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En
este continuo Puerto Hurraco de la España de los crímenes y
los cuchillos ensangrentados, no cesan las reescrituras del
"Pascual Duarte" a cargo de enfermos mentales. La
última, en ese pueblo de Granada donde un pobre enfermo mental
ató a su madre a una silla, la acuchilló hasta la muerte y
después la emprendió a puñaladas con su padre. El loquito
granadino ha sido internado. Pero incomprensiblemente siguen en
libertad los autores políticos y médicos de la reforma
psiquiátrica, responsables últimos de tanto crimen como
ensangrenta España sin que nadie se atreva a levantar la voz,
porque es políticamente incorrecto decir que los locos deben
estar encerrados. Bueno, locos... Nadie se atreve tampoco a
escribir la palabra "loco". Con decir "enfermos
mentales" se acabó el problema, como cuando pusieron lo de
"hospital psiquiátrico" a los manicomios.
Cuando en Estados Unidos
habían comprobado la ineficacia de la política psiquiátrica
del "salta la tapia", aquí, donde todo lo hacemos
tarde, mal y carísimo, como éramos más progresistas que
nadie, decidimos cerrar los manicomios. Ea, en España no hay
problemas de enfermos mentales; se acabó, cerramos los
manicomios. ¿Y qué hacemos con los locos? Pues, nada,
libertad, libertad sin ira para los pobres loquitos. Se les
tiene unos días en una unidad hospitalaria, cuando estén en
fase aguda, y en cuanto se les pase el arrechucho, a casita que
llueve. ¿Y quién los cuida? ¿Quién los va a cuidar? Su
familia, que para eso la tienen.
Llenamos España de atribuladas
familias con escasos recursos condenadas a convivir en su
reducida vivienda con un ser absolutamente enfermo y peligroso.
Terrible: a muchos padres, el Estado los condena a tener al
pobre hijo loco en casa. Y así ocurre lo que ocurre. El hijo,
cada lunes y cada martes, destroza los muebles y tira el
televisor por el balcón; y cuando cambia la luna, saca el
cuchillo y los mata. No digo que volvamos a los manicomios
medievales con los pobres locos atados en mazmorras; pero la
sociedad tiene que replantearse urgentemente la contrarreforma
psiquiátrica. ¿Cuántos muertos nos cuestan al año los
manicomios cerrados? Muchos más que la inmigración ilegal y
las mafias extranjeras. Mantener esto así, con enfermos
peligrosísimos al cuidado de sus familias y en sus casas, sí
que es de locos. Estarán muy orgullosos de que han cerrado los
hospitales psiquiátricos, pero España entera es un inmenso
manicomio de sangre y de cuchillos asesinos.
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