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 Antonio Burgos

ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


Rodríguez Borbón  TEXTO DEL ARTICULO

Reacciones al artículo

Francisco Umbral: "La Reina no va a los toros"

Carlos Ruiz Villasuso: "Umbral no va a los toros"

Miguel Angel Moncholi: "Comparto lo que escribió Don A ntonio" 

Cándido: "La Reina y los toros"

Javier Villán: "Salutación a Antonio Burgos"

Antonio Burgos: "Que no vayan"

Diario El Mundo- Suplemento "Crónica" Domingo, 22 de abril de 2001 - Número 288

 AZUL Y ROSA, por Jaime Peñafiel

Las reinas de España y la Fiesta Nacional
Cuán lejos debía de estar mi querido Antonio Burgos de pensar en la polémica que su columna del pasado lunes, sobre Doña Sofía y los toros, había de suscitar en la opinión pública y, sobre todo, en la publicada.Por lo que se ha escrito y se ha dicho, nunca creí que en España existiesen tantos detractores de la Fiesta Nacional, la única que, denominándose así y siendo tan española, cuenta con tantos simpatizantes en el País Vasco. Desde San Sebastián a Vitoria, pasando por Bilbao. También en Barcelona. Por alusión directa y personal, en el artículo de Burgos, y alusión indirecta en el de mi admirado Paco Umbral, sobre el mismo tema, me siento en la obligación de puntualizar a uno y a otro. Sobre todo, en lo concerniente a la «profesionalidad de Doña Sofía». Según Antoñito «no lo es tanto como dice Peñafiel». Según Paco, esa palabra es ya «un tópico periodístico del que ella se ha distanciado».Para quien no lo sepa, lo de profesional lo acuñó el Rey y lo aceptó la Reina: «Si con eso se habla de una dedicación, de echarle horas, de prepararse los temas, entonces sí me considero una profesional». Con respecto a la ausencia del Príncipe Felipe de la plaza de toros, el propio Don Juan Carlos ha reconocido: «Ya lo sé. Pero qué quieren, si el Príncipe no va a las corridas, probablemente es para no disgustar a su madre». Se olvida Burgos, a lo peor desconoce Umbral, que, gracias a una Reina, doña Victoria Eugenia, la inmediata antecesora de Doña Sofía, que sentía por la fiesta tanta repugnancia como ésta, pero que acudía a las plazas como un doloroso y difícil deber, se llevaron a cabo algunas reformas posteriores que mitigaron el sufrimiento de los caballos de los picadores, incorporando los petos que evitan el «holocausto sin emoción», como denominaba a esta «suerte», la sufridora esposa de Alfonso XIII. En aquella época, de principios de siglo, los percherones de los picadores salían a la plaza totalmente desprotegidos frente al toro.

Gracias a la Reina.
Doña Victoria Eugenia me recordaba, en el transcurso de una entrevista que mantuve con ella en Lausana, la primera corrida de toros a la que, obligatoriamente, tuvo que asistir. Los organizadores, con una total falta de sensibilidad, la habían programado dentro de los festejos de su boda con Alfonso.Ella no tuvo, siquiera, la oportunidad de la delegación oficial británica, presidida por los Príncipes de Gales, que se negó a asistir, debido al rechazo de los ingleses por las corridas de toros. La Reina, que había nacido y crecido entre caballos, con un intenso cariño hacia ellos, me recordaba con espanto cómo un toro destrozó, literalmente, a dos jumentos bajo el palco real que ocupaba junto al Rey. Como mujer inteligente que era, encontró la solución, no precisamente la de Doña Sofía, que fue colocarse unas gafas totalmente negras, opacas, que le impedían ver lo que estaba ocurriendo en el ruedo. Los espectadores nunca lo supieron «porque yo aplaudía cuando oía aplaudir al público».Paco Umbral no debe olvidar lo que el gran Camilo dice, en el Nuevo viaje a la Alcarria, por boca de don Oliverio de los Galanes, cuando aborda el tema taurino: «Lo que se dice, demasiada razón no tiene nadie. A los antitaurinos que se las dan de muy europeos pero no son más que medio vegetarianos, tampoco les asiste la razón». Sé que la ausencia de Doña Sofía en los festejos taurinos se debe más a una coherente actitud ecológica de entender la vida que a un rechazo de la fiesta nacional.

¡Vaya tropa!
¿Puede usted imaginarse trabajar para una empresa que tenga poco más de 500 empleados, algunos de ellos con los siguientes antecedentes?: 29 están acusados de maltratar a sus esposas o compañeras. Siete han sido arrestados en algún momento por fraude. 19 han tenido problemas judiciales por emitir cheques sin fondo. 117 han estado implicados, directa o indirectamente, en quiebras fraudulentas.

Tres fueron, en su momento, acusados de violencia. 71 tienen negadas las tarjetas de crédito por impago. 14 han sido arrestados alguna vez por consumo de drogas. Ocho lo fueron por sustracción en grandes almacenes. 21 tienen, actualmente, causas pendientes con la justicia. Y 84 han sido arrestados, el pasado año, por conducir en estado de embriaguez. ¿Puede usted imaginarse qué organización, qué empresa es ésta que tiene tales empleados? No se lo van a creer. Se trata de los 535 honorables miembros del no menos honorable Congreso de los Estados Unidos de América.Los mismos que debaten, redactan y promulgan las leyes para que el resto de los ciudadanos las cumplan. ¡Vaya tropa!, que diría el conde de Romanones.

P.D. Si investigáramos uno por uno, a todos los diputados y senadores de las dos cámaras legislativas del Estado español, ¿cuál sería el resultado?



 
PCHSSSSSSS...

Se rumorea que una de las hermanas Koplowitz podría estar enamorada de un vizconde muy conocido, sin problema alguno para contraer matrimonio, como ella, en cualquier momento

El personaje de esta anécdota, que tiene una secretaria muy poco atractiva, es un machista de tomo y lomo pero con gran sentido del humor, que se puso de manifiesto cuando, al preguntar por el conserje de la empresa que dirige, el jefe de Personal, le informó que había sido despedido. «¿Por qué motivo?», inquirió.«Se le sorprendió haciendo el amor con la secretaria de usted en el archivo», le respondió. «¿Y por eso le han despedido? ¡Si tenían que haberle condecorado!»

El amor y, sobre todo, la pasión por él fue causa de la ruptura de su matrimonio e, incluso, de la de la pareja de él. Cuando un periodista le dio la noticia de su muerte en plena calle, reaccionó diciendo: «No lo sabía, lo siento». Y se introdujo en una boutique... iba de compras.

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