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Esto
es una verdad como el Evangelio. Concretamente, como el comienzo
del Evangelio de San Juan que por aquellos entonces aún se
leía al final de la misa: en el principio fue la palabra.
Cantada. La democracia quebró albores como el mismo título
indica: "Al alba". Luis Eduardo Aute le puso música a
las claras del día que anunciaban el fin de la larga noche de
la dictadura. La democracia era tan alegre como una canción. La
dictadura era seca como una estaca, la de Lluis Llach, que
había que derribar a golpe de guitarra de cantautor: "Tomba,
tomba".
Veo ahora el cancionero general
de los cantautores y compruebo que es el cuerpo legal de las
esperanzas de una generación: la de los progres. Si luego
devino en trincona y mangona y fue la generación de la
corrupción y de la cal viva, los progres entonces todavía
conservaban los sueños de utopía. Entonces no sabíamos que el
futuro iba a ser esto, y que muchos de los que querían hacer la
revolución se conformarían al final con hacerse un chalé con
piscina. Por eso cantábamos las canciones de la libertad, de la
utopía. Si el sueño de libertades del Mayo francés duró unos
días, el nuestro duró catálogos y catálogos de Movieplay.
Horas y horas de programación en aquellas primeras FM que eran
refugio de progres, y que poníamos mientras estudiábamos,
mientras escribíamos nuestros primeros libros. Yo escribí
"Andalucía, ¿Tercer Mundo?", que era como una
canción de autor en prosa, oyendo en las tardes de FM de
"La Voz del Guadalquivir" el parte meteorológico de
las esperanzas democráticas que nos daba nuestro hombre del
tiempo, Pablo Guerrero, quien nos anunciaba que tiene que
llover, tiene que llover, tiene
que llover a cántaros.
Y llovió. Vaya si llovió.
Hijo, y qué buen impermeable se compraron algunos de aquellos
progres, que rompieron en corruptos cuando tocaron poder.
Llovió un diluvio de hermosas canciones. Si a Alberti las olas
le llevaron a su exilio el mapa de España, su paloma no se
equivocó y nos trajo, cantando, el mapa de la España de las
autonomías y las libertades. Ya se veía entonces cuál iba a
ser el peso de las "regiones y nacionalidades del Estado
Español", como se decía. Los catalanes ganaban por
goleada. Qué pueblo en pie cantando libertades: Serrat, Llach,
Raimon, María del Mar Bonet, Pi de la Serra... La "nova
canÇó" hizo que tradujéramos a todas las hablas
peninsulares el ritmo que pusieron de moda, la canción del
verano que habría de venir. Ya vendrá el verano cuando "Llibertad,
amnistía, Estatut d´Autonomìa" sea traducido al
alicantino por Adolfo Celdrán, al andaluz por Carlos
Cano, al asturiano por Víctor Manuel, al aragonés por
Labordeta, al madrileño por Luis Pastor y al flamenco por
Menese o por Gerena.
En el colegio del bachillerato
habíamos estudiado a la fuerza Formación del Espíritu
Nacional y el mester de clerecía y el mester de juglaría.
Ahora habíamos ganado ya las libertades aprendiendo Formación
del Espíritu Democrático de la Junta o de la Plataforma con
sólo escuchar las esperanzas de los cantautores del Mester de
Progresía.
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