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No
sé cómo el verano tiene tan buena prensa, con la calor que
hace. Lo digo por las páginas especiales de los periódicos,
por las secciones veraniegas. A partir de hoy, este diario y
todos los periódicos peninsulares e insulares aliviarán sus
páginas de opinión y de información. Hasta servidor les hará
dispensa de artículo. Y aparecerán en todo sus esplendor y
gloria las páginas del verano, espuma de estos días, rompeolas
de estas orillas, espigones de estas semanas en que casi nadie
dobla el espinazo. Cada año, por estas fechas, me hago una
pregunta a la que no han sabido darme respuesta en ninguna
Facultad de la Comunicación: ¿por qué los periódicos tienen
unas páginas de verano y no publican en cambio unas páginas de
invierno, o unas páginas de otoño, una páginas de primavera o
incluso unas páginas de entretiempo, como los trajes finitos?
Arrastramos la tradición del veraneo. Casi nadie veranea ya a
la antigua usanza, el verano entero en un sitio. Los únicos que
veranean por el plan antiguo son los periódicos, que se llevan
todo el mes de agosto con la misma tumbona periodística bajo la
misma sombrilla, en la misma playa. Ahora casi todo el mundo
distribuye las vacaciones entre verano, Semana Santa y Pascuas
de Navidad. Menos los periódicos, que entienden que estas son
las vacaciones por antonomasia y que hay que dedicarles el papel
de medio periódico.
Medio periódico en el sentido
estricto y físico del término. En el verano todos los
periódicos se nos vuelven anoréxicos. ¿Han visto qué
delgados se quedan?
-- Eso es que los periódicos
andan mucho en la playa por la orilla del mar y por eso pierden
tantos gramos, usted...
No, eso es porque los
publicitarios también cumplen con la tradición del verano, que
es como la tradición costumbrista invernal de las castañeras,
pero con pareo y bikini. Los anunciantes dejan de hacerlo y las
agencias de publicidad casi se quedan inactivas en su trabajo de
distribución de reclamos a los medios. Y no tienen en cuenta
los publicitarios algo elemental: en el verano es cuando más
tiempo libre se tiene para leer el periódico. Nunca se tiene
tanto tiempo el periódico entre las manos como en el verano.
Bajo la sombrilla, se lee uno no sólo los anuncios por
palabras, sino hasta el horario de mareas, y eso que tiene uno
la pleamar allí mismo, mojándole la toalla. Y cuando más
tiempo se tiene para leer el periódico, es cuando menos
anuncios vienen. No saben los anunciantes y los publicitarios lo
que se pueden. Si yo vendiera algo, aunque fuera humo, pondría
un anuncio así de grande, aunque esté feo señalar, todos los
días, debajo del crucigrama. ¿Ustedes saben la de periódicos
que hay abiertos por el crucigrama en esas sombrillas de esas
playas, minutos y minutos del lector viendo esa página,
bolígrafo en mano, y preguntando a la parienta que cómo se
dice "yunque de platero" con tres letras?
Los periódicos del veraneo son
un inmenso autodefinido de las ideas hechas que nadie se toma el
cuidado de revisar. Yo mismo sé que pierdo una cantidad de
lectores considerable dejando de escribir durante agosto el
artículo nuestro de cada día, dánosle hoy. Y sé que a esos
lectores queridos, a los que ahora les digo adiós hasta
septiembre, los puedo perder para siempre. El que no te lee
durante cuatro semanas y empieza a leer a otro, quizá se acabe
aficionando con ese articulista que acaba de descubrir bajo la
sombrilla, y ya no lo suelte cuando llegue septiembre, que dicen
que todo será maravilloso.
Entre otras cosas porque nos
habremos dejado de estos cuentos de la buena pipa de hacer
periódicos de verano para hacer los periódicos de toda la
vida.
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