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Sobre
el dolor de la muerte de siete servidores de la Patria, la pena
de comprobar que sólo cuando la bandera roja y amarilla cubre
un ataúd es aceptada por todos sin reservas. La bandera que
algunos no quieren ver ondeando al aire de las libertades en la
plaza de Colón parece que exige ser legitimada por el silencio
de algo tan completamente serio como un golpe de ataúd en
tierra. Sobre el dolor de la muerte de siete servidores de la
paz, la pena de comprobar que aquí tienen que asesinar a siete
funcionarios del servicio exterior de España o se tiene que
caer un avión militar en Turquía para que sintamos la emoción
del Estado hecho rito, sentimiento común. Hay que esperar uno
de los llamados "funerales de Estado" para que podamos
ver, tocar, oír la solemnidad de ese propio Estado. Si se me
permite la palabra, de España.
En estos dolorosos casos,
España tiene cara de mujer. Tiene rostro de dolor de mujer.
Lágrimas de mujer. Esa mujer es la Reina Doña Sofía. No lo
dice la letra de la Constitución, pero España, aparte de una
Monarquía Parlamentaria, es algo más importante: una Corona
con sentimientos humanísimos. Si el Rey reina, pero no
gobierna, la Reina, reina porque llora con el dolor de los
españoles, en primera fila, aguantando el gesto, mirando
arriba, al cielo común, dicen que es la mejor forma de aguantar
las lágrimas. ¿Quién ha dicho que la Reina es una gran
profesional? Esas lágrimas no son nunca profesionales ni están
en el protocolo. Salen de donde tienen que salir: del alma. Y
luego hablan de las grandezas de la Corona británica. Vamos,
hombre... Que me digan a mí cuándo han visto llorar a la Reina
de Inglaterra abrazada a la viuda de un militar muerto en acto
de servicio.
Con un fondo de Bach y Mozart,
con las lágrimas de la Reina, con la bandera de España
cubriendo siete ataúdes, hay algo que no comprendo. Si los que
dieron la vida por la Patria eran servidores de las
constitucionales Fuerzas Armadas, comandante el uno, capitán el
otro, brigada, sargento, ¿por qué esa ausencia de cualquier
signo militar en su despedida? ¿Por qué allí sólo lucían el
dignísimo uniforme los ayudantes del Cuarto Militar de Su
Majestad? ¿Es que hay una Patria civil y otra militar? Los
agentes del Centro Nacional de Inteligencia muertos por la
patria eran militares, ¿pasa algo? Pues sí, por lo visto
pasaba, y no habré yo de ser quien lo pregunte. Deben de ser
altos secretos de la propia Inteligencia.
Sonaba Bach, sonaba Mozart, nos
emocionábamos viendo el rostro de dolor de la Reina. Podía
pensarse por lo civil que aquello era el final. Razón por la
cual a algunos, cuando estábamos con el alma en un puño
contemplando la escena, nos salió del alma común de la Reina
con lágrimas la melodía del homenaje a los que no quisieron
querer a otra bandera, no pudieron andar otro camino, no
supieron morir de otra manera: "Cuando la pena nos alcanza
del compañero perdido" sabemos que la
muerte no es el final. Si es en un último acto de servicio
a España, la muerte civil y la muerte militar son siempre una y
la misma muerte.
La muerte no es el
final: letras y sonido en MP3
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