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Como
siempre que hablo de la manzanilla la escancio literariamente en
una caña, que no en copa y mucho menos en catavinos, un
bodeguero sanluqueño me ha mandado una caja con una docenita de
estos vidrios tan antiguos como nuestros.
-- Vaya mangazo que ha pegado
usted, mi querido amigo --dirá al punto Carlos Herrera cuando
esto leyere.
-- No tanto como los que usted
pega, maestro --habré de decirle cuando lo oyere decir tal.
Que tengo a mi dilecto don
Carlos Herrera por decano de la Facultad de Ciencias del
Mangazo, que es una ciencia como otra cualquiera. Una ciencia si
no exacta, al menos aproximativa, que tiene hasta sus escuelas.
Está por un lado la escuela benedictina, la de Beni de Cádiz,
que sentó cátedra, pues estableció académicamente las
diferencias entre "mangar" y
"trincar", siendo el mangazo en especie y el
trinconeo en numerario. Lo cual ha abierto mucha luz a los
ávidos mangones de la Corte, quienes confundían
lamentablemente mangazo con trinconeo, en los apócopes "mangui"
y "trinqui" con que ellos los nombran, en lo que
también ha creado escuela, al benedictino modo, mi compadre don
Alfonso Ussía y Muñoz-Seca, más Muñoz-Seca que Ussía, y que
de mayor quiere ser andaluz, para lo cual admite todos los
trinconeos que le ofrezcan para venir a dar una conferencia y,
de paso, mangarle unos langostinos a Curro Romero, que es su
gran especialidad. Lo que hace bien Ussía no es escribir del
Marqués de Sotoancho, pese a bordarlo, sino mangarle
langostinos a Curro y además, en Oriza, no en Mariscos Emilio.
Pero íbamos por las cañas,
que se vuelven lanzas de teoría del mangazo cuando te las
ofrece un bodeguero sanluqueño. Deberíamos volver a las
cañas, ya que Sevilla ha sido dada por perdida por los
bodegueros de Jerez y ha vuelto a la antigua observancia de la
manzanilla. No había razón para que en Sevilla se bebiera
tanto jerez, que no rima en consonante, como manzanilla. Sevilla
rima con manzanilla. Bebiendo manzanilla, la ciudad le da el
trabajo hecho a Juan de Dios Pareja-Obregón para sus pregones
taurinos y se lo pone tirado a los letristas de sevillanas. Y ya
que se bebe manzanilla, bebámosla como mandan los sanluqueños
cánones: en una metáfora. Sí, beber manzanilla en una caña
es beberla en una metáfora, en un verso de un poema del
novelista Caballero Bonald, o de Antonio León Manjón, o de
Manuel Barbadillo, el del himno de la manzanilla, tú eres
rayito de sol. La caña de cristal es, al fin y al cabo, una
metáfora de los cañaverales. Oro de Sanlúcar dentro de una
caña de plata. Cuestión en la que, como siempre, el
Diccionario de la Academia, con su habitual desprecio para las
cosas de Andalucía, ni se entera. Dicen sus excelencias los
académicos sobre la caña: "Vaso de forma cilíndrica o
ligeramente cónica, alto y estrecho, que se usa para beber vino
o cerveza." ¿Pero es que no conocen ustedes la manzanilla,
señores académicos? ¿Y no saben vuecencias con su tanta
ciencia que la caña nació a la medida exacta del frescor de la
manzanilla sanluqueña, y que echarle vino es un sacrilegio,
como es una profanación llamar caña a la de cerveza? Estos
Regaderas es que no se enteran. Porque en su mismo libro gordo
de Petete García de la Concha, al definir la cañera, bien que
dicen que es de aquí y de manzanilla, y con la "And."
de Andalucía por delante: "And. Utensilio en forma de
doble bandeja, con agujeros en la parte superior para sujetar
las cañas o vasos del vino de manzanilla al servirlos".
Léanlo del tirón, y que no se entere Pepe Peregil. Porque como
Peregil lea con detalle eso de "vino de manzanilla",
manque en minúscula, va a poner en su próximo libro que hasta
la Academia dice que la manzanilla no es de Sanlúcar, sino,
como su mismo nombre indica, de Manzanilla. Y en ese caso,
Herrera y servidor nos vamos a quedar sin pegar nuestros
clásicos mangazos sanluqueños.
Sobre la manzanilla de
Sanlúcar en El RedCuadro:
La manzanilla, sin embajador
La manzanilla de Aznar
Elogio de Sanlúcar
El rebujito
Mojito sanluqueño
Una confusión de manzanilla
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