ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  31 de julio  de 2023
                               
 

Maravilla de Mareta

Estaban este año demasiado revueltas las aguas del acuífero de Doñana como para que Sánchez comenzara sus vacaciones en Las Marismillas, previa copita de manzanilla en Bajo de Guía y cruce del Guadalquivir en barcaza. Hay demasiada polémica sobre los acuíferos de Doñana como para apareciera una imagen de Sánchez en el Palacio, que tiene un césped de verde y de bien regado que ríase usted de la pista grande de hierba de Wimbledon. Por eso las vacaciones de Sánchez empiezan en La Mareta, en la Costa Teguise de Lanzarote, casoplón de playa obra de César Manrique, regalo personal de Hussein I de Jordania a Don Juan Carlos I en 1989, y que el Rey pasó inmediatamente a la propiedad del Patrimonio Nacional, para que luego digan y larguen del padre de Don Felipe VI. ¡Dios, la que le hubieran liado si Don Juan Carlos considera La Mareta de su propiedad y no la cede al Estado!

Como los partidos no están para estas cosas, no sé si es lícito o ilícito que un presidente en funciones use para su veraneo particular los bienes del Estado, cual La Mareta, como si estuviera ejerciendo ya con la elección de la mayoría parlamentaria en el Congreso. Sea como fuere, es una maravilla que Sánchez pueda irse a La Mareta con Begoña Gómez su mujer, y con sus dos hijas, Carlota y Ainhoa, y sus invitados, sin mayores complicaciones, y sin las averías que al llegar se encuetra cualquier español al abrir su apartamento de la playa o al chalé en primera línea que heredó de sus padres. Sólo por gozar de directamente del veraneo merecen la pena los malos ratos que los presidentes han de pasar a lo largo del año y la de sapos que han de tragar. ¿Usted se figura la maravilla que es poder disfrutar de una casa en la playa sin tener que pagar el IBI semestral ni la cuota mensual de los gastos de comunidad? Y sin tener que ir a la pesadez de la reunión de vecinos, donde el mijitas de siempre dice cada vez que en su apartamento hay una filtraciòn en el bajante de la cocina que le ha dicho el seguro que no le corresponde pagar a ellos, porque es del edificio, y que hace ya dos reuniones que se aprobó que se lo arreglaban y aún no han hecho nada.

¿No es una maravilla llegar a La Mareta sólo con la maleta y sin mayores preocupaciones? Una maravilla impagable, y los que tienen apartamento en la playa lo saben. Que lleguen, deshagan las maletas, no se encuentren ningún desaguisado de todo el año sin usar y Begoña no le diga:

-- Pedro, tienes que avisar urgentemente al fontanero, porque en el cuarto de baño de las niñas no sale el agua caliente. Y, ah, al servicio técnico del lavavajillas, porque al encenderlo salta el diferencial. A ver si consigues que esta misma tarde vengan, no vaya esto a salir ardiendo.

Una maravilla, todo funcionando, como nuevo, nada roto, ni un bombilla fundida. La lavadora en perfecto estado de revista, sin que haya que llamar a servicio técnico alguno, que sabe Dios los días que tardan en venir y cuando llegan estamos en la playa. Y el televisor con la señal más nítida que nunca. Y ni una telaraña, ni una cucaracha, y la terraza, limpísima. ¡Así quieren todos ser presidentes! Para no llevarse en La Mareta un solo disgusto de los que al resto de los españoles nos da el apartamento cada año el día que llegamos.

 

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