|
De
pronto, el andaluz serio te dice:
-- Esta mañana me he tenido
que reír con Pepe. Y es que este Pepe tiene unos golpes...
"Me he tenido que
reír"... Y caes en la cuenta de que para una gran parte de
la gente de nuestra tierra, la risa es una obligación, pero
justamente al contrario de lo que se piensa y se dice desde el
topicazo de la fama del andaluz como un señor que está todo el
día de chusmetas y chirigotas, tomándoselo todo a broma.
Frente a este cliché, el andaluz serio, que los hay a
millaradas, considera la risa como una abdicación en sus
principios, como una renuncia. Reconoce ante los golpes de
gracia que se tiene que reír como quien entrega la cuchara,
como una traición a sus principios de ceño fruncido e incluso
de su mijita de malas pulgas.
Y llegas a la conclusión de
que cuantos más medios de comunicación audiovisual hay,
cuantos más papeles se escriben y se editan, cuanto más se
estudia obligatoriamente hasta los no sé cuántos años y en la
educación permanente de adultos, menos nos conocemos. Cada vez
es más aplastante la imagen unidimensional de una Andalucía
"alegre como una rosa", que dice la copla. Aunque no
haya razones para la alegría, aquí es obligada la broma de
sesión continua. Así salió Andalucía retratada por los
viajeros románticos que comenzaron a acuñar la falsa moneda de
sus tópicos, y así se sigue emitiendo efectivo en oro del que
cagó el moro por las cecas del pensamiento dominante desde las
televisiones, pongo por caso.
"Me he tenido que
reír", oyes, y lo consideras tan en los centros de nuestra
verdadera forma de ser, de nuestra personalidad colectiva, que
tienes que llorar ante cuanto ves cada día. El otro día, una
lectora que escribía al director me recordaba unas palabras que
escribí en un viejo mundo, "Andalucía, ¿Tercer
Mundo?", que aunque esté feo que yo lo diga, fue el catón
de los sentimientos por nuestra tierra para muchos andaluces,
incluidos los que ahora viven profesionalmente de ella sin
acabar de creer muy firmemente en sus grandezas. (A veces el
Consejo de Gobierno de la Junta me parece un Colegio
Cardenalicio cuyos purpurados no creyesen en Dios.) Tras la
carta de aquella lectora, he tomado ese libro del anaquel de las
nostalgias y de lo que pudo haber sido y no fue y, tras oír
esta frase de "me he tenido que reír", he llegado a
la conclusión que en cuestión de imagen ante el mundo, la
autonomía no nos ha servido (tampoco) para absolutamente nada.
Al andaluz le sigue correspondiendo el papel del
"gracioso" ante España. Ni en todo el teatro de los
Alvarez Quintero, ni en todo el cine nacional-folklorista, ni en
toda la industria cultural y de comunicación de la dictadura de
Franco hubo esta perpetuación y universalización del gracioso
andaluz, del chistoso profesional, como estamos contemplando
paradójicamente en la Andalucía de la autonomía. Los
andaluces se levantaron un día por su autonomía plena, pero no
han conseguido quitarse los artículos 143 que les asigna
España: "andaluz, fulero", "andaluz,
gracioso". Aquí salen los chiquitos, morancos, chispas y
linternas de debajo de las piedras, el más chistoso de
"Operación Triunfo" o de "Gran Hermano"
siempre es el andaluz. Ante estos habituales espectáculos, yo
me acuerdo siempre de aquellas palabras de Infante que suele
recodar su hija María de los Ángeles: el payaso al que
terriblemente le cortaron el labio superior para que tuviera un
gesto de sonrisa. Los labios colectivos de Andalucía, que
deberíamos usar para seguir diciendo muchas verdades del
barquero como aquel día de diciembre o aquel día de febrero,
han sido mutilados con la propia colaboración de los rientes,
que están encantados en el continuo jí, jí, já, já, no en
la parte seria del espectáculo del andaluz que entrega la
cuchara de su seriedad y reconoce: "Me he tenido que
reír..."
Hemeroteca de
artículos en la web de El Mundo
Biografía de Antonio Burgos
Libros
de Antonio Burgos en la libreria Online de El Corte Inglés
Libros
de Antonio Burgos publicados por Editorial Planeta -
Correo
|