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No
sé a las piedras, pero esta Andalucía ha hecho de momento
hablar a los cartujos, virtuosos del silencio. Tanto, que
conocerán lo del escultor barroco que hizo una imagen de San
Bruno fundador, tan realista que un amigo que la vio recién
tallada le dijo:
-- Sólo le falta hablar...
-- No, no habla porque es cartujo.
En la túrmis de esta sociedad mediática, hasta los cartujos
hablan. Y por televisión. Gracias a que van
a cerrar la Cartuja de Jerez, los cartujos hasta hablan en
el telediario. El prior de Jerez es un cartujo que ha roto a
hablar con el cerrojazo que han dado desde Francia, tipo
directiva de la Unión Europea, a Santa María de la Defensión,
que acabará desamortizada como hotel con encanto. Que los
cartujos hablen es como si lo hicieran las piedras, y yo he
oído hablar a fray Pedro Moreno, en el siglo Juani Moreno de la
Cova y Maestre. Es más: en un reportaje sobre el cerrojazo
cartujano, hasta salía retratado un cartujo hablando por
teléfono móvil. Aquello de la Cartuja de Jerez no podía
acabar bien. Empezaron dejando entrar a Carmen Calvo, la
consejera de Cultura, y ,claro, han terminado junto a Jota Jota
Martínez. Ni los cartujos renuncian a sus cinco minutos de fama
en televisión. A este paso, veremos a Juani entrevistado por
Jesús Quintero, como vagabundo camino de los cenobios del
Tercer Mundo extra andaluz. En Chartreuse no se enteran: no
saben que tener una Cartuja abierta en el Territorio Chaves y en
el Feudo Pacheco es mantenerla en pleno Tercer Mundo andaluz. Y
en Andalucía tampoco nos enteramos: no sabemos que cerrar la
Cartuja de Jerez es cerrar nuestros símbolos, la jaca cartujana
de Estrellita Castro. No, si la palabra Cartuja va a ser gafe...
Todo esto de Jerez pasa por no aplicar allí generosamente la
Ley de Extranjería, como en el convento de Santa Paula de
Sevilla. Las monjas de Santa Paula son más listas. En vez de
irse ellas al Tercer Mundo a hacer la celestial mermelada de
naranja amarga, se traen aquí al Tercer Mundo en forma de
novicias de países lejanos que empiecen por K, Kerala o Kenia,
para que les echen una manita en la alacena de las monjas que me
da gloria bendita. Santa Paula es como una playa de los Lances a
lo divino, donde continuamente están llegando pateras de
novicias subsaharianas y transíndicas para mantener los
mínimos puestos de fijos de plantilla y que no le peguen a
aquello el cerrojazo por falta de afición.
Aún estamos a tiempo de que Juani Moreno de la Cova imite el
camino de perfección que inventó Sor Cristina de Arteaga. Le
coge más cerca. Basta que se vaya a predicar al polideportivo
de Tarifa, a ver si encuentra vocaciones de cartujos entre los
senegaleses y los gambianos que profesen la fe verdadera. Con
que fiche a media docena, tenemos salvada la Cartuja jerezana a
efectos de los mínimos de vocaciones fijados por Chartreuse.
Nuestros invernaderos llenos de moritos de la cábila, que viene
el berebito por allí, y nuestros conventos de clausura, de
monjas keniatas con el achilipú del gregoriano. Extranjería
humana y extranjería divina. Esa es la fórmula para evitar la
tercera Desertización de la Cartuja jerezana. Los negros de
jornaleros y las indias de monjas. Como nos dice un atento
lector, en el escudo andaluz debemos poner el Plan Cartuja 2001
del lema cenobial: "Nec ora neque labora".
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