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Los
estadios de fútbol son tan grandes para que quepa en ellos el
ego de los presidentes de los clubes. En algunos ese ego
desborda los graderíos y llega hasta el letrero de la fachada
donde cada Fulanito, un especulador inmobiliario enriquecido por
el pelotazo, un chatarrero impresentable o un prestamista
usurero, le ha puesto su propio nombre al campo, rebautizándolo
e ignorando su historia, borrando la memoria de quienes en
tiempos pasados dieron su vida y su hacienda por los colores que
eran patrimonio de una afición y no propiedad privada de quien
se quedó con ellos tras las tres cartitas de las acciones de
una S.A. Deportiva.
El ego de estos personajes
impresentables se alimenta de millones en fichajes. Recitan el
romance de Villalón: "Echa vino, montañés, que lo paga
Luis de Vargas". Luis de Vargas somos usted y yo. Cuando
todo va bien, los pajaritos de las taquillas cantan y las nubes
se levantan en ingresos por TV, no se acuerdan de nosotros, y
cada presidente es un nuevo Rey Sol de su palco. Dicen que en
Madrid no hay Corte. Mentira. ¿No es acaso una Corte la del Rey
Florentino en el palco del Bernabeu cada domingo?
Cíclicamente suele llegar en
el fútbol un tiempo en que de tanto tirar el dinero en fichar a
Ronaldo, a Denilson o a Zidane, sobreviene la ruina. Ahora es
uno de esos tiempos. La Liga de las Estrellas se ha estrellado y
los clubes de Primera y Segunda tienen una deuda de 1.625
millones de euros (270.377 millones de pesetas). ¿Qué han
hecho, rebajar los latisueldos de las estrellas? No, han acudido
como siempre a la ubre del Estado, llorándole a Rajoy. Si la
taquilla va bien, hala, a fichar; si va mal, que el Estado pague
las deudas. El salmantino Hidalgo quiere que en la España del
PER el fútbol también viva del subsidio. Quieren que otra vez
los contribuyentes paguemos las alegrías del ego de estos
personajes lamentables entre cuyos negocios ha caído el
fútbol. Cuando todos los españoles estamos juntando las manos
para que nos den a la suerte contraria la anual estocada del
Impuesto de la Renta, los presidentes exigen de momento una
tregua fiscal y después un 20 por ciento de las quinielas. Ah,
y que no se dé más un solo partido en abierto por TV: todos de
pago, para que el culto a su vanidad de nuevos ricos
especuladores les siga saliendo de balde. Pues mire usted, no.
No les haga caso, señor Rajoy: no les perdone ni un duro, que
cuando salían retratados con Ronaldo no llamaron al Estado. El
que quiera exhibir su ego en el fútbol, que lo pague de su
bolsillo.
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