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Esto
lo cogía la BBC y hacía un serial delicioso con grabados
antiguos y cuadros de señores vestidos de húsares de la
Princesa, que titularía algo así como "La historia
revisitada". Como el "Regreso a Brideshead", pero
con Vicente Palacio Attard, Hugh Thomas y Fernando García de
Cortázar. En "El
Cultural", ocho historiadores dicen que aunque estemos
en Carnaval vamos a quitarnos las caretas de tanto tópico
mítico del pasado de España. En la competencia, el lamento del
"así se escribe la Historia" cuando un viajero
romántico de nuestros días, Henry Kamen, se pone a amañarla
según tendencia. Ambas tormentas de cerebros me hacen coger un
paraguas que cada vez gasto más: la incredulidad absoluta ante
las supuestas verdades de la Historia. Cada vez es más
generalmente aceptado que Franco no llegó tarde a Hendaya para
hacer esperar a Hitler (ojú, qué miedo, chavó), fue que la
locomotora no podía con su alma. Que Castilla no era la
medieval y atrasada y el Califato de Córdoba el refinado y
culto. De un día a otro se descubrirá que el 2 de mayo nunca
hubo carga de los mamelucos y que en la Moncloa no fusilaron
absolutamente a nadie; que los últimos de Filipinas ni fueron
últimos ni estuvieron nunca en Filipinas; que la Armada
Invencible nunca zarpó de puerto, y todo así.
No me hace falta que vengan los
maestros de la Historia para introducir la duda. Me basta con lo
que he visto y he vivido. Hoy, por ejemplo, es el Día de
Andalucía, en el aniversario del referéndum autonómico. Hoy
los escolares repiten cantinelas oficiales de que el PSOE
quería la autonomía para Andalucía y que UCD se la negaba. El
PSOE no quería la autonomía plena para Andalucía ni Cristo
que lo fundó. Lo que quería era echar a la UCD del poder. Con
las técnicas al uso, aprovechó el error andaluz de Suárez
como ahora utiliza la guerra de Irak o el alquitrán gallego (me
niego ya a lo del chapapote) contra el PP y contra Aznar.
Quienes estaban cerca de Rafael Escuredo saben que la autonomía
le importaba un bledo, que lo que quería era hacerse fuerte en
Andalucía frente a Guerra y González, a los que odiaba.
Y si ahora tengo que tragarme
esas versiones oficiales subtituladas sobre esto de la
autonomía de mi tierra que sé sin que me lo contara nadie,
porque lo viví tan de cerca que les dije a los ahora
andalucistas (que entonces iban de socialistas autogestionarios)
cómo era la bandera blanca y verde, comprenderán que cómo me
voy a creer que hubo una vez una batalla en Las Navas de Tolosa.
En Las Navas de Tolosa habría, todo lo más, una bronca
subidita de tono una bronca subidita de tono con unos simpapeles
llegados de Marruecos.
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