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Lo
veremos en las carreteras, a la entrada de los pueblos. Como
unos letreros ponen que no se permite la venta ambulante y otros
anuncian un "municipio antinuclear", pronto habrá carteles que
digan: "Término municipal antitaurino". El diseño del logotipo
no será difícil. Bastará poner el toro de Osborne con la
tachadura de lo prohibido. En Barcelona ya están encargándolos.
El Ayuntamiento ha aprobado la declaración de la Ciudad Condal
como antitaurina. No tiene competencias en materia taurina, pero
da lo mismo. Los toros son un símbolo de España, perdón, del
Estado Español, y por algo hay que empezar. No me extrañaría que
tras mostrarse "contrario a la práctica de las corridas de
toros", el Ayuntamiento de Barcelona se mostrase contrario al
consumo de paella y de sangría, a los tablaos flamencos y al
tañido de la guitarra, símbolos todos de la cultura española,
perdón, del Estado Español. Por lo mismo, los Mozos de Escuadra
asumieron las competencias de Tráfico, para no ver los
tricornios de la Guardia Civil que los turistas compran como
recuerdo de España.
La plaza Monumental de Barcelona, claro, es un
símbolo de la opresión centralista. No hay derecho, Hay que
derribarla como símbolo del oprobio, y erigir en su solar un
monumento conmemorativo en loor del Tripartito, por ejemplo. Tan
simbólica del centralismo español es la Monumental que la
proyectó en 1914 el arquitecto modernista Joaquím Raspall i
Mayol y que la amplió luego Ignasi Mas i Morell. Dos arquitectos
de Madrid, como ven. La plaza alcanzó todo su esplendor
artístico con un empresario que era puro centralismo; tanto, que
se llamaba Pere Balañá Espinós. Allí presenció muchas corridas
un bárbaro partidario de la tortura de los animales, que se
llamaba Pablo Picasso, un pintamonas que dibujó la Tauromaquia
que ahora se expone en el Museu del Carrer Montcada. Los toreros
que triunfaron en Barcelona, claro, eran todos puros
representantes del centralismo. Andaluces y gentuza de esa
calaña, como Mario Cabré, Lluis Barceló, Josep María Clavel o
Joaquim Bernadó.
Espero que, en puertas de la Feria de San
Isidro, con el mismo ardor que Barcelona se ha declarado contra
los toros, Madrid se pronuncie como ayuntamiento taurinísimo y
que incluso durante la aprobación de la moción el salón de
plenos tenga un olor a habanos de tendidos de sombra que dé
gloria olerlo. Y la Comunidad de Madrid, propietaria de la plaza
de Las Ventas, a las que buenas rentas saca, Autonomía Taurina.
Ronda con su Maestranza, Sevilla con la suya, Jerez con los
relojes que para el capote de Rafael de Paila deben urgentemente
votar en pleno la declaración de Ciudades Taurinas. Nada digo de
Pamplona. ¿Qué va a ser de San Fermín si Pamplona se declara
"contraria a la práctica de las corridas de toros"? Por si hace
falta argumentario para esas mociones, apunten los alcaldes sólo
unos cuantos nombres: García Lorca, Picasso, Goya. En Barcelona
no han votado contra los toros. Han votado contra tres
españolistas de mucho cuidado como Picasso, Goya y García Lorca.
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