yer,
14 de abril. Volvió a sonar la vieja copla: "Qué bonita está
Triana cuando le ponen al puente las banderitas"... Etcétera.
"Te vas a enterar tú de lo que le ponen al puente", le decía al
guardia que lo seguía el rojo con media tajá que cantaba la
copla en la Triana de la dictadura. Ahora, gracias a Dios, le
podemos decir en libertad al guardia lo que le ponen al puente.
Y en el cementerio, lectura de poemas ante la
tumba de Don Diego Martínez Barrio. Por cierto, la tumba del que
fue presidente de las Cortes y de la República en la legitimidad
legal del exilio, es la única de todo el cementerio donde el
difunto tiene el tratamiento de "excelentísimo señor". Choca un
poco, la verdad. Pero lo era ciertamente el excelentísimo y
sevillanísimo Don Diego. El que colocó en el Alcázar a Romero
Murube y a media Sevilla en el Ayuntamiento. El ministro de
Comunicaciones del primer Gobierno republicano que vino a
inaugurar el edificio de Correos, en cuya fachada todavía está
su escudo de España con la corona mural. El que inauguró el
puente del tranvía de San Juan y de Coria, en las desconocidas
obras públicas de la II República en una Sevilla en crisis
social y económica tras el "crack" del 29 y la depresión del
final de la Exposición Iberoamericana. El que desde su exilio
parisino le pedía a su correligionario don Ramón Carande que le
llevara tortas de Castilleja para migarlas en el café.
La memoria de Don Diego y de lo mucho que hizo
por Sevilla ha sido afortunadamente recuperada. Bajo la
Monarquía, no se olvide. Esta es la grandeza constitucional de
la Monarquía Parlamentaria. Que los republicanos, en libertad,
respetados por todos, pueden manifestarse y leer los poemas que
tengan por conveniente ante la tumba de Don Diego, y que
enarbolen todas las banderas tricolores que quieran. Esa bandera
merece el respeto de la historia y el respeto de los que
murieron por defenderla. Muchos sevillanos murieron por defender
esa bandera, muchos sufrieron cárcel por ponerle sus colores a
la idea de España. Muchos sevillanos, como Don Diego, se
quedaron sin su Sevilla y sin sus tortas de Castilleja por tener
que marchar al destierro tras la derrota de una ilusión. La
Sevilla imposible que fue la ciudad republicana y burguesa, la
de Unión Republicana, la de Izquierda Republicana, la de cierta
CEDA, la que luego, en la manipulación franquista de la
Historia, fue equiparada a los partidos obreros y
revolucionarios que aunque sea políticamente incorrecto hay que
recordar que quemaron media Semana Santa.
Nos alegra cada 14 de abril ver las banderas
republicanas en el puente. No por la República, sino por la
libertad que nos trajo la Monarquía. No ocurría por cierto igual
cuando eran los republicanos los que gobernaban en España y la
forma de Estado era la II República. Entonces había tolerancia
cero para la Monarquía y para los monárquicos. Por San
Ildefonso, día de santos del Rey, no podían colgar el puente con
las banderas que entonces llamaban monárquicas, que no eran
otras que las españolas de siempre. Tuvo que venir una cruenta
sublevación contra la República para que la bandera de dos
colores volviera a ondear en la Plaza Nueva, el 15 de agosto de
1936. Pero entonces no ondeó en libertad, sino izada sobre las
bayonetas. En libertad no ondeó hasta la Constitución de 1978.
La Constitución de esta Monarquía Parlamentaria que se
engrandece aun más en sus libertades cada vez que el 14 de abril
los republicanos, con todo derecho, con todo nuestro respeto,
cuelgan el puente con sus banderitas gitanas y tricolores. Te
vas a enterar tú la cantidad de banderas monárquicas que le iban
a poner al puente si esto fuera 1932 y en la huelga de cofradías
contra el Gobierno fuera a salir de nuevo a la calle La
Estrella, la Republicana...