A la alcaldesa de Sevilla le parece muy bien que los canónigos
hagan una cafetería en la Catedral, y que levanten una entreplanta de más. Los
canónigos hacen siempre con la entreplanta lo que les sale de la entrepierna. Las cadenas
de fuero que rodean las Gradas del ex-primer templo cobran ahora todo su significado,
porque allí cobran hasta el significado. Dicen esas cadenas que el Rey mandará en el
llano, pero que en la sierra de este puerto de arrebatacapas corales mandan sus
ilustrísimas y el deán, encabezados por el sucesor de San Isidoro, que seguro que se ha
hecho con la sede isidoriana un sillón de escai, del mismo modo que convirtió en
Magefesa el báculo de San Leandro. Las cadenas de fuero de la Catedral representan el
forro de los cojines de los asientos del coro, por donde los canónigos se pasan a toda
autoridad civil, porque su reino no es de este mundo; es del Banco Bilbao Vizcaya.
A la alcaldesa de Sevilla le
parece muy bien que los canónigos recen en el coro el recitado del catón comercial de la
ce con la a, ca de Catedral y también ca de catering, ca de cafetería, y ca del
Catunambú que quieren poner allí. Es lo más normal y lógico. La Catedral, enriquecida
por generaciones de sevillanos con sus donaciones y con su fe, acrecentada en su esplendor
de Magna Hispalense por la devoción de los fieles, es desde 1992 una especie de ninot
indultat de la Expo, el único pabellón que no derribaron y donde continúan los
tíos de los calzones cortos, las sandalias, la mochila y la botella de agua mineral
haciendo cola y apoquinando. Lo que en otro tiempo fue templo, ahora es museo. Y al primer
museo de Sevilla va a diario Juan Miguel a recoger la taquilla del dinero y del parné.
Los museos tienen taquilla, tornos, entradas, catálogo, horas de visita, conservadores,
vigilantes, vallas para encauzar las mangadas de turistas y cafetería. Al Museo del
templo desvinculado en la nueva Desamortización que promueve la propia Iglesia le faltaba
la cafetería. Yo creo que la alcaldesa se ha quedado corta. ¿Por qué sólo cafetería?
¿Por qué no también restaurante? En cuanto a la entreplanta de más, hacen lo que el
poder civil. ¿No se ha cargado la Junta el jardín de la Casa Sundheim sin que nadie diga
nada? ¿No están tirando media Sevilla histórica sin que abran la boca? ¿Qué de más
tiene que hagan una entreplanta? ¿Sacó acaso el Cabildo del ex-templo licencia de obras
para hacer con el Giraldillo lo que le vino en gana, ante la desidia de esta ciudad sin
pulso y sin memoria? ¿Tuvo coraje acaso Bellas Artes de la Junta para meterlo en verea?
Vi el otro día la
portada de un periódico sevillano y me harté de reir. En plan coñonrao denuncian muy
airados a los canónigos por la entreplanta. Ahora... Se ve que los canónigos no han
pasado por taquilla, como pasaron los maestrantes cuando querían hacer un bujero en
la plaza de los toros y desde aquel mismo periódico no sólo les tocaban las palmas de
clac, en plan Diamante Rubio, sino que intentaban callar la boca a quien no tragara por lo
que otros habían cobrado. Nada, lo que tienen que hacer los canónigos es pagar donde se
paga para que se jaleen estas cosas, como Manolito el del Giraldillo, hacer una
entreplanta, o dos, y dejarse de cafetería. De cafetería, nada. Un bar, una cafetería y
un restaurante es lo que tienen los museos como éste del que viven unos señores que
salieron divinamente retratados en el relieve de los mercaderes del templo que hay en la
Puerta del Perdón.