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El
viejo chiste del callejero dice que en Sevilla nacieron dos
emperadores de Roma: Trajano y Amor de Dios. De los dos, la
delegación rumana en la Cumbre Europea ha rendido homenaje a
Trajano. Saben ellos lo que nosotros ignoramos: que si en
Rumanía no hay tropas de paz de la ONU poniendo orden y
evitando muertos entre etnias rivales, en los eternos coletazos
bélicos de los Balcanes e islas adyacentes, es por obra de un
sevillano, de este Marco Ulpio Trajano que al fin y al cabo hizo
en su tiempo como González, Guerra, Añoveros, Clavero, Soledad
Becerril, Amalia Gómez, Pimentel o Arenas: irse a la capital
para ser alguien en política. La capital entonces era Roma, que
estaba unida a Sevilla por el Ave de la época: "Ave,
César". Trajano cogió el Ave César y se fue a Roma a por
todas. Fue el primer emigrante de cuello blanco que hubo en
Sevilla. Trajano se fue a Roma a hacer el máster de emperador
como ahora nuestros hijos se van a Bruselas a hacer el máster
en Derecho comunitario con un rebujito de Economía de la Unión
Europea.
Trajano fue el primero que cumplió el triste sino de
Sevilla: para ser alguien aquí, debes tomarte el trabajo de
irte. Porque los sevillanos de Híspalis y de Itálica no le
daban hasta entonces la menor importancia a Trajano. Decían,
con el autoaprecio por los suelos que nos caracteriza:
-- ¿Pero cómo va a ser importante Trajano, si yo tomo café
con él todos los días?
No decían café, porque entonces no había ni en Híspalis
ni en Itálica ningún Catunambú: decían "garum",
que era lo que servía en las verdaderas tabernas romanas el
presidente de la patronal de entonces, Joannis Robures.
Trajano, que fue el primer diestro famoso que dio Camas,
antes de Romero y de Camino, cogió Puerta, Camino y Mondeño y
se metió en carretera por la Vía Augusta, que estaba ya
terminada, no le pasaba como a la Autovía del 92 con Almería.
Y llegó, se presentó sin caballos en el Coliseo de Roma y tuvo
tal éxito, que al domingo siguiente lo pusieron en una
novillada picada. A partir de ahí, y hasta su alternativa como
emperador, es conocida la historia. Ese propagandístico
telediario del Canal Sur que es la Columna Trajana de Roma narra
todas sus hazañas con imagen y casi con sonido de tambores
conquistadores del Imperio, púmba catúmba que decía El Beni
en su banda sonora de la Historia.
Que los rumanos vayan en peregrinación a Itálica a rendir
homenaje al sevillano que los romanizó y los libró de la
barbarie es, un poner, como si aquí le diéramos su sitio a San
Fernando y no le escatimáramos su fiesta local. Para valorar lo
nuestro siempre tienen que venir los de fuera. Si al otro
emperador, a Adriano, le hemos dado sitio, no ha sido por los
sevillanos ciertamente, sino por Margarite Yourcenar. Durante la
Cumbre, para la delegación rumana, con las coronas de
agradecimiento en Itálica, Trajano ha sido el Optimum Principum,
el colonizador de la Dacia, y si me apuran hasta el inventor del
PER con sus subsidios a las familias pobres. O el que puso a
Roma de dulce sin necesidad de que hicieran allí la Expo del 92
propiamente dicho, del año 92 d.C., llenándola de puentes,
acueductos, calzadas y puertos.
A esas mismas horas del homenaje rumano italicense, para lo
único que sonaba Trajano en Sevilla era para decir el nombre
del hotel donde se concentraba la presidencia del palio en el
cortejo del 20-J, o a cuya altura estaba ya la cumbre
manifestación Anticumbre cuando empezaba a dar la revirá al
final de la calle José Laguillo. Pasados estos fastos y citas
de su nombre, Trajano volverá a su sitio. Camino de las
columnas de Hércules del callejero, al lado de Amor de Dios.
Traduzco: al olvido.
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