Bien
está lo que bien acaba, pero de sustos, Soledad Becerril, hija, por favor, ni uno más.
Es que contigo no ganamos para sustos. La tarde que Antonio Tejero entró pegando tiros en
el Congreso y por la radio se oía el triquitraque de las metralletas de los picoletos,
recuerdo que Isabel, tu compañera de Antares, me llamó alarmadísima al periódico:
-- Has oído los tiros del
Congreso por la radio, ¿no? Y lo malo es que Soledad tiene que estar allí arriba en el
estrado...
Menos mal que aquellas
escopetas no las cargó el diablo, y que los tiros dieron todos en el techo, para que
ahora los puedan admirar los escolares en sus visitas, como estalactitas del fascismo en
la gruta de las maravillas del Rey que paró el golpe, para que digáis los republicanos,
oh Gómez Marín, que los Reyes no dan ni golpe: no sólo lo dan, sino que los paran.
Soledad, como marca su baraca, que la echaba yo a pelear con la baraca de Aznar, salió
indemne del alboroto y del tiroteo de Tejero aún estando allí arriba al ladito del tío
del bigote y el nueve corto. Suspiro de alivio de los amigos de Soledad, entre los que
tengo el honor de contarme hace muchos años, desde La Ilustración Regional nada
menos.
Luego, cuando los pajarracos
de la ETA hicieron anidar sus negros nidos en las espadañas de Sevilla, a Soledad la
tenían puesta en el mismo punto de mira desde el que apretaron el gatillo contra Alberto
y Ascensión. Y prepararon para ella solita un coche-bomba en los predios de Andrés Moro
el anticuario, con la baraca de que como aparte de asesinos son unos chapuceros, el chisme
no funcionó y Soledad, gozosamente, pudo contarlo y pudo darnos en las amargas horas de
la muerte del matrimonio Jiménez Becerril el ejemplo de entereza en el dolor que a tantos
hizo sentirnos orgullosos de nuestra alcaldesa.
Y ahora, puuuuuuuum, hagan
sonido de motores como lo hacía mi maestro Beni de Cádiz cuando contaba el lance de
Alfonso Guerra con el Mystere en la frontera de Vila Real do Santo Antonio... Ahora, el
secuestro del avión de Barcelona. Con la de aviones que hay por el aire, y con la de
gente que va en los aviones, para un avión que secuestran, allá va Soledad Becerril.
Otra vez el alma en un puño, cuando me llaman, como la tarde de los tricornios largos:
--- Oye, que han secuestrado
el avión de Sevilla a Barcelona y creo yo que va Soledad.
Y toda la mañana pendientes
de la radio, y pensando lo que hubiera dado el primer teniente de alcaldeso por haber sido
él quien hubiese ido en el avión camino de la cosa olímpica de Lausana. Y pensando
también como El Maravilloso sobre Juan Belmonte el 18 de julio:" Hay que ver la que
ha liado Felipe González para que las radios no echen humo con su comparecencia en el
juicio por los GAL..."
Pero el asunto era
aparentemente grave. Antes de todas esas bromas, piensas en que los pajarracos de los
nidos negros no paran, y quién saben si estrenan formas de jangás a la libertad. Claro
que pronto dejó de ser grave, para entrar los bartolinescos caminos cuando una radio dice
que Soledad ha llamado a María Beca por el teléfono móvil diciendo que no se preocupen,
que todo va bien. Aplicación estricta de la Ley Bartolín. Ya saben: la Ley Bartolín
dice que secuestro con teléfono móvil, ni es secuestro ni es ná, aunque sea un avión.
Pero estaba por medio la seguridad de todo el pasaje, con alcaldesa al frente. Quiere ello
decir que si iba a bordo Soledad, llevaba puesta su baraca. Por lo que todo tenía que
terminar bien, como acabó, y bien que lo celebro. Yo siempre he hablado del ángel de la
guarda de José María Javierre, que como saben un día se le va a declarar en huelga, de
la cantidad de trabajo que le da el cura. Pero anda que el ángel de la guarda de Soledad
Becerril tampoco está el hombre cruzado de brazos... Para que luego digan que los
andaluces no trabajamos. Aquí se hartan de trabajar hasta los celestiales ángeles de la
guarda andaluces.