ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


 

ABC de Sevilla, 3 de abril de 2017
                               
 

Romance para el pregonero

El romance que comienza, los versos que aquí se inician, pueden parecer a ustedes una pretensión ridícula, el mayor atrevimiento que cualquiera se imagina, Vamos, como aquel que fue de trabajo a la vendimia y llevó uvas de postre, se las puso su legitima en el canasto que usaba para llevar la comida, pues como saben ustedes restaurantes en las viñas no suele haber y no encuentras que por cinco euros te sirvan, con su vino, pan y postre ese buen menú del día.

Mi atrevimiento, señores, verán no tiene medida: dedicar este romance tan pobre y torpe de rima, dedicarlo a quien ha dado tan gran pregón a Sevilla; a quien domina los versos lo mismo que el que respira; a quien el vello de punta puso a todo el que lo oía; el que cogió, penitente, la cruz de su cofradía y al hombro se echó con ritmo, compás y flamenquería. De Aquella Que Está en San Gil cualquiera hace poesía; pero a ver qué romancea usted del Tiro de Línea como ayer lo bordó Alberto, lo bordó Alberto García, demostrando al auditorio y al que la tele veía que lo de Reyes no es gratis, que es gracia definitiva, que igual que a Sierra Morena qué bien los nombres ponían a Alberto le puso Reyes la madre que lo paría. Pues tiene sangre de Reyes, como la copla decía, este Alberto en cuyas manos, con compás, con armonía, salieron casi dos horas, maravillas a porfía. Y fueron casi dos horas que la baba se caía, cuando hablaba del Señor, cuando hablaba de María, cuando evocaba la bola que usted de niño tenía y evocaba los colores de aquella cera que ardía, el rojo sacramental o el azul Carretería.

Cuando al llegar la Piedad se metió en la torería, con la muleta a la izquierda, con la palabra precisa, citando hierros y encastes, nombres de ganaderías me alegré de no haber ido, de escucharlo como el día que oí a Rodríguez Buzón en aquella sastrería, con mi padre trabajando y con la radio encendida. Si hubiera ido al teatro, quizá en primera fila, no se me habían venido estos recuerdos encima. Yo lo escuchaba en la radio, en mi transistor de pilas, una Sony japonesa, muy cómoda, chiquetita. Y oyendo aquellos portentos que desgranaba y decía mi querido García Reyes, otra radio parecía. Era una radio de válvulas, la radio de marca Invicta que mi padre en el taller, su taller de sastrería, siempre tenía enchufada a las niñas que cosían y al oficial que planchaba. Y recuerdo que aquel día nos trajo del San Fernando una cosa bien distinta aquella radio que evoco, alfayate, en tu Avenida: era Rodríguez Buzón llevando Caballerizas y llevando calle Sol, y llevando mariquillas, "Pero como Tú, ninguna", y eso que era tirillita, es decir, que era del Valle...¡Pero cómo lo decía!

Y tengo que confesarles una confesión muy intima. Que escuchando en mi escritorio por la Sony ya descrita, aquella emoción de Alberto, aquella fe tan sentida, aquel modo de llevar con compás de bulería todo aquello que escuchar, escuchar quería Sevilla, me pareció ayer mañana que era por la radio Invicta por la que se oía el pregón. Y el corazón corregía: que no es del Maestranza esta emoción tan sentida, ¿no te suena al San Fernando, a Antoñito Cofradías, no suena a Don Pedro Braña esa "Amargura" que inicia este pregón que es la gloria, la que Herrera anunciaría? Te advierto, Carlos Herrera, que tu aviso ya no avisa: "Sevillanos, a la gloria" creo yo se refería a que un día a García Reyes ese atril escucharía. Que la gloria estuvo allí, que a canela y clavo olía, y a ramita de romero, porque trasminó Sevilla. Yo no estuve en el teatro. Con la radio te imaginas mucho mejor los prodigios y el de ayer, ni te imaginas. Oyendo tanta belleza majara se me volvía la radio, que no era el Sony: era la vuelta a la vida del aquel pregón de Buzón que en la vieja radio Invicta yo oí con el alfayate que se fue al Cisquero un día a pedirle me dejara un rato más en la vida. Perdona el atrevimiento, ay, Alberto, carnes mías, pero ayer sesenta años tú me quitaste de encima: yo ayer volví al San Fernando y a un taller de sastrería donde sonaba Buzón por la vieja radio Invicta.

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