Lo que más me gusta del Estadio
                Olímpico es la filosofía de su ingeniero, José Luis Manzanares: que Sevilla está
                capacitada para la técnica como la ciudad más avanzada. O más. Y me encanta la suprema
                discreción de sus arquitectos, Cruz & Ortiz. Pasan tan inadvertidos, que parece que
                el estadio lo hubieran hecho los políticos, los de la Junta de albañiles, los del
                Ayuntamiento de encofradores. En el Estadio Olímpico se ha hablado de todos: de los
                políticos que quieren hacer la campaña a su costa; de los ministros que vienen a chupar
                cámara llevando las carreteras hasta lo que otros hicieron y pagaron; de los que fueron
                anoche al palco regio.. Apenas se ha hablado de sus técnicos. Que han conseguido tiempos
                de marca, marca olímpica. O marca Triana, como Manzanares.
                Son las paradojas de Sevilla. Es de Triana, a la orilla del
                Guadalquivir, y se llama Manzanares. No les extrañe, pues, que escriba sobre él, desde
                Sevilla, uno que se llama Burgos. Es la geografía loca de la toponimia de esa media
                Sevilla que viene de judíos que se hicieron cristianos viejos de ojaneta adoptando por
                apellidos topónimos castellanos. Desde Triana, siempre en la banda derecha del río, la
                banda del toreo, la banda de las hermandades históricas del Rocío, Manzanares ha liado
                un lío importante llamado Ayesa. Otros trianeros, cuando se llaman Emilio Muñoz, forman
                un lío y salen por la puerta del Príncipe, desde donde los llevan hasta el puente. La
                Puerta del Príncipe de este trrianero es hacer esos puentes, como el del Cachorro, del
                que dije en el "Diccionario Secreto de la Semana Santa" que era una saeta al
                Cristo de la Expiración en forma de puente. Una saeta por Vallejo, pero no Vallejo el
                cantaor, sino Vallejo el de los toldos.
                Manzanares vive en esa parte de Triana a la que llaman Los
                Remedios, uno de los cuatro puntales finos que sostienen al Arrabal y Guarda. Tiene su
                estudio y su tinglado de Ayesa en la banda trianera. En la banda trianera hizo el puente
                del Cachorro. Y en la banda trianera ha hecho ahora el Estadio Olímpico. Como trianero
                antiguo de aquellos embarcados en los vapores de Ybarra, coge río abajo y como en la
                canción de María Dolores Pradera se va del puente a la alameda, del puente de Triana a
                la Alameda limeña y virreinal de Chabuca Granda, para hacer en Perú autopistas, presas y
                lo que se tercie. Siendo un Japón de Coria, es normal que haya llegado al Perú, como los
                Japones de Tokio, porque es sabido que la gente de Triana vale un Perú. 
                Y como la gente de Triana antigua sabía tanto de velas y
                de toldos, y Manzanares es hombre de tradición del barrio, les revelo que ha puesto su
                atrevida cubierta del Estadio como si colocara una vela en la casa de su madre, en la
                calle San Jacinto. Habrá habido en el proceso de construcción del Estadio un momento
                estrictamente de novela trianera de José Andrés Vázquez, cuando Cruz y Ortiz, mirando
                hacia la cubierta, le dijera a Manzanares y a la cuadrilla de técnicos de tejidos
                novísimos y de tecnología punta:
                --- Niño, echa la vela...
                En esta Sevilla tecnológicamente a dos velas, donde lo que
                vende es el topicazo de la fiesta y del miarma, Cruz, Ortiz y Manzanares han hecho una
                raya en el agua, al demostrar que somos capaces de lo que sea, que lo hacemos mejor que
                todos los europeos juntos, más rápido y más barato. En el caso de Manzanares, ni que
                decir tiene que esa raya es en el agua del Guadalquivir cuando pasa junto a la capilla del
                Patrocinio. Cuando Gil hable del Estadio del Manzanares se van creer que es el del
                trianero José Luis.