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Igual
que existe un diccionario de Oscar Wilde con sus citas
clasificadas alfabéticamente y por materias, estoy por comenzar
a redactar las entradas de una obra igual con las frases de
Mariano Rajoy. En las próximas elecciones tendremos un candidato
inserto en la mejor tradición británica del humor como
ideología. ¿No citan a Churchill? Columbro que, a poco que
cuidemos su Diccionario de Citas, el conservadurismo español
tiene un Churchill en perspectiva. De momento, Rajoy fuma puros,
como Churchill. Y dice frases geniales, como Churchill. Rajoy no
dijo cuando el "Prestige" que "lo más urgente es esperar", pero
podía haberlo dicho. Y a poca fama que coja, le pasará como a
Churchill, a quien se atribuyen todas las frases ingeniosas
sobre la política. Como a Guerrita se le otorga la paternidad de
toda la filosofía popular que el toreo encierra.
En este Diccionario de Rajoy que tengo en el
telar ya anoté una entrada genial:
"Gobernar es hacer
las menos
tonterías posibles". Ahora añado otra,
del mismo tenor; vamos, de tres tenores, qué buena:
"Gobernar es también decir «no»". El «no» es una de las
Bellas Artes. Un género poco practicado. No se lleva el «no».
Muchos males de nuestro tiempo proceden de la poca práctica del
«no». Si los padres supieran decir «no», se atrevieran con el
«no», no habría problemas de movidas ni de botellonas. Y así en
todo. Estamos en una sociedad permisiva, tiempos en que lo
cómodo es el sí y lo heroico, el no. Gobernar es entendido como
un largo y cómodo sí, como una larga dejación del principio de
autoridad. En las Vascongadas casi nadie se ha atrevido a llevar
a la práctica el «no» del Supremo a la legalidad de Batasuna.
Decir «no» a la ETA a pie de obra, además de una bella arte, es
una heroicidad. Por eso los cómicos del Festival de San
Sebastián dijeron «no» a la guerra de Irak, pero ninguno se
atrevió con el «no» a la Eta. Ahora estamos en el moratiniano
"sí de las niñas" como más políticamente correcto que el «no»
que en un momento dado tienen que saber decir los hombres.
Olvidan las raíces históricas del "no" en la política española.
No había nada más revolucionario en 1936 que un «no» en boca La
Pasionaria: "No pasarán". Nada más liberal que el "Maura no"
cuando la guerra de Marruecos. Nada más contestatario que el "no
nos moverán" del 68. Nada más ecológico que el "nucleares, no,
gracias".
Confío que Rajoy sea de aquí a las elecciones
un virtuoso del «no» como bella arte de ir contra corriente. Hay
muchos españoles esperando políticos que sepan decir «no» y que
apliquen ese «no» a la general bajada de pantalones. En el que
sí que sí, que no, que no, de La Parrala del poder, muchos nos
quedamos con la copla el arte del «no»: no te mires en el río,
no me quieras tanto, no me mandes papeles. Ya está bien de que
nos ofrezcan las margaritas del poder asegurándonos de que todas
dicen que sí. Conviene que vengan políticos que ofrezcan
margaritas que digan «no». Ya lo dijo el poeta Amado Nervo: no
echen margaritas a los cerdos. Ya se imaginan a qué cerdos me
refiero.
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