la Coca Cola le están formando la del tigre por vender agua del
grifo como mineral. Cuando en verdad a la Coca Cola le tenían
que haber liado una muy gorda por otra cosa. Por haber dado el
pelotazo recalificador con su fábrica de la autopista de San
Pablo en Sevilla, donde ahora han construido siete mil
doscientos mazacotes en forma de bloques-colmenas de pisos, al
ladito mismo de la carretera, vamos, que no han dejado libre ni
la cuneta. Como un coche se despiste se mete directamente en la
portería del bloque 17 y sube en el ascensor hasta el noveno B.
Lo que ha hecho la Coca Cola en materia de
agua está muy bien. ¿Qué mejor manantial de agua pura, limpia y
cristalina que el grifo? La pena es que se han ido muy lejos a
coger el agua, a Londres y al Támesis, con el buen agua que
tenemos en Sevilla. Agua de tradición inglesa, como una buena
lavanda. Los más viejos del lugar recordamos que en nuestras
casas, cuando niños, había dos grifos: el del agua filtrada y el
del agua dulce. El agua filtrada era la de uso domestico, la de
fregar y la de la cisterna del retrete. Como su mismo nombre
indicaba, era agua que se tomaba del río y que se filtraba. Y
para beber había otro grifo, preciado grifo en la cocina: el del
agua dulce. Preciosa forma de llamar al agua por cierto. "Agua
dulce" suena a letra de cante bueno, a poema modernista. Cogen
el nombre de "Agua dulce" cuatro flamenquitos con los pelos una
jartá de largos y un cajón de percusión y no vea usted el
conjuntito que forman. En recuerdo, claro, de aquella canción de
Julio Iglesias, que era como un homenaje a los grifos sevillanos
de nuestra infancia: "Agua dulce, agua salá".
Lo del Támesis está bien visto por la Coca
Cola, porque el agua dulce de Sevilla era el agua de los
ingleses. Mucho se habla de que la Feria la inventaron un vasco
y un catalán, pero nadie dice que la revolución industrial y
tecnológica nos la hicieron los ingleses del agua, los suizos de
la luz y de los tranvías, los franceses de los Ferrocarriles
Andaluces. El abastecimiento de agua dulce a Sevilla lo montó la
empresa inglesa "The Seville Water Works". Si se fijan, por los
barrios antiguos aún hay por la calle registros de tomas con el
anagrama de esa compañía del Agua de los Ingleses, que tenía sus
oficinas en el Patio Banderas: "S.W.W."
Lo que tiene que hacer la Coca Cola es dejarse
de Támesis y de Londres y tomar el agua de los grifos de
Sevilla, tan buena que la suelo llamar con nombre de vino caro,
"Marqués de la Minilla" o "Conde del Gergal". Emasesa nos da un
agua que es para echarla a pelear con las mejores embotelladas.
Con razón Velázquez pintó "El aguador de Sevilla", con ese
cántaro al que parece que le falta la latilla para que sea el
que da de beber a una cuadrilla de costaleros. Si el agua del
grifo que ha embotellado la Coca Cola en Londres se llama "Dasani",
la nuestra se podría llamar "Velázquez". Lo que ocurre es que
hay mucha tontería con el agua embotellada y se necesita un
valor civil como de laureada para plantarle cara al metre en el
restaurante y cuando te va a meter la botella de agua mineral
carísima decirle:
-- No, a mí me va a traer usted una jarra de
agua del grifo, de agua de El Aaiun (tamiento), de Marqués de la
Minilla reserva del 2000, que es la mejor agua del mundo.
Los de la Coca Cola han resuelto el problema
de los restaurantes: te venden agua del grifo a precio de agua
mineral. A río de agua mineral revuelto, ganancia del tío del
restaurante que te pega la estocá. Y claro que la Coca Cola
podía embotellar la de Emasesa con el nombre de "Agua de
Sevilla". Vamos, que estoy seguro de que José Antonio Sáenz e
Isabel Rodríguez de Quesada no les cobraban ni un duro por
cederles la marca.