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No
hablamos de Ochoa hasta que se quema. No recordamos el pregón
cofradiero del profesor Lojendio hasta que se ha muerto. Y así
todo. Y no estoy dispuesto ni un día más a seguir con esta
cruel norma que nos hace escribir páginas irreparables en el
libro de las cosas perdidas, frase esta última que es un
homenaje a Rafael Montesinos, dentro de esta filosofía.
Somos dados a contemplar nuestra tierra más por el espejo
retrovisor que por el parabrisas. Y conviene no solamente verla
por el parabrisas, sino que ese cristal sea como en los coches
antiguos, que se pueda abrir por debajo un poquito para que
entre el aire. Nos llevamos la vida recordando andaluces
geniales, fíjense el pobre Beni, cuando ya se han ido. Y
despreciamos a los que tenemos aquí cerquita.
Uno de estos andaluces de la genialidad se llama José
Antonio Garmendia, y habla en la radio de Carlos Herrera, y
escribe romances, y sabe tela de gastronomía. Como suele
ocurrir, Garmendia es más apreciado fuera de Sevilla que en su
propia tierra. Cuando Herrera va por ahí por las Españas con
los coros y danzas de su programa itinerante para trincarle la
tela a un patrocinador en plan Luis del Olmo, la gente a quien
quiere ver y oír es... a Garmendia. Poco menos que le arrancan
los botones de la chaqueta como si fuera Manu Tenorio. Lo cual
tiene bastante mérito, porque mientras Tenorio es guapete,
Garmendia es una jartá feo.
Garmendia ha ido a Nueva York. No había tenido la Gran
Manzana un visitante tan genial desde que Picoco fue a Nueva
York o desde que la madre de Estrellita Castro fue a Nueva York
a hacer papas aliñás con un infernillo eléctrico en el
Warldorf Astoria. Garmendia ha ido a Nueva York con el elenco
herreriano, convidado por Castilla-León para una cosa de
"Las edades del hombre", punto éste de las edades del
hombre donde Garmendia las tiene todas: este señor es lo que se
dice un senior. Y a la vuelta de Nueva York, Garmendia ha
pronunciado una frase absolutamente genial, que debe formar
parte del real cuerpo de leyendas populares de Sevilla. Estaban
ya en Onda Cero de La Cartuja, haciendo balance del viaje, y
Carlos Herrera, con esa voz castellana de Herrera el Divino que
pone para las grandes solemnidades, que parece que aún no se ha
bajado del atril del pregón, le preguntó a Garmendia:
-- ¿Qué te ha gustado más de Nueva York, Antonio?
Y Garmendia, Alfalfa pura de Manolo Díez Crespo, soltó, muy
serio:
-- ¿Que qué me ha gustado más de Nueva York? ¡Venirme pá
Sevilla!
Ole, ole y ole. Vayan a La Veneciana de la calle Cuna y
compren marcos por docenas para la frase, por favor. Hay que
enmarcarla junto a los mejores laudes hispalenses. Junto a la de
Perico Borbolla cuando Alfonso XIII le dijo en San Sebastián
que en Sevilla hacía 42 grados: "Señor, la que me estoy
perdiendo". Junto a la de Alfredo Alvarez Pickman, también
en San Sebastián, cuando su mujer le quería quitar las ganas
de venir a la Virgen de los Reyes porque hacía esos 42 grados a
la sombra: "¿Y quién te ha dicho a ti que yo voy a ir por
la sombra?" Junto a la de Rafael el Gallo a los aficionados
de La Coruña que le querían retener, diciéndole que cómo iba
a volver a Sevilla, con lo lejos que estaba: "No, señores,
Sevilla está donde tiene que estar; lo que está lejos es
esto..." Junto a esas frases que piden mármol de la gracia
y del ingenio, yo tomo ahora mi boli a modo de cincel y labro la
de Garmendia. Efectivamente, lo mejor de Nueva York es venirse
para Sevilla. Pero como las balas...
Sobre
José Antonio Garmendia, en El RedCuadro: Libro de Garmendia
sobre Vicente el Traga
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