ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla, 26 de septiembre  de 2023
                               
 

Las margaritas de Sánchez

Igual que cuando escribió Antonio Machado "¡qué bien los nombres ponía/ quien puso Sierra Morena" a esta serranía!", en la sesión de investidura podrá verse lo desacertado que puede ser aplicar el seudónimo de la ley del "sólo sí es sí" a cuanto ocurra en el Congreso de los Diputados. Para Sánchez sólo un sí es sí en este preciso momento; dentro de diez minutos, ya veremos qué es sí y qué es no. Basta que haya prometido una cosa para que luego haga la contraria, si le conviene más. Quien iba a perder el sueño si pactaba con Podemos lo va a recuperar, a pierna suelta, tras acordar con Sumar todas las leyes de ingeniería social necesarias para poder modificar y manipular a su antojo la Constitución de 1978: la separación de poderes, el control del Constitucional y del Supremo, la sedición, y, lo que es más triste, el "sí" de deshojar la margarita de los desastres de cuanto han pedido los partidos separatistas catalanes, los herederos de la ETA, los antisistema. Todo lo que hasta ayer era "no" a estas pretensiones anticonstitucionales, es ahora el "sí" del camino llano a las condiciones que le han puesto para que reúna los escaños necesarios para perpetuarse en el poder, aunque Feijóo ganara las elecciones, que era lo que se trataba de demostrar y conseguir.

Por descontado que será fallida la investidura de Feijóo, aunque once millones dd españoles hayan mostrado su rechazo activo a que le sea concedida una amnistía ya amañada y pactada a los que dieron el golpe de Estado del "procés" y pusieron en peligro la unidad de España y la vigencia de la Constitución. Porque lo que entonces era un "sí" para Sánchez, que no dudó en suscribir la aplicación del artículo 155 para desactivar la autonomía en Cataluña, ahora es un "no": hay que "desjudicializar" lo que asegura que siempre debió quedar en el ámbito de la política, nunca en los tribunales. Claro, porque no se trataba (dice ahora) de la independencia de la Cataluña, sino de un "conflicto territorial" que hay que "encajar", pero con encajes maravillosos, de Camariñas.

Y todo así, como el galimatías de los pinganillos para que un catalán hijo de emigrantes nacido en Murcia, que sabe castellano perfectamente, puede ser entendido por un vasco que nació en Córdoba. Nadie ha planteado la verdad constitucional de las "lenguas oficiales" que no son el español. La Constitución lo dice bien claro en su artículo 3: esas otras lenguas peninsulares son oficiales sólo en los territorios donde se hablan, no en el resto de España, donde todos los ciudadanos tienen "el deber de conocerla y el derecho a usarla": mientras "las demás lenguas españolas serán también oficiales en las respectivas Comunidades Autónomas". Antes de mandar por pinganillos tenían que haber aplicado el artículo 3 de la Constitución. Pero, claro, era una exigencia de quien va a votar a Sánchez, que debe de andar en su etapa de deshojamiento de margaritas. Qué casualidad, pero cuando deshoja las margaritas de lo que le han exigido para votarlo sus eventuales socios, todas acaban diciendo "sí", aunque hace un momento dijesen "no".

 

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