No
sé por qué se extrañan de que a los asesinos etarras les den
el carné de licenciados universitarios por la cara. Todos los
totalitarismos y todas las dictaduras son muy proclives a los
exámenes patrióticos, "abertzales" en este caso.
Como estamos en una nación sin memoria, la gente ya se ha
olvidado, pero tras el triunfo de los sublevados en la guerra
civil y la derrota, encarcelamiento o fusilamiento de los leales
a la Constitución, en el llamado Año de la Victoria y cursos
siguientes se montó en las Facultades españolas una tómbola
de títulos universitarios por el estilo de la que ahora han
puesto para uso de asesinos etarras. Eran los llamados exámenes
patrióticos.
Llegaban a la vieja Facultad de
la calle San Bernardo o de la calle Laraña los estudiantes de
Derecho que tras los exámenes de junio de 1936 no habían
podido volver a coger un libro tras estampillarse como
alféreces provisionales de Infantería o de la Legión. Y de
una tacada no solamente aprobaban los tres cursos que habían
hecho a base de saltar parapetos, sino que les daban por la cara
el título. Florentino Pérez Embid me contó muchas veces cómo
eran aquellos exámenes. Llegaba el examinando con su uniforme
de alférez provisional, sus botas altas y su correaje, y se
sentaba ante el tribunal para la prueba oral de Derecho Romano.
Sacaba la pistola de su funda y la ponía sobre la mesa, en plan
"aquí estoy yo". El presidente del tribunal le
decía:
-- A ver, dígame qué es la
manumisión...
Y el examinando contestaba:
-- Mire usted, yo no sé qué
es la manumisión. Pero si sé cómo echamos a los rojos de la
posición de Mano de Hierro, cuando usted estaba aquí emboscado
sin ir al frente a salvar a la Patria.
-- ¡Aprobado!
Así se dieron muchos títulos
universitarios para la España que necesitaba reconstruirse.
Nadie me quita de la cabeza que la notaría que le quitó a Blas
Infante la tapia de fusilamiento se la dieron luego a un
licenciado que aprobó Derecho de una tacada en los exámenes
patrióticos y que con no menor patriotismo sacó luego
brillantemente las oposiciones a Notaría.
Como se ve, chispa más o menos
lo mismo que ahora. Ahora es por correo, pero igual. Contestan
los etarras al examen por escrito y le ponen al catedrático:
"Yo no sé qué es la manumisión, pero sí sé dónde vive
usted, y a qué hora sale todas las mañanas hacia la Facultad,
y dónde aparca su coche." ¡Aprobado general!
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