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Sin
saber que estaba asistiendo a la despedida de Romero, España
entera ha conocido la plaza de toros de La Algaba. La plaza de
carros de La Algaba. Yo me creía que la única Plaza de los
Carros estaba en el barrio de la Feria, con el recuerdo de la
Casa de los Maldonados, el Archivo de Protocolos, los puestos
del Jueves y la cofradía de Montensión, hasta que vi por vez
primera la plaza de toros de La Algaba. Supe entonces que esta
plaza se hizo gracias al esfuerzo de un aficionado, al que me
parece que nadie ha recordado en este momento estelar del coso.
Hablamos mucho de las instituciones, pero en Andalucía siempre
hay una persona que es la que no sólo simboliza, sino que saca
adelante, se ocupa, promueve y a veces hasta paga de su bolsillo
esa institución. Piensen en una romería de pueblo, en una
fiesta tradicional, en un certamen cultural, en un festival de
algo. Casi siempre, detrás del rótulo que todo el mundo conoce
y disfruta, está el desconocido nombre de un señor que
entregó su vida a esa idea, cuando quizá todos los que ahora
la apoyan eran los primeros que desconfiaban y quizá hasta lo
desanimaban:
-- ¿Pero tú estás chalao?
Gracias a Dios, Andalucía está llena de
chalaos. De benditos locos. En cada tiempo hay unos como
canónigos constructores de la Catedral de Sevilla, que están
dispuestos a las ideas aparentemente más disparatadas, al
"fagamos una obra tal que los siglos venideros nos tomen
por locos". Mejor siempre que nos tomen por locos a que nos
tomen por tontos, por babiecas, por aprovechados, por trincones,
como suele ser, ay, la predominante actitud colectiva.
En La Algaba, con la hermosura de su solanesca
plaza de carros, hemos comprobado la ley de Saturno que una vez
formulamos sobre Sevilla: la capital se devora a sus hijos, los
pueblos de la provincia. Pero es que, quizá, cuanto más cerca
esté ese pueblo de Sevilla, mayor es la fagocidad de la ingesta
capitalina. Se ve paseando por las calles de La Algaba, que es
pueblo, pueblo, pueblo... apenas a 10 kilómetros de Sevilla. Le
pasa un poco como a Castilleja de la Cuesta, completamente
pueblo, a un tiro de piedra de La Cartuja. Advierto en el
carácter de estos pueblos un como sentimiento de resistencia
ante la capital, un no querer ser absorbido. Son pueblos que
tienen un poco el que podríamos llamar Complejo Merkamueble: a
la fuerza los quieren hacer pueblos-dormitorio. Y ellos quieren
ser pueblos salita de estar, y pueblos comedor, y pueblos cocina
alicatá hasta el techo si hace falta. Interpretan a su forma el
himno de Andalucía y dicen que no quieren dejar de ser lo que
fuimos para convertirnos en suelo baratito para pisos de los
jóvenes matrimonios, en Anexo de Galerías de la gran ciudad de
dimensiones imposibles e incómodas.
Gracias a la despedida de Romero, de La Algaba
conoceremos ya algo más que la famosa Jacalalgaba y que la
leyenda negra de los mataderos donde transformaban en ternera
poco menos que de Avila la carne de burro. Tanta Sevilla como es
y como representa Curro Romero empezó cerca de Sevilla, en La
Pañoleta, y se ha ido también cerca de Sevilla, en La Algaba.
Desde lo alto de estas dos pirámides del Faraón, cuarenta y
seis años de Tauromaquia y de Mito nos contemplan. El piso de
esa plaza de carros de La Algaba ha entrado ya en la leyenda del
toreo de Sevilla: la última pirámide que pisó el Faraón.
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Biografía de Antonio Burgos
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