ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  5 de octubre  de 2023
                               
 

Sevilla pintarraqueada

La otra mañana apareció la estatua de Martínez Montañés del Salvador con una peluca en la cabeza. Hay mañanas en que aparece también con diversas prendas la maravillosa escultura de Delgado Brackenbury en la Fuente de la Puerta Jerez, a la que por cierto cada vez se la conoce menos como "la de los Meones" que recibió de humorístico mote hace muchos años, en una costumbre local que se va perdiendo y que consistía en ponerles motes a los edificios. Ya tampoco llama casi nadie "El Cabo Persianas" al edificio racionalista de Rafael Arévalo y Gabriel Lupiáñez que con tanta polémica se construyó en la calle San Pablo en los años finales de guerra. Es curioso que nadie le haya puesto un mote a la Torre Pelli. Las Setas de la Encarnación sí son uno de los últimos motes populares a un edificio. Dices "Metropol Parasol" y nadie sabe a qué te refieres; en cambio, "Las Setas" ha calado. Como ha calado, en una puesta al día del "Cabo Persianas", llamar "El Barco" por su aspecto de crucero de "Vacaciones en el Mar" al edificio de Quirón Salud en Manuel Siurot esquina a Marqués de Luca de Tena. En la misma clínica preguntas si la consulta es en el Ave María o en el Sagrado Corazón, y te dicen: "No, es en El Barco".

Había en Sevilla, como ven, humor para hablar de los edificios. Pero con el episodio de la peluca de Martínez Montañés o con las muchas salvajadas que hacen contra el monumento a Curro Romero junto de la plaza de los toros, comprobamos que ha descendido al nivel de educación de Sevilla y de respeto por sus monumentos, hasta extremos increíbles. Sevilla se ha convertido en un Museo de Grafitis, sin gracia ninguna, sin ningún arte, sólo para que los gamberros dejen la huella de su incultura en todo edificio que vean con limpios paramentos diciendo "pintadme" o en toda persiana de un comercio bajada por la noche. ¿Qué ganan con eso? Sí, ya sé que es un submundo donde los que se las dan de artistas del bote de pintura ponen su firma junto a unos rasgos que no dicen nada, que no tienen escrito nada, sólo el mal gusto y la fealdad. Entre esta tribu de salvajes hay como concursos, a ver quién estropea con una pintada lo más señero de Sevilla y son como de "chámpion" pintar los vagones del Ave. Les llaman "grafitis", y muchos los reclaman como obra de arte, pero son pintarrequeos los que ponen por toda Sevilla, que dejan los edificios que dan pena, sucios con los esprays de sus botes de pintura.

Muchos establecimientos han buscado una solución por su cuenta al problema de los pintarraqueos de las persianas de los cierres. Decoran con alguna pintura seria relacionada con el establecimiento la persiana cuando está bajada, y evitan así que los gamberretes lleguen por la noche con su bote de espray a estropear aquello. Pero lo que no hay derecho es que al Ayuntamiento le cueste 2,5 millones retirar los grafitis de las fachadas de Sevilla. Tenían que identificar a los gamberros y que los padres tuvieran que pagar la limpieza de lo que estropearon sus niñatos, vería usted cómo así acabábamos con este lamentable desprecio por la estética de la ciudad.

 

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