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Debería
existir una Pasarela Cibeles de las palabras y frases de moda.
Las palabras y las frases se ponen de moda y pasan de moda. Leer
el Diccionario es como repasar las páginas de una revista de
moda de los años 50 o 70. Por cierto, antes que se me olvide,
ya que hablamos de años 50 y 70. Hemos pasado un siglo y no le
hemos puesto aún nombre. El XVIII fue la Ilustración; el XIX,
el Romanticismo; el XX aún es moro, porque no ha sido
bautizado. Lo conocemos por décadas. Hemos como troceado el
siglo. De su pata negra hemos hecho lonchas o tacos. No hablamos
del siglo XX, sino de los años 50, los años 60, o los más
lejanos, que paradójicamente son los 90.
A lo que íbamos, a las modas
del lenguaje. Ahora se lleva mucho lo de "muy fuerte".
No hay pelandusca reciclada en tertuliana por los programas de
la basura televisiva que ante cualquier afirmación no exclame,
muy escandalizada:
-- Lo que acabas de decir es
muy fuerte...
O lo otro, apocopado, pero
siempre con el escándalo de reglamento en quienes viven de
darlo:
-- ¡Qué fuerte!
Bueno, pues en esta moda, lo
verdaderamente fuerte es lo del Metro de Sevilla. Según la
propaganda al uso, es obra única y exclusiva de la Junta. El
Metro existía como proyecto mucho antes de la autonomía y de
que existiera la Junta, pero da lo mismo. Ya se sabe que aquí
es muy rentable la goma de borrar pasados. Se presenta la
Historia de modo que todo empieza con el que tiene el poder. Se
ve en el fútbol. El Betis empezó justamente cuando llegó
Donmanué. Antes el Betis no existía y, si existía, estaba a
punto de desaparecer, y él lo salvó. En la autonomía, andan
los infantistas profesionales reclamando la memoria de Don Blas,
porque se están presentando las cosas de modo que parece que la
autonomía es obra de Chaves. Hasta Escuredo y Borbolla han sido
borrados de la hoja de ruta propagandística. Y nada digo de los
andalucistas de la primera hora, cuando el andalucismo era una
utopía y no una ventanilla para poner la mano y pegarse la gran
vida a costa de la condición de bisagra.
Esta ley se cumple con el
Metro, según el triunfalismo con que han sido presentada la
reanudación de sus obras. A la supuesta primera piedra han ido
ellos con ellos. Han hecho creer que ningún anterior
Ayuntamiento de Sevilla ni ningún anterior Gobierno de España
dio nunca una sola peseta para el Metro, con la de millones de
Madrid que se perdieron cuando Manuel del Valle cumplió
órdenes de su partido y lo enterró a lo Juan Simón. Esos
túneles reinaugurados no se hicieron gracias a la Junta, que
entonces no existía, sino gracias al Ministerio de Obras
Públicas del Gobierno central. Y si todo se reanuda y
reinaugura, hay que decir que es porque Rojas Marcos se empeñó
en el Metro, como el novio de la petaca del chiste del cura:
"Pues hija mía, Sevilla, si lo pide el de la petaca, date
por jodida..."
Eso, por no remontarnos más
atrás en la verdadera Historia. La verdad es que la idea del
Metro es absolutamente franquista. Fue un sueño del franquismo,
como el Canal Sevilla-Bonanza, pero con mejor fortuna. El primer
anteproyecto lo hizo un ayuntamiento franquista, con Félix
Moreno de la Cova de alcalde, y el primer técnico que
convenció a Sevilla de la idea fue el ingeniero Plácido
Alvarez Fidalgo. Igual que Franco llevó a cabo los planes
hidráulicos de la República, la democracia ha llevado a cabo
los planes del Metro de Franco. Lo siento mucho, y lo que voy a
decir es muy fuerte, pero el Metro de Sevilla es franquista. Tan
franquista como los pisos del Polígono de San Pablo. Lo
advierto porque, a este paso, un día de éstos Chaves volverá
a inaugurar el Polígono de San Pablo diciendo que la idea es
suya.
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