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Rodríguez
dice que si pudo traer las tropas de Irak, podrá llevar agua a
Valencia sin trasvase. Es demasiado modesto. Puede mucho más.
Había ya en Madrid un Jesús del Gran Poder que a los sevillanos
nos suena blasfemillo, porque no sale de madrugada, sino al
alba, con un periódico y una cadena de radio. Ahora hay un José
Luis del Gran Poder. Ha podido traer las tropas de Irak, derogar
el Plan Hidrológico, poner en marcha el entramado legal contra
la violencia de género, que dice la Real Academia que no es de
género, que es de sexo, aunque cada vez esté mas generalizada en
género, número y caso, en la declinación de los derechos de la
mujer. Ha podido más. Ha podido poner a Carmen Calvo de ministra
de Cultura sin pintores muertos por ataques de risa. Ha podido
inventar la medalla de ida y vuelta. Estaban los cantes de ida y
vuelta: la colombiana, la guajira, la milonga. Estaba la
arquitectura de ida y vuelta: la iglesia del Carmen de Cádiz es
un templo virreinal que se quedó por embarcar en el galeón de la
Flota de la Nueva España. Rodríguez ha podido inventar la
medalla de ida y vuelta, que le ha dado a Bono. Medalla que en
vez de banda de seda cruzando el pecho tiene una goma bastante
elástica, con un chip. Se las prendes al tío, el chip detecta
los movimientos orquestales de la opinión, y como la cosa esté
medio regularcilla, la misma goma, ¡zas!, devuelve
automáticamente la medalla a las manos que la han impuesto.
Y hay más poder todavía en manos de Rodríguez,
que no sé cómo no lo sabido vender. Hijos míos, no caigáis en el
pecado del PP, que quitó la mili obligatoria y, en pago por
tanta generosidad pacifista, los chavales se lo agradecieron
votando en masa al PSOE. La piedra de toque del gran poder de
José Luis ha sido otro José Luis. Ni los soldados de Irak, ni el
trasvase del Ebro, ni leches: el José Luis que ha podido quitar
por fin al otro José Luis, a José Luis Moreno, sí que es capaz
de todo. De llegar a la Luna si se lo propone. Pero no en un
cohete, sino a borricate de cualquier intelectual orgánico del
"No a la guerra". El PP, con toda su mayoría absoluta, no pudo
en sus ocho años de gobierno, de un plumazo, privar a los
españoles del refinamiento cultural y de los altos valores
artísticos de los pases de lencería masculina y las comedietas
de la gorda de los rulos en "Noche de fiesta" del sábado. De
haberlo hecho, los españoles se hubieran echado en masa a la
calle: "!Que vuelva Moreno!" Moreno era intocable. Ahora sé por
qué. La Casa Blanca estaba interesadísima en que Moreno no
perdiera su programa cultural del sábado. Bush personalmente
llamó muchas veces a Aznar: "No me vayas a quitar a Moreno, por
la gloria de mi madre..." Blair, en Downing Street no le hablaba
a Aznar de Gibraltar: era de Moreno. En todas las cancillerías
europeas no se hablaba de otra cosa. Ahora, como nos hemos
desenganchado de los americanos, finalmente Rodríguez ha podido
hacerlo. Ya no habrá más "Noche de fiesta". Hay que tener mucho
poder para desmontar un entramado así.
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