ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  21 de octubre  de 2023
                               
 

Apear árboles

Nos ha visitado "Aline". Aunque parezca una cantante de moda que haya venido para echar un vistazo para comprobar cómo va la organización de los Granmy Latinos, "Aline" no es tal, sino el nombre que los meteorólogos le han puesto a la borrasca que descargó la otra noche y que tantos árboles tiró. Es curioso esto de que a los huracanes y a las borrascas les pongan nombres humanos. Hablan los hombres del tiempo de ellas cuando las anuncian como si fueran señores o señoras, que vienen a por nosotros o que pasan de largo. No se lo digan a nadie pero me han soplado que esto de ponerle a las borrascas peligrosas nombres de mujer fue una costumbre que se estableció después que un meteorólogo le pusiera el nombre de su suegra a una borrasca mala, mala, que venía con las del beri.

"Aline", más que una borrasca peligrosa, parecía un empleado de Parques y Jardines. ¿Usted ha visto la cantidad de árboles que ha arrancado la borrasca dichosa y la de ramas sobre los coches que han caído con el temporal y que no pagará el seguro? Lo que la borrasca tiró en breves horas de la noche hay veces en que Parques y Jardines tarda años en arrancar. Pero lo arranca. Sevilla, tan cantada en sus jardines por poetas y coplistas, le tiene en el fondo odio al árbol. ¿Qué le han hecho los árboles a Sevilla para que la ciudad les tenga tanta saña y los maltrate? Ha habido talas históricas, absurdas y gratuitas, sin ninguna necesidad, que nos han dejado las calles sin una sola sombra, expuestas a los 40 grados del verano y meses adyacentes. Sin querer ser exhaustivos, aquí terminamos con todos los árboles de la Avenida de la Constitución; con los centenarios plataneros que había ante la fachada principal del Palacio de San Telmo; con los árboles de Almirante Lobo, y ahora, en las obras de la ampliación del tranvía por San Francisco Javier, hemos hecho un descaste bueno de los maravillosos árboles de sombra que fueron una vez orgullo en la ciudad de los naranjos.

¿Hay una mala conciencia por todo esto, o se hace como un deporte local tradicional? Digo deporte local porque aquí no le vamos a la zaga a los vascos en la afición a cortar árboles. Al sevillano le molesta que un frondoso árbol de su calle le quite luz a su balcón. Si pudiera, bajaba con una motosierra y lo cortaba de raíz. O a veces ni siquiera eso: le echa en los alcorques líquidos que acaban secándolo.

Y lo peor de todo, los eufemismos. ¿Usted sabe cómo le llaman a cortar un árbol de raíz por el pie para derribarlo y dejar sólo un triste tocón que recuerda la maravilla vegetal que había allí antes? Pues a eso le dicen "apear". Como bajarse de un transporte público: como aquel deporte juvenil de cuando había tranvías amarillos, que era tirarse en marcha, de espaldas para no pegarse el pellejazo en toda la boca. Peor todavía que corten los árboles en la flor de su sombra es que digan eufemísticamente que "los apean". ¡Qué frialdad y qué falta de sensibilidad por la belleza de nuestra Sevilla verde de los naranjos, los magnolios, las acacias, las jacarandas o las tipuanas decir que "apean" un árbol cuando lo cortan de raíz para siempre, muchísimas veces sin causa justificada!

 

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