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Yo
antes creía en las encuestas como en el misterio de la
Santísima Trinidad, por artículo de fe, porque hay que ver las
cosas tan raritas que decían las encuestas. Pero a este paso
vamos a tener que creer en las encuestas en plan Santo Tomás,
después de haber metido el dedito en sus resultados. Las
encuestas se están volviendo de un convincente que sorprende.
Están empezando a servir para que no nos sintamos bichos raros.
Las encuestas, verbigracia, dicen que la inmensa mayoría de los
españoles deseamos que pongan a Batasuna justamente donde
está. De eso trata precisamente la ilegalización, de algo tan
sencillamente difícil como poner las cosas en su sitio. El toro
y la Ley de los Partidos ponen a cada uno en su sitio: al Juli,
en la cumbre; a Batasuna, fuera de la ley, que es justamente
donde está.
Con estos resultados de las encuestas empezamos a sentirnos
menos raritos los que en mayo del 68 no estábamos en París,
los que en nuestra vida corrimos delante de los grises, los que
el 23-F dormíamos como troncos cuando salió el Rey por
televisión dando su mensaje. La gente normalita y corriente,
vamos. O los que pertenecemos a la inmensa minoría de Juan
Ramón Jiménez. La encuesta sobre lo que quiere la gente sobre
el melón sucesorio de Aznar me ha hecho sentirme lo que dicen
que son todos los que tienen coche: español de a pie. El
corazón de melón de la sucesión de Aznar es Jaime Mayor
Oreja. El mío. No me pasa en esto como en materia de toros y de
fútbol. Manolo Cruz Vélez, un gaditano de El Puerto, hermano y
tío de toreros, me dijo una tarde al entrar en la Maestranza y
saludarme en mi abono:
-- Sé que usted es de Curro y del Betis. Así que usted, don
Antonio, ¿cuándo disfruta?
Pues disfruto cuando las encuestas dicen que los españoles y
sobre todo las españolas prefieren a Jaime Mayor Oreja para
suceder a Aznar. Aquí no hay división de opiniones. Aquí se
tiene la inmensa satisfacción de poder, por fin, ser de los
nuestros. Yo, lo siento, soy mayorista. Mayorista no de mayor y
detall, sino mayorista de Mayor Oreja. Hasta ahora no se me ha
quitado la depresión que cogí el 13 de mayo, ay, 13, 13 de
mayo, cuando me encontré contigo, con la inviabilidad de un
proyecto constitucional para las Vascongadas, antes de la
traición del PSOE y la defenestración de Redondo Terreros,
sólo comparable a la de Pepe Díaz en Tiflis. Jaime Mayor es el
clásico político al que no sólo le comprarías sin ver un
coche de segunda mano, sino una lavadora usada y un frigorífico
con el congelador descacharrado. El aplomo. Tiene en su favor el
aplomo. Lo hemos conocido en noches de victoria electoral y en
la deblacle de mayo pasado, y conservaba la misma serenidad.
Ahora se confirma lo que su mismo nombre indica: mayoría viene
de Mayor. Cuando seamos mayores queremos que sea Mayor.
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