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Cuando
el niño de Suárez
llegó a la política me alegré por su sentido dinástico.
En este Reino con juancarlistas y sin monárquicos era una
afirmación del principio de sucesión al trono de los derechos
de autor de la transición. Ahora lo veo con chaquetilla corta
con botones de plata, sombrero de ala ancha, al hombro un
marsellés bordado de terciopelo. Adolfo
Suárez Illana no va vestido así para hacer el camino del Rocío,
sino el paseíllo en una portátil de la Mancha como espada de
un festival benéfico. Qué inmenso error el mío en la
cuestión dinástica. Tenía apuntado a Adolfito en la lista de
los niños políticos, de los hijos de los grandes espadas de la
transición. En los mismos carteles que el niño de Pío
Cabanillas, el de Fernández-Miranda, el de Fernández-Cuesta o
los niños toreros de Arias Salgado. Andaba desnortado. Habré
de ponerlo en la misma lista que el niño de Pepe Luis Vázquez,
del Litri, de Aparicio, de Camino o del niño de Manzanares. Aquí,
en el toreo o en la política, siempre estamos esperando al hijo
de alguien para elevarlo al número 1 del escalafón, ahora que
Joselito se ha partido la pierna por tres sitios. Hechuras de
torero tiene este Adolfo Suárez "Suarito", o Suárez
II, o El Niño de Amparo, que no sé cómo se anunciará. Nos
devuelve la figura de Alfredo Alvarez Pickman, del
"aficionado práctico". El señorito torero de antaño,
cuando los muchachos se metían a toreros para hacerse ricos y
no como ahora, que hay que tener un padre rico para llegar a
torero. Prometo meterme en carretera la próxima vez que lo
anuncien allí en Villanueva de la Fuente, o en Povedilla, plaza
donde dicen que tiene tanto cartel que podremos decir, a lo
Corrochano, que Adolfito torea en el patio de su casa, que es la
del suegro, Samuel Flores, el primer latifundista de España,
puesto en el que desbancó a la Duquesa de Alba cuando Chani Pérez
Henares se puso a hacer submarinismo en el Catastro.
El Niño de Amparo vengará la memoria de don Luis Mazzantini
y del banderillero de Belmonte, que, degenerando, degenerando,
llegaron a gobernadores civiles. Su camino puede ser a la
inversa: de candidato a la presidencia de Castilla-La Mancha
llegar a novillero con caballos. Yo creo que todo esto de los
festivales lo está haciendo Adolfito para coger el sitio cuando
hayan pasado las elecciones autonómicas y poder debutar de
luces. Enfrentarse a Bono en unas elecciones en Castilla-La
Mancha esa como si un novillero hubiera querido en su tiempo
desbancar a Antonio Ordóñez en su trono de Ronda. En los
toros, cuando un novillerete pega el mitin, le gritan: "¡Vete
a los albañiles!". Tras las autonómicas, a Suárez Illana
pueden gritarle desde la solanera manchega: "¡Vete a
torear a Las Ventas!" No debe olvidarse que en Castilla-La
Mancha está Almagro, y ya saben cómo quedó Cagancho allí.
CRONICA:"
SUAREZ, PELIGROSA ALTERNATIVA"
La dinastía
Suárez
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