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Mal
debe de andar la cosa, maestro, cuando la libertad necesita
testimonios. Aznar se ha tenido que tirar de espontáneo en las
elecciones municipales vascas; al cambio, en la plaza de Bilbao.
Prefiero ese símil al del Cinturón de Hierro, que también
podría ponerse. Aznar ha cogido el Blak Decker y la broca del
33, como dicen los chirigoteros gaditanos de "Los
fantasmas", y se ha puesto manos a la obra de derribar el
Cinturón de Hierro contra la libertad que han vuelto a levantar
en torno a Bilbao esos mismos que no ven cuando un asesino
etarra baja del monte para dar un discurso en un mitin:
"¿Un asesino etarra, dice usted? Pues nosotros por aquí
no hemos visto a nadie, ni el juez nos ha mandado papel
ninguno..."
Me quedo, pues, con lo de que
Aznar se ha tirado de espontáneo. En los silencios de la plaza
de Bilbao, que también los tiene, no todos van a ser tópicos
silencios meridionales. Algunos se han mosqueado, porque para
tirarse de espontáneo, Aznar no le ha pedido la venia al
presidente de la corrida electoral, Mayor Oreja. Sería absurdo.
Los espontáneos no piden permiso a la presidencia. No me lo
imagino, ese Aznar con el trapillo de las libertades en la mano,
dirigiéndose a la presidencia del comité electoral:
"Buenas tardes tenga usía y toda la compañía, que con la
venia me voy a tirar de espontáneo".
Lo de Aznar tirándose de
espontáneo en las listas electorales ha sido como lo de Miguel
Mateo "Miguelín" aquella tarde que estaba en el
tendido viendo los toros como señor particular y le hirvió el
agua del radiador ante lo que estaba haciendo abajo en el ruedo
Manuel Benítez "El Cordobés". Cogió Miguelín y se
tiró de espontáneo, como para decir: "Esto se hace
así". ¿A quién se lo decía Miguelín con su gesto? ¿Al
Cordobés? A ese le importaba todo una higa. No, se lo decía al
público, para que considerara que mal anda el arte de la
tauromaquia cuando necesita testimonios, a fin de que terminase
su pasividad ante la degradación. Lo de Aznar es exactamente
igual que lo de Miguelín. No se ha tirado de espontáneo para
decirles a los vascos constitucionalistas cómo han de hacerse
las cosas, sino para hacernos ver al resto de los españoles la
gravedad de la amenaza de las libertades allí arriba. Que no es
allí arriba, sino aquí abajo y aquí adentro, en el corazón
de las convicciones democráticas. Lo peor que les puede ocurrir
a los vascos constitucionalistas es que entendamos que aquello
es de ellos con ellos, que por mí como si se la machacan. Allí
es aquí, porque allí nos jugamos las libertades de aquí, y
que nos lo cuenten a algunos que estuvimos a pique de un
repique... Así que igual que antes de que el chapapote oliera a
mierda del Bloque decíamos que "Galicia somos todos",
ahora todos debemos tirarnos de espontáneos donde se tercie.
Mal debe de andar la cosa, maestro Aznar, cuando la libertad
necesita testimonios y usted de momento se ha tenido que tirar
de espontáneo.
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