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Exordio
obligado.- A mal tiempo, buena cara. Y
marchando una de silencio, que también es un buen arma, mi
alma, para luchar contra los hideputas del triquitraque, que lo
que quieren es que le pongamos altavoz a sus fechorías.
Aquí
empieza el artículo.- Mi admirado Jaime Campmany, hermano
mayor de esta periodística Cofradía de la Columna y Azotes, ha
sugerido que a raíz de lo de A Coruña para La Coruña, el
alcalde de Sevilla debe pedir que la capital andaluza (con
perdón) sea denominada oficialmente Híspalis. Y quien dice
Híspalis dice Serva la Bari. Propuse por mi cuenta hace tiempo
que si quieren que Orense sea Ourense, ¿por qué Cádiz no ha
de ser Cai? Los andaluces también sufrimos una discriminación
en nuestra lengua, en nuestra cultura, sin que nosotros mismos
protestemos. Al Supremo habría que ir, y al Constitucional, y
hasta el Tribunal de Bruselas cuyo camino no cría yerba con los
pasitos de Ruiz Mateos por lo que me contaba antier Jesús
Quintero:
-- Cada vez que saco a un personaje popular
andaluz, vienen los catalanes y se lo llevan a su programa. Yo
saqué al Jorobado de Barbate como un exponente de nuestra
gente. Lo vio Sardá y se lo llevó a las Crónicas Marcianas
para lo que suelen hacer con los andaluces, para tomarlos de
bufones. Pero mientras que yo traté con todo respeto al
mariquita, Sardá hasta le puso cojines dentro de la joroba,
para hacerlo más esperpéntico.
A la cultura andaluza siempre le meten cojines
dentro de la joroba, Loco, para hacerla más esperpéntica. El
velazqueño Risitas estará pronto de estrella en Madrid, no lo
dudes. Ten en cuenta que El Risitas tiene el apoyo de una
institución política tan prestigiosa como El Cuñao. Por mucho
menos otros cuñados en los que está usted pensando se hicieron
inmensamente ricos.
Por eso mismo, igual que los de A Coruña
quieren que les reconozcan lo suyo, recojo el guante de
Campmany, pero le doy la vuelta. Deberíamos exigir que ya que
no respetan nuestra cultura y que nuestra habla andaluza es el
idioma oficial de todos los graciosos del Reino, que al menos
llamen a nuestras cosas por su nombre. Yo me iba a Clavero, para
que me preparara un pleito ante el Constitucional para que se
reconociesen nuestros derechos lingüísticos, y se prohibiera
en toda España que a los trajes de gitana les llamaran faralaes;
que a todo coche de caballos le dijeran calesa. Un pleito
para lograr que a las copas que nos tomamos no les llamaran chatos,
y que a la de abril en Sevilla no le dijeran las ferias,
y que la romería de Almonte no fueran las ferias del Rocío,
ni unos pescaítos el cartuchito de pescao.
Pero estamos rodeados. Un grupo de japonesas
disfrazadas de rocieras gana un concurso de sevillanas en
Japón. Desde Santa Ana (pero no Santa Ana la de la Velá de
Triana, sino Santa Ana la de California), Miguel
Mendiola me dice que ha descubierto un grupo rociero en la
Patagonia, y que hasta tiene una página en Internet, como Jara
y Romero, pero en los chirlos mirlos. Es la habitual
coartada de la universalidad. La autonomía no ha logrado acabar
con los peores tópicos andaluces. Por el contrario, los ha
potenciado. Admitamos que lleguen y se vistan de flamencas. Pero
que no digan lo de faralaes. Y si alquilan un pesetero para ir a
la feria, que por favor no digan que van en una calesa. Aquí no
hay más calesa que las calesitas de los cacharritos de la
Callelinfierno.
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