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A
Francisco Palacios le decían El
Pali no como apócope de su apellido, sino de
"palillo". De chico, El Pali, que era carrerista de
fondo, era un fideo, estaba hecho un palillo. De ahí su nombre
juvenil, aunque lo conociéramos gordo como un Buda. El Buda
sevillano con gafas de culo de vaso que realmente era,
empernacado a caballo de su silla a la puerta de su casa. El
Pali era como un moro al revés. Los moros se sientan a la
puerta de su casa a ver pasar el cadáver de su enemigo. El Pali
se pasaba todo el año sentado a la puerta de su casa esperando
ver pasar el cadáver de su Divino Amigo, el Cristo yacente del
Baratillo, Pietá de la Roma del Arenal en los brazos de la
Virgen, que sabía pasaba a fecha y hora fijas el Miércoles
Santo, en cuanto daba la revirá marinera en la Casa de la
Moneda de su gente de la colla del muelle.
Si no hubiera sido por lo de
palillo, a Palacios, cantor de la Sevilla tradicional, evocador
de añoranzas, varillero de los husillos de la memoria, le
podían haber puesto Pali por palimpsesto. Si las coplas del
Pali eran esencia de Sevilla, la ciudad es un continuo
palimpsesto. Ya saben qué es un palimpsesto, y si no, se lo
decimos directamente del DRAE, con las dos definiciones de
autoridad de la voz: "1. Manuscrito antiguo que conserva
huellas de una escritura anterior borrada artificialmente. 2.
Tablilla antigua en que se podía borrar lo escrito para volver
a escribir." Es lo hacemos en Sevilla todos los días:
borrar artificialmente todo lo escrito anteriormente para volver
a garabatearlo, en peor, de nuevo. Aunque nos tenemos por
conservadores, abandonamos tradiciones centenarias para hacer
tales las inventadas ayer por la mañana; quitamos los nombres
históricos de las calles para escribir sobre ellos compromisos
del momento, modas del instante.
Hoy Sevilla escribe de nuevo su
palimpsesto en forma de inauguración. Vuelven a poner la
primera piedra del Metro. Que ya se puso hace veinte años. Se
inician unas obras que ya comenzaron hace veinte años. En vez
de ir a la memoria, y exigir responsabilidades de por qué
enterraron el Metro, nos dejaron sin él y el dinero se lo
dieron a Bilbao, se coloca la primera piedra. Y la gente traga.
La ciudad del palimpsesto es la ciudad sin memoria, donde todo
osado hace carrera y es aplaudido en su entrada en La Campana de
cada día.
En esas obras que hoy vuelven a
inaugurar en el perenne palimpsesto sevillano, probablemente
colocarán el nuevo logotipo del Ayuntamiento. ¿Que cuál es el
nuevo logotipo del Ayuntamiento? Pues tan nuevo, tan nuevo, tan
nuevo que lo inventó Alfonso el Sabio: las armas chicas del
NO8DO. Más o menos floreadas, pintadas de carmesí, con
camisita o con canesú, el Ayuntamiento viene estrenando
logotipo a cada nueva corporación salida de las urnas. Una
manita de pintura y un modelo de letra nuevo para la madeja
alfonsí y, hala, un diseñador que se lleva un dinero muy
curioso y a derrochar se ha dicho: hay que poner el logotipo
nuevo en todos los impresos municipales, en todos los letreros
oficiales, en todos los autobuses, en todos los coches de los
bomberos, en todos los patrulleros de los municipales. ¿Cuánto
nos cuesta cada cambio de logotipo en el continuo palimpsesto
del mismo NO8DO? Eso, eso no-madeja-do-tranquilo ni un solo día
desde que Alfonso el Sabio se lo concedió a la ciudad por su
fidelidad. Desde entonces, con el NO8DO, Sevilla presume de
fidelidad. "Muy leal", dice en su escudo. ¿Leal a
qué? ¿Leal a sí misma o Leal de Camas? No, más bien Valdés
Leal, que aquí lo eterno dura un abrir y cerrar de ojos, en el
palimpsesto que no cesa y que tanto dinero nos cuesta...
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