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                Yo
                tuve como maestro en este oficio de hacer periódicos y de
                escribir luego en ellos a un gran y olvidado narrador sevillano
                al que no se le ha hecho justicia. Se llamaba  Javier Smith
                Carretero, vivía en el América Palace y fue mi primer
                redactor-jefe. Javier era como un inglés en la corte del Rey
                San Fernando. Su padre, Mister Smith, fue uno de tantos
                ingenieros extranjeros que llegaron a Sevilla para trabajar,
                conocieron a una sevillana y se quedaron aquí para los restos.
                Media nómina de la narrativa andaluza está en estas
                condiciones de estirpe. El abuelo de Manuel Ferrand era un
                ingeniero francés que vino para proyectar el ferrocarril de
                Alcalá de los Panaderos y se quedó para siempre en Sevilla. Grosso
                es un apellido italiano, quizá de los genoveses que vinieron al
                comercio de Indias. El padre de Javier Smith vino de ingeniero
                con el agua de los ingleses, con The Seville Water Works Company,
                y se quedó para siempre aquí. Como buen inglés, como los de
                Riotinto, le encantaba jugar a la pelota y tengo entendido que
                fue futbolista del Sevilla. Del Sevilla Football Club,
                naturalmente.
                 De esta cuna le venía a  Javier Smith
                un talante como
                británico, que era una maravilla contemplarlo en el choque
                contra la ciudad barroca. De su padre le quedaba algo de viajero
                romántico, que se sorprendía por todo cuanto veía. Lector
                impenitente por escritor o viceversa, no se ha dicho, y lo pongo
                ahora, que Javier Smith fue quien descubrió como escritor a
                Alfonso Grosso, y quien lo animó a escribir novela. Ambos
                trabajaban juntos en el Instituto Nacional de Previsión y se
                hicieron grandes amigos. Smith orientó las lecturas de Grosso,
                le dio a leer todo Faulkner, y ahí podemos descubrir las
                raíces norteamericanas del realismo andaluz a lo Profundo
                Sur que luego construyó como universo literario propio el
                autor de "La zanja". 
                Javier Smith escribía soberanamente bien, lo mismo un
                titular para una crónica de José María Massip que un libro de
                relatos. Pero modesto como pocos, no quería que nadie leyera lo
                suyo. Hasta el punto que una vez de que lo convencieron para que
                publicara un libro de relatos, "Malas noticias",
                llamó a la editorial, compró toda la edición... ¡y la
                guardó en un baúl para que nadie pudiera leerlo! 
                ¿Que por qué me acuerdo de Javier Smith y le dedico este
                recuerdo sentimental de agradecimiento por cuanto medio sé del
                oficio? Porque un titulo de periódico me lo ha recordado. Dice
                un titular: "Las botellonas se hacen en zonas sin
                bares". Una zona sin bares es como una Virgen sin
                coronación, algo raro en esta Andalucía donde sigue en vigor
                la copla de las muchas tabernas y las pocas librerías. Quizá
                el gran número de bares por habitantes sea una de nuestras
                señas de identidad. Me lo descubrió Smith precisamente, y por
                eso me lo ha recordado ese titular. Smith iba cada octubre a
                Barcelona, a hacer la crónica del fallo del premio Planeta. Lo
                sustituí en ese menester de enviado especial. Y antes del
                primer viaje, me dijo el maestro Smith, con su eterna duda
                oxoniense heredada de Mister Smith: 
                -- Uy, uy, Barcelona... Ya verás. Te pones a andar
                kilómetros y kilómetros por aquellas calles y no te encuentras
                ni un solo bar. 
                Bueno, pues aquí, si te pones a andar kilómetros y
                kilómetros por esas calles, te encuentras siete millones de
                bares. Y si no te lo encuentras, es que te vas a dar de cara con
                los niñatos guarros y borrachos de la botellona. 
                Sobre
                la muerte de Javier Smith (agosto 1998), en El RedCuadro: "Los muertos de
                agosto" 
                 
                 
                    
                Hemeroteca de
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