ANTONIO BURGOS | EL RECUADRO


ABC de Sevilla,  22 de octubre  de 2020
                               
 

Año 20 d.C.

La idea, como no podía ser de otra manera, se le ocurrió a un currista. Al fotógrafo, diseñador y publicista Antonio Esquivias, cronista gráfico de tantas tardes de gloria de matita de Romero en la plaza de Sevilla. Esquivias sacaba todos los años un cartel publicitario con las corridas de Feria. Y en el 2001, en vez de poner en el título el guarismo del año, escribió genialmente: "Año 1 d.C.". No, no era "después de Cristo", sino "después de Curro". Tomando el almanaque de Esquivas he de recordar al currismo universal que hoy celebramos el "Año 20 d.C.". O sea, los veinte años de su retirada, en aquel festival a beneficio de Andex con el que tantos problemas con la Empresa Pagés y la plaza de Sevilla había tenido María Luisa Guardiola, de manera que tuvo que llevárselo la plaza de carros de La Algaba.

Era el 22 de octubre del año 2000, el comienzo de un nuevo milenio. Curro había estado inmenso, como siempre. Nadie en La Algaba sabía que estaba viéndolo por última vez. Recuerdo aquella noche de domingo como si fuera ahora. Yo estaba en la salita e Isabel en el cuarto de baño, cada uno con una radio, escuchando a Fernández Román en su programa "Clarín" de Radio Nacional. Tras dar la crónica del polémico festival benéfico de La Algaba, Fernández Román llamó a Curro para entrevistarlo. Y cuál no sería nuestra sorpresa cuando, dijo de golpe Romero:

-- Es que me he ido. El festival de hoy ha sido el último que he toreado.

Isabel vino corriendo, por si no lo había escuchado:

-- ¿Estás oyendo a Curro, lo que ha dicho que se ha retirado esta tarde sin avisar a nadie?

Así era. No podía ser de otra forma. Era impensable en Romero esas giras de despedida que muchos toreros hacen...para quizá volver otra vez. Lo de Curro era tan serio, tan personal, tan intransferible, que la despedida no podía haber sido de otra forma. En silencio. No en Sevilla, triunfal y anunciada, no: en La Algaba, sin saber nadie que era la última vez que cogía su capotito con las yemas de los dedos y pegaba sus veinte muletazos, ni uno más, ni uno menos.

Curro, ya antes que la madre Andalucía nos hubiera parido a los dos juntos como hijos predilectos, era para mí como un hermano. El hermano que no tuve, igual que yo era para él también ese hermano que no llegó a su casa de Camas, ya que los dos tenemos sólo hermanas. Lo llamé por teléfono inmediatamente. Me cabe el honor de haber sido el primero que habló con Curro después de que anunciara de que, como en la canción de Benito Moreno, fuera "de esos sevillanos que se van de pronto sin anunciar que se han ido". Le dije solamente:

-- Curro, que acabo de oírte por la radio, ¡enhorabuena!

Sí, enhorabuena porque acababa la carrera del elegido de los dioses del toreo según Sevilla, pero nacía, aquella misma noche el mito. La figura de Curro se agrandó, con nostalgia, cuando supimos que no íbamos a verlo más con su capotito y sus veinte muletazos, su elegancia en el paseo, su personalidad chorréndole arte por todos los alamares del vestido. La figura de Curro Romero se ha agigantado todavía más desde que se fue del toreo. Han surgido los curristas después de Curro. Chavales que no habían nacido aquella tarde de La Algaba, pero que habían escuchado hablar de Curro a sus padres y a sus abuelos, lo siguen parando para hacerse una foto con él. No puede dar un paso por la calle sin que levante la expectación del mito. El currismo sigue siendo, como aquella sentencia de la "currisprudencia" del TSJA, «un sentimiento que es indudable y notoriamente altruista en favor del diestro, arraigado y profundo como el que más, creador de una ilusión permanente, de una esperanza incondicional y de una forma de entender la vida». Sin teñirse ya el pelo, desde lo alto de la pirámide de sus bien llevados 87 años, con su blanca cabeza como de mármol, Curro nos aparece ahora como un filósofo de la vida que en sus breves sentencias clava todos nuestros sentimientos. El Sanseacabó de La Algaba fue el comienzo del mayor mito del toreo de que ha gozado Sevilla.

SOBRE LA DESPEDIDA DE CURRO ROMERO EN EL AÑO 2000: "LA ALGABA, PIRÁMIDE DEL FARARÓN"

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