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En
el Año Lorca salieron lorquianos hasta de debajo de las
piedras. En este Año Cernuda, salen cernudianos a espuertas. Me
extraña es que aún no hayan decidido crear la Casa de Cernuda,
para colocarse alguno de ellos como director para el resto de
sus días. Por el contrario, hemos logrado algo que no crean que
no ha costado trabajo: que la gente, cuando se cita a Cernuda,
no piense que nos hemos equivocado y que estamos hablando de
Neruda. El único Cernuda que hasta hace poco se conocía en
Sevilla era Pablo Neruda, aunque no desesperen que haya aún
algunos que crean que don Luis Cernuda Bidón, el nieto de
Bidón el droguero de la Plaza del Pan, escribió los
"Veinte poemas de amor y una canción desesperada".
Estos jubileos literarios tienen de bueno que puedes
funcionar perfectamente con cuatro tópicos bien administrados.
Lo políticamente correcto y tópicamente rentable en el caso de
Luis Cernuda es pegarle una patada a Sevilla en el trasero del
poeta, y decir solemnemente:
-- Cernuda se tuvo que ir de Sevilla porque esta ciudad es
cruel con sus hijos...
Con los que se van, no. Con los que Sevilla es cruel de
verdad es con los que se quedan. Aquí funciona la que he
llamado la teoría del café, que es la teoría de la absoluta
falta de estima por lo propio. Seremos todo lo chovinistas que
dice el tópico, pero a lo nuestro no le damos la menor
importancia:
-- ¿Pero cómo puede ser tan importante Fulano, si yo tomo
café con él todos los días?
Para triunfar en Sevilla, o hay que quitarse del café o hay
que irse a Madrid; es la ley terrible. Y no por lo que dice el
tópico de que a Cernuda poco menos que lo perseguían por las
calles de Sevilla el canónigo lectoral de la Catedral, el
director de la Real Academia de Buenas Letras y el presidente
del Círculo de Labradores. A Cernuda en Sevilla no lo conocía
nadie, y a la foto de la Generación del 27 en el Ateneo me
remito. Allí no sale un solo poeta de Sevilla: ni Laffón, ni
Juan Sierra, ni Romero Murube, ni Porlán, ni Cernuda. Allí
están los que vienen de Madrid con el triunfo bajo el brazo,
que deslumbran a Ignacio Sánchez Mejías, que es quien paga, el
único precedente que existe de una "gauche divine" a
la sevillana.
Cernuda se fue a Madrid para cumplir el terrible mandato de
Pío Baroja: "Si quieres ser escritor en España, vete a
Madrid y ponte en cola". Cernuda se puso en la misma cola
donde ya estaban todos los andaluces del 27 que se habían ido
antes, Lorca, Alberti, Aleixandre, y pidió número:
-- ¿Quién es el último?
Se puso en la cola de Prados y Altolaguirre. Pero no fue una
marcha huyendo de la Inquisición local, punto en el que se
confunden los tópicos de Cernuda con los de Blanco White; ni
una marcha por traslado de residencia del padre, como Antonio
Machado o Rafael Montesinos. Cernuda se fue a Madrid como Manu
Tenorio se ha ido a la Operación Triunfo. Y la prueba del 9 la
tenemos en nuestros días y en la pintura. Gordillo se fue a
Madrid a hacerse famoso como pintor y lo conocen en España
entera. Carmen Laffón se quedó, porque le interesaban más los
atardeceres de La Jara que el éxito de Madrid que decretan los
mandarines del galerismo, y en el pecado de amor lleva la
penitencia de olvido. Pregones al margen, en Sevilla no cabe
Operación Triunfo alguna sin pasar por el cambio de residencia
a Madrid.
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