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Temple.
La palabra es temple. Yo sabía que Jaime Mayor Oreja estaba
sobrado de temple. Ha llevado durante muchos años al toro más
difícil con la muleta planchada, sin que ningún derrote le
haya hecho descomponer la figura, aguantando y tragando. ¡No ha
tragado nada...! Ahora compruebo que ese temple de los momentos
duros lo conserva también en los instantes de alegría. No es
de los que se vuelven locos dando la vuelta al ruedo. Con la
valoración máxima en la cotización popular y tras haber sido
nombrado depositario de todas las esperanzas de libertad para el
País Vasco, a otro cualquiera se le habrían subido las
encuestas a la cabeza y calentado la boca, diciendo que a
galopar hasta enterrarlos en el mar...
Dije una vez que en esa prueba ética para los políticos que
es el supuesto de la compra de un coche de segunda mano, yo
estaba dispuesto a comprarle a Mayor Oreja el primer vehículo
que me ofreciera, aunque tuviera 300.000 kilómetros y ni una
sola ITV pasada. Tras oírlo en su despedida como ministro del
Interior, me reafirmo en comprarle el coche de segunda mano que
me ofrezca, y sin mirar. Por su lección de temple. Es un
político con memoria, en esta nación donde la amnesia es una
floreciente y rentable industria. Otro cualquiera en su caso se
hubiera puesto a enumerar uno detrás de otro comandos
desarticulados, pisos francos localizados, señaladores de
objetivos enchiquerados. Otro cualquiera, sin su temple, se
hubiera acordado de las tardes de gloria, que no fueron pocas.
Pero tomando algo tan poco consumido en política como rabitos
de pasas, Jaime Mayor hizo todo lo contrario. Se acordó con
toda dignidad, con toda serenidad, con todo temple, que es la
palabra, de 47 ciudadanos asesinados. De 47 aparentes fracasos.
Y tuvo luego la franqueza de reconocer que sus peores 48 horas
fueron cuando uno de esos 47 españoles, Miguel Angel Blanco,
era asesinado a cámara lenta, en aquel corredor de la muerte
donde estuvo España entera. Un pueblo que puede votar como
presidente a un hombre con este temple se merece un futuro de
esperanza como el que representa.
Ni que decir tiene que todo esto lo digo sin bajarme de mi
tanqueta de la Brunete Mediática. Una tanqueta de segunda mano,
por cierto, que le compré a Jaime Mayor Oreja sin mirar y que
no vean lo buena que me ha salido...
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artículos en la web de El Mundo
Biografía de Antonio Burgos
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