Ir a la página principal
Biografía y libros de Antonio Burgos
Los recuadros
El premio Cavia
El Romero Murube
Libro "Sevilla en cien recuadros"
Entrevistas con
A.B.
Correo
|
Entrevista:
«Los sevillanos me otorgaron el estatus de cofradía refugiada por obras»
«El palimpsesto de Burgos»,
por Angel Pérez Guerra
"Restauración periodística sevillana", por Julio Domínguez Arjona
Antonio Burgos regresa a ABC
"El regreso
del cofrade", por Jaime Campmany
"El Recuadro" recupera su sitio de honor a partir del
5 de septiembre
El escritor Antonio Burgos regresa como articulista a ABC y también en el
nuevo diario que el Grupo Vocento lanzará próximamente en Cádiz.
SEVILLA.Refiriéndose a ABC, el escritor
y articulista Antonio Burgos proclamó hace apenas ocho meses: «Menos la
primera comunión, yo lo he hecho todo en esta Casa». Así, casi iniciaba
Burgos su literario e inolvidable discurso de agradecimiento durante la cena
en la que recibió el Premio Joaquín Romero Murube 2003 por su emocionante
artículo «Farol de cruz de guía». Es cierto lo que dijo entonces, sin duda,
pero en sus palabras no cabía toda la verdad, pues las certezas de los
hombres se refieren siempre, necesaria y exclusivamente, al pasado o al
presente, nunca a lo que queda por venir. Y lo que Burgos, aún sin saberlo,
tenía entonces (y tiene ahora por delante) es mucho: nada menos que su
vuelta al diario donde se forjó, primero, como rotundo periodista de raza y
mil registros, y luego, como brillante y lúcido articulista hasta alcanzar
lugar de privilegio entre los escritores y comentaristas más influyentes por
su estilo y uno de los más destacados de todo el panorama nacional.
Aquellas palabras pronunciadas con orgullo en la Casa de ABC de Sevilla la
feliz noche del galardón, en la cual dijo sentirse «como cuando Joselito el
Gallo toreaba en el patio de su casa, la plaza Monumental», no albergaron
para nadie la menor sombra de duda de que con ellas no se podía dar por
cerrado un ciclo que Burgos inició como redactor-confeccionador de ABC en el
lejano año de 1966 y que, tras un breve paréntesis para participar en la
fundación del diario «Informaciones de Andalucía», en 1977, se prolongó
hasta mayo de 1990, ya como subdirector de ABC de Sevilla, después de haber
ocupado el cargo de redactor-jefe. Premio Mariano de Cavia de 1988 por su
artículo «Habanera gaditana para un Príncipe» y numerario de la Real
Academia Sevillana de Buenas Letras desde 1985 (en la que ingresó con un
discurso sobre el Patrimonio Inmaterial de Sevilla al que contestó el
profesor Olivencia en nombre de la corporación) , Antonio Burgos pasó, como
articulista en ABC, de ser un firme defensor de ese patrimonio inmaterial y
material sevillano y andaluz bajo el seudónimo de Abel Infanzón en la
sección «Casco Antiguo», a convertirse en una voz de referencia durante la
transición que aportaba un enfoque netamente andaluz y trascendente, cargado
chispa, hondura y calidad literaria, a los problemas nacionales que vivimos
en aquellos confusos y difíciles tiempos los españoles.
Sus artículos de la cincuentenaria sección «Sevilla al día», cuyos
innumerables lectores terminaron renombrando como «El Recuadro» (así se
quedaría para los restos), fueron, casi desde el comienzo, punto obligado de
conexión con las realidades cotidianas y con los grandes asuntos de fondo.
Su brillantez de estilo y su fina capacidad de observación de esos detalles
que a veces no advertimos los demás mortales, pero que constituyen a menudo
la mejor clave para penetrar en el fondo de la cuestión, terminaron por
proyectarle como el excelente cronista ciudadano que hoy le reconocen hasta
sus más encendidos discrepantes. ¿Y qué sería de un articulista sin unos
buenos discrepantes...? Es cierto, sí, que lo ha hecho todo en ABC (tal vez,
«menos la primera comunión», como él mismo dijo aquella noche del Romero
Murube), y que toda una generación de jóvenes periodistas que lo tuvo como
redactor-jefe o subdirector lo considera su maestro, pero acaso le faltaba
al Maestro Burgos... volver a ABC.
Estilo personalísimo
A la infinidad de sus lectores, que le conocen bien, les resultará fácil
imaginar que, dada su inagotable capacidad de creación, su personalísimo
estilo literario, su originalidad y erudición, su modo cercano y directo de
abordar cualquier asunto (a veces lírico, otras irónico), sus argumentos
siempre limpios e ingeniosos, su aguda forma de mirar cuanto le rodea y nos
rodea, sus latigazos de incuestionable sentido común (que, ya se sabe, es el
menos común de los sentidos), así como su declarado y profundo respeto,
lealtad y admiración por los valores que representan la larga trayectoria de
un siglo de ABC y la Institución que siempre defendió, impulsan a Antonio
Burgos en esta nueva etapa con bríos nuevos e ilusiones renovadas por su
vuelta a la Casa donde se alumbró y se consagró como el insigne hidalgo del
articulismo español que es desde hace décadas.
Antonio Burgos recupera el sitio de honor que le corresponde en las páginas
de ABC, tanto en su edición nacional como en ABC de Sevilla y,
simultáneamente, en las del nuevo diario que, muy pronto, el Grupo Vocento
lanzará en fechas próximas en Cádiz. Aunque en ABC, es cierto, Burgos lo ha
hecho todo, no todo lo que ha hecho ha sido en ABC. Su fuente creativa
resulta tan descomunal que se diría inagotable, como así lo ha venido
demostrando todos estos años en sus numerosos libros y en los varios miles
de artículos que, tras su dimisión como subdirector de ABC y articulista en
1990, ha sumado en otros muchos medios de comunicación, como Diario 16, El
Mundo, Época o la revista Hola, en los cuales ha seguido proclamando su
enorme talento e impartiendo su magisterio como escritor y articulista.
Ingenioso por rebosamiento y prolífico por dedicación y amor a la
literatura, ha publicado más de treinta libros, entre novelas, poesía,
ensayos, biografías y colecciones de artículos, así como obras de tan
difícil catalogación como la última, «Gatos sin fronteras», reciente éxito
editorial que ha superado ya la cifra de más de sesenta mil ejemplares
vendidos sobre la singular mirada a nuestro mundo de un gato «real» (en
todas sus posibles acepciones) llamado Remo.
Uno de sus primeros libros, el ensayo «Andalucía, ¿Tercer Mundo?»,
constituyó un aldabonazo para el resurgir del sentimiento autonómico
andaluz. Luego vendrían novelas como «El contrabandista de pájaros» (Premio
Ciudad de Marbella 1973), «Las cabañuelas de agosto» (Premio Ateneo de
Sevilla 1982) o «Las lágrimas de San Pedro», entre otras.
Evocación literaria
Autor de múltiples y originales ensayos sobre algunas de las principales
tradiciones de Andalucía (como su fundamental estudio sobre el léxico
cofradiero de Sevilla), su inmenso poder de evocación literaria y
sentimental le han conducido a publicar algunas biografías noveladas que son
tenidas por obras monumentales. Así, «Rafael de León, poemas y canciones»
(1980) y, más recientemente, «Curro Romero, la esencia» (2000) y «Juanito
Valderrama: Mi España querida» (2002).
Andaluz convencido de vocación universal, como muchos de los más grandes;
sevillano de nación y por grata asunción de ese destino, y gaditano de
elección y por nombramiento oficial como Hijo Adoptivo tras la petición de
las firmas de más de cinco mil ciudadanos de la Cuna de la Libertad, que ha
rotulado con su nombre el paseo de la Caleta que conduce al Castillo de
Santa Catalina, Antonio Burgos suma a todo ello una rara capacidad como
letrista inmenso, incluso del Carnaval gaditano del que fue pregonero en
1988, que nos ha regalado, entre muchas, esa obra cumbre de la poética
cantada que se titula «Habaneras de Cádiz».
Miércoles, 4 de agosto de 2004
ANTONIO
BURGOS: MAESTRO
Pocas noticias puede
proporcionar éste periódico que alcancen la relevancia y expectación
obtenidas por la vuelta a su recuadro de Antonio Burgos. Lógico si se trata
del personaje más leído, admirado y temido de cuantos en las últimas décadas
han escrito en Sevilla. Sus opiniones y comentarios logran tal difusión y
fuerza que difícilmente se puede llegar a conocer persona en la ciudad con
tan alto predicamento y por lo tanto, tan significativo poder. Sin embargo
no me referiré especialmente a ésta faceta del personaje, importantísima e
incluso fundamental en la historiografía de alguien que ve publicado
diariamente su trabajo, sino a esa otra más oculta y desconocida para muchos
que se asienta y discurre por las redacciones. Conocéis que desde hace años,
el singular periodista no escribía en ABC. Sus recuadros, en la mente de
todos los lectores de tan entrañable periódico, no eran reflejados en éstas
páginas y por los pasillos, salas y despachos del diario no se oían
oficialmente sus indicaciones, emitidas antes desde el prominente escalafón
ejecutivo donde se encontraban. Eran tiempos, meses e incluso años, donde el
nombre de Antonio Burgos no se veía vinculado con el día a día de éste
periódico. Pues has de saber, querido lector, que durante todo ese dilatado
y excesivo tiempo los trabajadores de ésta casa lo reconocían siempre por
«el maestro». No decían su nombre ni hacía falta conocer sus apellidos,
bastaba decir «el maestro» para que lo identificaran con absoluta claridad y
certeza. No estamos en tiempos donde sobresalga el agradecimiento y difícil
parece en nuestra sociedad reconocer méritos ajenos, mucho más cuando ya no
se depende de ellos y sin embargo, repito, cuando el personaje no trabajaba
en la casa, todos le siguieron manteniendo su singular, descriptivo y
magnífico reconocimiento. Ser docente es un orgullo pues el ser humano vale
lo que siente pero sirve en cuanto hace y en cuanto logra hacer para que los
demás puedan seguir haciendo, llevando incluso a cuestas la impronta de sus
propios sentimientos. Reconocerse alumno es ser consciente del valor que en
uno mismo han adquirido los conocimientos, las bases, los sentidos, las
formas y los modos transmitidos. Quisiera recordar ahora, en éstos tiempos
de magnífico reencuentro, a mi entrañable amigo Antonio de la Torre,
sentimental tonto de capirote como yo, genial amigo con quien compartía la
dicha de vestir túnica -negro ruan y estrecho cinturón de esparto amarillo-
cada tarde de Jueves Santo. Apasionado admirador de Antonio Burgos siempre
decía de él que era el mejor maestro que se podía haber tenido. Gloria, su
mujer, nos queda de testigo. Y también, como no, a la Señora, aquélla que en
vida tuvo por nombre María, querida y entrañable Hermana de Pasión, madre
del Rey de todas las Españas, la más forofa, vehemente, apasionada e
incondicional fan que se pueda concebir. Antes, desde su muerte, estaba en
el cielo; desde ahora también está en la gloria. Enhorabuena, director,
conseguido está no ya lo bueno, lo magnífico. Enhorabuena, hombres y mujeres
de esta casa y enhorabuena, Antonio. Pero sobre todo y por encima de todo
enhorabuena queridos lectores de ABC. El recuadro ha vuelto.
Sábado,
4 de septiembre de 2004
Antonio Burgos: «Los sevillanos me otorgaron el
estatus de cofradía refugiada por obras»
«En lo único que he cambiado es
que ahora escribo con ordenador»
Antonio Burgos, uno de los grandes
columnistas españoles, vuelve a ABC, cuyos lectores (a quienes conoce
«como si los hubiera parío») lo disfrutarán domingos y
miércoles en Madrid y todos los días en Sevilla
«Es como si Paco Otero desde su mesa de
subdirector en el otro mundo me estuviera diciendo de nuevo «Niño, hazte el
Sevilla al Día»». Burgos vuelve a ABC, y en capilla cuenta sus impresiones
-Despójese de los rubores y dígale al lector qué se siente al volver,
volver...
-Se siente el reecuentro, fundamentalmente. Y una especie de alquiler del
retrato de Dorian Grey en el cual no pasa el tiempo. Yo hace ya unos cuantos
años que no escribo en el ABC, pero para muchos lectores de ABC sigo
escribiendo en ABC. Es más, Álvaro Ybarra me comentó que en las encuestas
que hace el periódico sobre las preferencias de contenidos del lector se
incluyen a veces baterías de cuestiones acerca de por ejemplo qué
articulista le gusta a usted más. Y aún haciendo más de diez años que no
escribo yo en el ABC, los lectores de ABC siguen diciendo que el articulista
del ABC que más les gusta es servidor de ellos, lo cual significa una forma
de estar presente. Por tanto, es volver a encontrarse con unos viejos
amigos. Además, los viejos amigos de verdad, ésos que todos tenemos muy
pocos, se caracterizan porque a lo mejor hace tres o cuatro años que no los
ves y cuando nos volvemos a encontrar parece que hemos estado anoche mismo
hablando con ellos. No hay un hiato de distancia en el reencuentro, sino que
es simplemente otro acercamiento más de los muchos que se han tenido. Por
las cartas que he recibido, los correos electrónicos que me han puesto y las
llamadas de teléfono, veo que se trata de volver a hablar con unos amigos
con los que hace algún tiempo que no hablamos pero parece que hubiéramos
estado tomando café juntos ayer tarde.
-El hilo de comunicación de un periódico con sus lectores nunca se
interrumpe.
-El lector es más imaginativo de cuanto cree. El lector no solamente lee
aquello que hay en el periódico sino que a veces hasta lee lo que no hay en
el periódico. Para mí que los lectores de ABC han estado durante muchos años
leyendo artículos que no estaban en el periódico. Un compañero de curso de
los Jesuitas, Andrés Ollero, me ponía una nota en la que decía: «Aunque
debido a la inclemencia del tiempo hubo de refugiarse, el palio acabó
volviendo a su templo rodeado del calor popular». Pues algo de esto: cuando
una cofradía está refugiada, la gente sigue creyendo que está en la calle.
Por tomar el símil sevillano, aunque Santa Marta ha estado tantos años en
San Martín, para los sevillanos Santa Marta ha seguido estando en San
Andrés. Y cuando las Penas estaba en San Isidoro, seguía estando en San
Vicente. Quizá por la implicación con la ciudad, los lectores me otorgaron
el estatus de cofradía refugiada por obras. Esta entrevista forma parte de
la procesión extraordinaria del retorno. Solamente le falta, querido Ángel,
la banda de Pepín Tejera detrás.
-El carácter cíclico de la Historia parece haberse encarnado en Sevilla con
toda la fuerza del mito del eterno retorno. El suyo es un ritual muy
sevillano.
-Aquí se puede uno bañar dos veces en las aguas del mismo río. Yo veo todos
los viernes santos por la tarde bañarse al Cristo de la Expiración en las
aguas del mismo río. El mismo río el año pasado, hace dos años o el que yo
veía en el puente con Manolito Díaz Crespo y con Luis Arenas en aquello que
llamábamos la «universidad pontificia de Triana», la universidad del puente
de Triana donde íbamos a recibir clases de aquel trianero que dije yo una
vez que se llama Cristo de la Expiración porque es tan trianero que le falta
el aire en cuanto que deja el barrio. El retorno de lo vivido, que está
entre Neruda y Juan Ramón; por ahí queremos andar. Además, las grandes
fiestas de esta ciudad son el desafío contra el tiempo. Es ese sevillano que
al estrenar el Domingo de Ramos vuelve a tener los catorce años como cuando
se puso el primer traje o conoció a la novia que hoy es su mujer o la mañana
de la Virgen de los Reyes parece que los calentitos que está friendo la
sobrina de Juana son los mismos calentitos en el mismo aceite y el mismo
perol en que los freía Juana. Yo creo que esta ciudad es un continuo desafío
contra el tiempo. Ese lord inglés que está en la calle Sierpes vendiendo
relojes, que es el señor Sanchís, tiene cinco relojes puestos allí. Hay que
ver cinco veces la hora en Sevilla para ver el tiempo que estamos viviendo,
porque siempre o vivimos un tiempo de pasado o de futuro. Aquí siempre
estamos de cara a algo similar a la Expo, al metro, a la gran ilusión que
viene. Esta es siempre una ciudad entre la nostalgia y la ilusión que viene.
La noche de la ilusión no es sólo la del tópico de la cabalgata. Sevilla
siempre está viviendo una eterna noche de la ilusión de que le van a poner
algo en los zapatos. A veces se encuentra que el rey negro le ha traído
carbón. En este sentido entre el tiempo pasado y el que viene, el sevillano
anda por el tiempo y contra el tiempo como Pedro por su casa
-Esta vuelta al ABC puede tener también su peligro, que precisamente viene
de la mano del tiempo. El peligro, para mí, es pisar una mina de nostalgia
ilimitada, porque el Burgos de hace catorce años quiera imponerse al Burgos
de hoy.
-No, no. Burgos no ha escrito el artículo de las ministras del Gobierno
porque no está escribiendo este mes de agosto. Yo a veces me siento ante el
ordenador y tengo un cierto complejo de Enrique Ayarra ante los órganos de
la catedral. Los teclados del oficio son múltiples. Lo mismo se puede
escribir de que la pescadería del Arenal acaba de cumplir cien años que de
cómo nadie ha protestado del envío de tropas a Afganistán, cuando tanto se
protestó para que volvieran las que estaban en Irak. La guitarra del oficio
de escribir artículos en los periódicos tiene muchos trastes y cada día se
pone la cejilla en uno. Yo quizá haga artículos como del britapén, de amplio
espectro. Lo mismo me monto en el tranvía y le doy la vuelta «a la redonda»,
como se llamaba a la Ronda cuando había el tranvía, que me monto en el AVE y
veo a las ministras haciendo el ridículo en la Moncloa. Yo creo que hay que
tocar la guitarra con la cejilla puesta en todos y cada uno de sus trastes,
y hay que tocar el órgano aprovechando todos los registros y teclados que
tiene. No hay nada peor para un escritor de periódicos que ser
unidimensional. Yo también tengo la servidumbre de que habrá artículos que
se publiquen en Sevilla sólo y otros que se publiquen simultáneamente en
Sevilla y en Madrid. A mí escribir de política, ciertamente, no me gusta. A
mí lo que me gusta es escribir de los cinco sentidos de esta ciudad, del
tacto de Sevilla, del olor de Sevilla... Pero hay que escribir de otros
temas porque los directores a veces te dicen «¿y no vas a escribir de lo que
está pasando con el «todos con papeles» para los emigrantes ahora y
convertir a los empresarios en cómplices?» A mí naturalmente me apetece más
escribir de los malvas del atardecer pero eso es un lujo que no se puede uno
permitir todos los días, aunque yo he publicado una antología de artículos
que se llama «Artículos de lujo». Y hay que dar gracia a Dios que haya
directores, como en este caso Álvaro Ybarra y José Antonio Zarzalejos, que
le permitan a uno hacer literatura, eso tan raro en los periódicos.
-Le doy la vuelta a la pregunta. ¿En qué ha cambiado Burgos, qué distingue
al Burgos que se van a encontrar ahora los lectores del de sus últimos
artículos en ABC?
-Yo creo que no ha cambiado en nada. La leche sigue siendo de la misma
marca: Pascual. La guasa es marca de la casa. El estilo es el hombre. Yo,
como escritor de periódicos, y no como hacedor de periódicos, no tengo esa
dictadura contemporánea que se llama el libro de estilo de cada periódico.
Uno puede mantener su propio estilo gracias a que no tiene libro de estilo.
Lo único que cambia es que antes escribía a máquina y ahora lo hago con
ordenador. Pero eso los lectores no lo van a notar. Y que antes las erratas
me las ponía un linotipista, y ahora si hay faltas de ortografía me las
habré puesto yo.
-Usted ha hecho de Sevilla un género periodístico. Ha venido a decir hace un
momento que lo que le pide la pluma es escribir de Sevilla, y nada más. Hay
algo en esta ciudad que capta a determinadas personalidades de los más
diversos campos y las atrapa, facilitándoles un veneno que debe de ser obra
de algún nigromante. Me estaba acordando de reyes como San Fernando, Alfonso
X, Don Pedro el Cruel, que se dedican a la guerra, a recorrer los campos de
Castilla y de Andalucía sin dormir dos noches en la misma cama, pero que
cuando llega el momento del testamento señalan sin vacilar a Sevilla para
descansar. Me imagino que se habrá preguntado muchas veces qué tiene
Sevilla.
-Cuando usted estaba empezando a explicar el concepto yo pensaba que quizá
la flor de Sevilla no sea ni el jazmín ni la dama de noche ni el naranjo en
flor del tiempo de tambores y de incienso. A lo mejor Sevilla es una flor
carnívora. Y me parece recordar que eso lo dice Joaquín Romero (ahora que
hay tantos partidarios y tantos exégetas suyos, cualquiera de ellos lo sabrá
decir mucho mejor que yo). San Fernando fue consumido por esa flor carnívora
entre los olores del alcázar de mayo en que murió. El rey sabio también. Y
hablando de reyes, otro gran enamorado de Sevilla fue Don Alfonso XIII, y
ahí está la magnífica anécdota de Fernando Real Balbuena, el guarda mayor
del parque que le puso una multa por cortar un rosa. Hay un tipo de
personaje -yo lo conozco de cerca porque tengo alguno en la familia- muy
interesante, que es el extranjero que llega a Sevilla cuando el 92, se
enamora de Sevilla, se queda en Sevilla o se casa con un sevillano. Por
decirlo en términos de Fernando Villalón, Sevilla es una inmensa isla del
Guadalquivir donde se han quedado los moros que no se quisieron ir. Moros
rebautizados, como ese que echa flores a los novios cuando se casan, o las
chinas de las flores de los veladores de las terrazas de la noche. Hablamos
siempre del rey sabio o de San Fernando, pero cuántos y cuántos tenemos en
Sevilla. Sevilla es flor carnívora que te acaba devorando.
-A usted hasta ahora le ha dado mucha tregua.
-En el fondo, todos tenemos una relación de amor-odio con la ciudad. Porque
uno con la mujer que quiere se está peleando continuamente. Todos los que
queremos a Sevilla nos estamos peleando continuamente con ella. Después
decimos que es la ciudad de nuestra vida, pero nos da muchos disgustos.
-En todas partes, pero en Sevilla quizá más, ¿el humor es la tabla de
salvación?
-El humor es la autodefensa. En Sevilla, en La Habana, en Cádiz, en ciudades
donde hay el arte de la guasa, que es el arte frente a la adversidad. Eso
dicen que es frivolidad, enfrentarse a la tragedia haciendo un chiste de
ella. Yo creo que es una resistencia del espíritu ejemplar. El humor es una
forma de resistencia.
-¿Cómo se conquista a España desde Sevilla?
-Me parece muy generoso por su parte decir eso. Yo simplemente he intentado
seguir el ejemplo de Delibes en Valladolid y de Pemán en Cádiz. Que creo que
no son malos ejemplos. Si tú tomas como universo a tu ciudad, y estás viendo
al mundo reflejado en tu ciudad, eso traducido a artículo de periódico tiene
el interés de que los que los escriben en Madrid todos son invitados a cenar
por los mismos ministros, todos son intoxicados en los mismos desayunos de
trabajo, a todos les cuenta el amigo el mismo rumor cuando están tomando la
copita. Si tú escribes desde la bendita y gloriosa periferia, tu voz es
distinta. Te podría citar también a Manolo Vázquez Montalbán en Barcelona.
En Madrid todos están tirando desde el punto de penalty. Tú, desde aquí
tienes que tirar a puerta haciendo una parábola desde el corner. Meter goles
en parábola desde el corner, que es lo que hacemos los que escribimos desde
fuera de Madrid cuando hay setenta tíos en el punto de penalty sólo lo hacía
Rogelio o tantos y tantos mitos de mi Beti gueno.
«Lo más interesante de la vuelta a
ABC son los tiempos verbales»
-¿Qué ha aprendido en la «ausencia»?
-Yo he estado escribiendo en Diario 16 y en El Mundo, y tengo mucho honor en
decirlo en esta entrevista, y de agradecer a Francisco Rossell que me
ofreció la oportunidad de que no perdiera los lectores. Pero quizá lo más
interesante de la vuelta a ABC son los tiempos verbales. Esto es una vacuna
contra la nostalgia y la bomba personal que citaba usted antes que lo puede
dejar a uno como el Cojo Huelva. Yo hasta ahora escuchaba mucho en los
lectores el pretérito perfecto y el indefinido. Me decían «yo le he leído
mucho a usted» y «yo le leía mucho a usted». Me parece que recupero el
presente y que ahora los lectores me volverán a decir «yo le leo a usted».
-Pero volver a ABC ¿no le obliga a cambiar la música?
-La Coca Cola siempre es Coca Cola ya esté la fábrica en Atlanta o al final
de la autopista de San Pablo.
-¿No hay que adaptar ninguna clavija?
-Las manzanillas ya viajan bien. No es como antes, que río arriba se
remontaban.
-Hablaba en la entrevista de «Sevilla entre dos voces» de ABC como el
periódico institución de Sevilla. Eso impone mucho respeto, ¿no?
-Se lo impondrá a otros. Pero como yo he estado tantos años en esa Casa, y
como ya dije al recibir el premio Romero Murube menos la primera comunión lo
he hecho todo allí, porque le tengo respeto al ABC no me impone respeto. Me
conozco a mis clásicos, que son los lectores de ABC. A algunos de ellos los
conozco como si los hubiera parío.
-¿Abrirá fuego con Sevilla o con otros temas?
-Abriré fuego el 5 de septiembre, con lo que me haga hervir el agua del
radiador el día 4 de septiembre. Usted habla de la nostalgia, pero hay veces
que mi mejor motor para hacer un artículo es el cabreo. A mí los artículos
que más redondos me salen son los que estoy muy cabreado por una cuestión.
Así que no sé si iré por la nostalgia o por el cabreo. Probablemente iré por
el cabreo. Porque asuntos para cabrearse en España no faltan. Sobre todo
ante el hecho de que ahora están en el poder unos señores que antes no
pasaban una y a los que ahora se pasa todo. Otros dicen que perplejidad. Yo
siento tanto cabreo que entonces sale la famosa leche.
-Pero además, en Sevilla se superponen los tres niveles de poder en las
mismas manos.
-Eso puede ser bueno o puede ser malo, pero desde luego es bastante
aburrido. Y sobre todo, que aquí tenemos todavía por hacer la prueba del 9
de la democracia, no ya en Sevilla sino en Andalucía. Y te habla quien le
enseñó una vez a Rojas Marcos cómo era la bandera de Andalucía o quien le
dio a leer el Ideal Andaluz o quien fundó aquello que se llamaba CPSA, que
después devino en el andalucismo. No sabemos si los males de nuestra patria
son los males de la autonomía, ante esta frustración general que hay de
aquello que fue el espíritu del 28 de febrero que ya está en el baúl de
Karina, o son los males del único proyecto político que ha llevado a la
realidad esa autonomía. Si la democracia es traspaso y alternacia en el
poder dentro de la normalidad sin que se hunda el mundo, aquí en Andalucía
no ha habido alternacia en el poder. No sabemos cómo sería la Junta de
Andalucía administrada por los andalucistas en exclusiva, o por el Partido
Popular o por Izquierda Unida. Eso es algo inédito. A mí me hace que pensar
mucho que yo cuando tenía 25 años no había conocido otra cosa que don
Francisco Franco en el poder. Ahora hay andaluces de veintitantos años que
no han conocido otra cosa que a don Manuel Chaves en el poder. Una
perpetuación del poder de esta naturaleza, yo, que soy un viejo liberal,
creo que para la democracia en sí no es precisamente bueno. La Diputación de
Sevilla, desde que se fue el último presidente franquista ha tenido siempre
uno socialista. Sevilla está falta de alternancia en el poder. En el
Ayuntamiento ha sido muy positiva esa alternancia. Por lo menos, podemos
comparar. Sevilla ha tenido grandes ex alcaldes.
Sábado,
4 de septiembre de 2004
EL PALIMPSESTO DE BURGOS
No ha pasado el tiempo. Acabo de verle
salir de su despacho, frente a mi mesa de continuidad, a las dos y pico de
la tarde, con una chaqueta de cuadros añiles, unos papeles bajo el brazo y
el habitual «hasta luego» seguido del sonido de aquella puerta de muelle
de Cardenal Ilundáin. La Redacción quedó sumida en un extraño silencio. No
había nadie más. La puerta del subdirector, abierta, como casi siempre; la
luz encendida; cada cosa en su sitio. La Virgen de los Reyes presidiendo.
Los cuadros coloristas burgueses y finiseculares de un postcostumbrismo
impresionista con estampas de muchachas risueñas en flor, el muelle
trianero de Sanlúcar y alguna escena taurina parecían intuir el «adiós»
que aquel «hasta luego» llevaba encerrado. Acababa de salir por la puerta
grande de ABC de Sevilla el mejor periodista que ha tenido Andalucía.
Tardaría catorce años en cruzar ese mismo umbral, trasladado a la isla de
la Cartuja, donde Colón descubrió que tenía que descubrir América.
Lo estoy viendo liado con la única tarea que anteponía a todo en el
periódico: repasar y corregir las galeradas de sus artículos, pasando un
listón de plomo línea a línea. Los llevaba siempre escritos de casa, pero
sabía que la última palabra, sobre las letras de molde de la linotipia, la
debe tener el autor. Tenía el ABC en la cabeza, solito a solito, grabado a
grabado, corondel a corondel. Su portentosa memoria histórica —«Los
elefantes de África vienen a consultarme», comentaba de vez en cuando— le
autorizaba como azote de políticos y última esperanza de amantes de
Sevilla. Si alguna vez Andalucía fue algo más que una comunidad autónoma
se lo debe a este periscopio inquieto en el piélago proceloso comprendido
entre Ayamonte y Pulpí.
Enciclopédico, volteriano, sentimental, entrenado en un autodominio
mineral, señor de la pluma (y que no me malinterprete nadie, que estamos
en Sevilla), con algo de Visconti y otro algo de Woody Allen (nada de
Saura ni de Bergman, por supuesto), ¿qué les voy a contar a ustedes de
este escritor de periódicos que no ha querido privarse ni de la
experiencia de la parábola en el tiempo que ha sido esta eterna ausencia
con final feliz? Ha consagrado su vida a escribir el palimpsesto de
Sevilla hasta lograr dar su nombre a la piedra de Roseta que todos debemos
emplear si queremos desvelar algunos secretos del idioma que usa la ciudad
desde la noche de los tiempos para comunicar al Universo su clave del arco
de la arquitectura que Burgos siente como si formara parte del urbanismo
de su propia psicología.
Desde mañana, me sentiré como el discípulo que recupera a su maestro en
las mismas aulas donde escuchó, con veneración, su voz cuando era aprendiz
de este oficio. No quiero que se encuentre incómodo con esta hagiografía
de urgencia que escribo como si se tratara de aquellos textos impresos a
espaldas de la iconografía de los santos que nuestras abuelas ponían en
nuestras manos. Aquellos panegíricos apuntalaron nuestras clases de
lectura y los dictados de los que más tarde comeríamos algunos. Para que
no le abrumen los requiebros, le diré que no veo en él al ampuloso titular
de cátedra que alecciona cada día a su clientela universitaria, sino al
menestral (aprovecho las resonancias familiares) que tuvo a su cargo la
formación de unos artesanos confiados a él por el gremio, que bien podría
ser el de toneleros. Mañana me quitaré veinticinco años de encima, volveré
a abrir el trapo de las herramientas y los ojos con la avidez de quien
sólo tiene ilusión en las alforjas, y saludaré con respeto, admiración y
mucho afecto a quien me enseñara a vaciar cada mañana el bloque de mármol
en bruto que es un folio en blanco para darle con la lengua forma del
recreo artístico, como aquellos prismas a medio tallar por Miguel Ángel
que en Florencia nos muestra la Academia. Sal del aliño sevillano, aceite
del humo del Postigo, que despierta el apetito de vivir en Sevilla,
fritura de los soldaditos de Pavía que resucitaron a la otra zapatera de
Sevilla, que suene ya la marcha real porque, como tenía que ser, ha
entrado el último varal sin que toque una perilla, y ya podemos respirar
tranquilos, que otra vez le tenemos en casa.
Lunes,6 de septiembre de 2004
EL REGRESO DEL COFRADE
MI cofrade Antonio Burgos, Hermano Celador de
Gozos y Festejos de la Cofradía de la Columna, de la que él me hizo
graciosamente Hermano Mayor sin otros méritos que el de la senectud
laboriosa, ha regresado al templo catedralicio del venerado CristoTitular.
Ojalá no se hubiera ido nunca de él, pero es larga la carrera de la
procesión y en ella siempre hay algún cofrade que da tumbos, atado a la
columna, y alguna vez recibe palos de ciego.
Recuerdo que cuando César González-Ruano regresó a esta Casa después de
engalanar otras, entre ellas aquella en la que yo aprendía esgrima de
estilográfica, escribió una «tercera» para celebrarlo donde contaba que
había parado un taxi (César era muy del taxi, tendrían que haberle hecho un
homenaje los taxistas), se subió y cuando el conductor le preguntó que a
dónde le llevaba, con la mayor naturalidad dijo: «Como siempre, al ABC».
Antonio Burgos, para volver, ha recordado el cuentecillo de la vieja señora
que en trance de muerte escucha las palabras consoladoras del confesor. El
buen cura le dice, más o menos, que se alegre, que como ella ha sido buena y
caritativa irá derecha al paraíso y allí disfrutará la felicidad de ver a
Dios y de escuchar el cántico de los ángeles y los arcángeles. Y la
viejecita comenta: «Sí, padre, pero como en casa de una...».
Se habrán alegrado, claro, los lectores del ABC, nos hemos alegrado los
ancianos del lugar y también los jóvenes, y habrán sonreído de contento las
Vírgenes de Andalucía y las del resto del Estado. «Ja soc aquí», le habrá
dicho a la de Monserrat. Me refiero a las Vírgenes que están en los altares,
que yo creo que de las otras no andamos demasiado sobrados desde hace ya
bastante tiempo, aunque no es cosa de lamentarlo porque llegó un momento en
que, según dicen, había once mil vírgenes, toma nísperos, y yo pienso, Dios
me perdone, que llevar la virginidad más allá de la desgana, o es virtud de
renunciación o es abrazar el martirio.
De la vuelta de Antonio Burgos a estas páginas se habrá alegrado también mi
hija Laura, la pequeña, la poetisa, la de Bruselas, la del mus y la de la
hija chinita, que tiene devoción por las letras de Antonio, sobre todo por
las del libro de los gatos, la historia del gato Remo («Gatos sin
fronteras»), porque ella tiene una gataza soberbia, presumida y sabia, que
se llama Holanda y que le hace regalos. Un día le dejó junto a la cama el
obsequio de un pajarillo muerto que había cazado en el jardín, y mi hija
escribió un poema emocionante que termina así: «Al verlo, me imagino que he
llorado, no por él, ni por mí, sino por miedo a aceptar cierta clase de
regalos».
Y ya que he hablado de vírgenes, contaré que a esta hija Laura, cuando
apenas tenía cinco años, que ya era repipi y soleta, tuve que explicarle en
versión infantil la circunstancia de la virginidad. «Entonces yo soy
virgen». Por la tarde, en el Hipódromo, su madre y yo la vimos correr
gritando: «Soy virgen, soy virgen», y miramos hacia otro lado. Un cura de
sotana, habitual de las carreras, que estaba junto a nosotros comentó: «Será
la única del Hipódromo, incluidas las yeguas». Ya sabes, Laura, dile a tu
gata, tal vez virgen, que ha vuelto Antonio.
|