la aritmética de una incomprensible ley electoral ante la que todos los españoles no somos iguales. El hecho de que un diputado no salga por los mismos votos en Madrid que en Guipúzcoa es una invitación a poner en duda lo que dice la Constitución de que todos los españoles somos iguales ante la ley. Que un partido con poco más de 300.000 votos imponga sus condiciones para la investidura de presidente a los más de 15 millones de electores de los dos grandes es algo que tenia que haberse remediado hace muchos años.

Es una triste caricatura de la realidad de nuestro sistema que aquí, salvo que saques mayoría absoluta, no puedas gobernar sin contar con un pacto de perdedores que suma más escaños que tú. Muchos de estos perdedores que tienen la sartén por el mango (y el mango también) apenas han obtenido los votos que uno de los dos grandes partidos ha sacado en Madrid o en una gran capital. Pero los españoles somos como somos y al enemigo político, ni agua. Y es impensable, como en Alemania, que ese acuerdo llevara a un gobierno de coalición o a un pacto parlamentario, y no a una situación peligrosísima donde están dentro del sistema todos los que quieren destruirlo, con la coartada de obtener cuanto piden y quieren por su apoyo a la investidura del ganador virtual en lugar del vencedor natural y aritmético, como la amnistía de los golpistas y un referéndum para obtener la independencia.

Y más me gustaría ser alemán en esta peligrosa hora de España porque nadie demoniza allí a la derecha, e impone su exclusión como condición para gobernar. Pero sé que pensando estas cosas estoy incumpliendo las consignas de Sánchez, que se ha ido a La Mareta de veraneo gratis total y ha dejado a los suyos el argumentario de que ahora tocan vacaciones, para que puedan hacer con el agravante estivalidad y opacidad todos los enjuagues que le permitan seguir en el poder habiendo perdido las elecciones con la amenaza de que, si no, venía la derecha y a los jubilados les quitaban la paguita.

 

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