Se
necesita tener mala sangre en las venas para coger un aerosol de
pintura y escribir en una pared: "USA paga". Se
necesita tener mala sangre para llamar a la radio y decir:
"Quien siembra vientos recoge tempestades, que vea ahora
Estados Unidos en sus carnes lo que es sufrir matanzas, como los
palestinos". Se necesita tener mala sangre para celebrar un
festolín en el semillero de hideputas de una taberna vascongada
en el mismo instante en que un televisor está dando en directo
la imagen de diez mil o veinte mil inocentes hundiéndose con la
torre donde trabajaban.
Se necesita tener mala sangre y se necesita ser antiguo. Esta
nueva era de la Historia que todos dicen que ha comenzado no se
ha iniciado, al parecer, para las estantiguas antiyankis. Como
su capacidad cerebral es tan corta, no se pueden quitar el chip
antinorteamericano del "yankis no, bases fuera", ni
las ideas tópicas de leña al mono contra el gendarme mundial y
los demoníacos enemigos que querían destruir el paraíso
soviético del proletariado.
Aunque a lo mejor están más indignados todavía por la
respuesta. Seguramente escriben esas pintadas, dicen esas
barbaridades por la radio y celebran esos festolines indignados
porque en Estados Unidos ningún partido habla de dialogo con
los asesinos. Gracias a Dios ésta es la hora en que nadie en
América, ni los radicales, ni los liberales, ha dicho que hay
que sentarse a hablar con los que mandaron los aeroplanos llenos
de criaturas contra las Torres Gemelas, ni mucho menos, para
discutirlo, quieren crear un ámbito norteamericano de
decisión.
Punto en el cual conviene recordar que el terror no tiene
patria y las respuestas contra el terror tampoco deben tenerla.
Conviene recordar que asesinar a un padre delante de su propio
hijo camino de un partido de fútbol es tan horrible como
asesinar a miles de personas trabajando en un rascacielos,
aunque no se retransmita en directo. Conviene recordar que
Hipercor también saltó por los aires en horas de oficina.
Obviamente, el color de la sangre y el olor a carne quemada es
el mismo en la Gran Manzana que en Madrid o San Sebastián. Si
todos los fuegos son el fuego y todas las muertes son la muerte,
conviene también recordar que todos los Estados deben ser el
Estado ante los ojos de la comunidad internacional.
Sobre el ataque a Nueva York, en El
RedCuadro:
Lo
peor El
terrorismo nos iguala con el Imperio
Un
"Guernica" sin caballo Turris
Fortissima
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