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Debería
existir un bicarbonato lingüístico para aliviar en estas
fiestas los terribles efectos de los excesos de consumo de la
palabra "tradición". Ay, tradición, qué de
tonterías tenemos que soportar en tu nombre. Para hacerlas más
llevaderas, dicen que son una tradición, aunque hayan sido
inventadas ayer por la mañana. A este paso, hasta la horterada
de los mensajes cortos por el teléfono móvil será pronto una
tradición de la Nochevieja. Porque ya son, por lo visto, una
tradición los inútiles mensajes de Fin de Año de los
presidentes autonómicos. Leo los resúmenes de todos ellos y
empiezan por decir que el más sonado, el pronunciado por el
presidente de la Comunidad Autónoma Vasca (que eso es Ibarreche,
aunque le joda), fue "el tradicional mensaje de
Nochevieja". No, mire usted. Mensaje, puede que sea; de
Nochevieja, parece que lo fue; pero en ningún modo es
"tradicional" una costumbre que apenas tiene unos
años de existencia. Tomo el DRAE a modo de bicarbonato para
este empacho de falsas tradiciones y compruebo que la tradición
es la "transmisión de noticias, composiciones literarias,
doctrinas, ritos, costumbres, etc., hecha de generación en
generación". Gracias a Dios, a Ibarreche no han tenido que
aguantarlo ni dos generaciones. Todavía, que nunca se sabe,
toquen madera.
Y sigo leyendo y me entero que,
dale con la tradición, "varios presidentes autonómicos
dirigieron en Nochevieja sus tradicionales mensajes de fin de
año". Más de lo mismo. ¿Cuántas generaciones de
catalanes han oído el mensaje de Pujol, cuántas de extremeños
el de Rodríguez Ibarra? Hay que corregir urgentemente este
dislate de falsa tradición. No son los tradicionales mensajes;
son los inútiles mensajes. Una sarta insoportable de tópicos
de la modernidad, del progreso, de la solidaridad, de las
transferencias, del bien común y del por aquí te quiero ver.
Pura palabrería que no sirve más que para complacer los egos
presidenciales y autonómicos de unos señores que por unas
horas se creen igual
que el Rey el 24 de diciembre. Si miran la foto de Don Juan
Carlos dando su mensaje y la de Ibarreche ofreciendo el suyo,
hasta la composición de lugar de la escena es la misma. Más
que mensajes parecen homenajes al sillón de Loscertales, en un
ambiente de alfombronas buenas, "boiserie" y chimenea.
Hasta el presidente de Aragón ha jugado a Rey con el inútil
mensaje falsamente tradicional. Punto en el cual le alabo el
gusto a José María Aznar. El presidente del Gobierno de la
nación también podría darnos su coñazo tópico de mensaje,
pero no gasta. Cada Nochevieja el mensaje de Aznar me parece la
mejor de todas las inútiles alocuciones de estos reyezuelos.
Callado es como Aznar gana los concursos de belleza.
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