En ese Salón Colón del Ayuntamiento de Sevilla que se ha vuelto
tan isabelinamente monárquico de rojos damascos y doradas consolas que le han puesto de
mote Salón de los Borbones, sin premio, acabábamos de oír el discurso del
exquisito pintor Rafael Cidoncha. Rafael Cidoncha, cierto, no pronunció palabra en el
acto de colocación de su pintura de Don Juan Carlos I en la galería municipal de
retratos regios. Pero allí, en la pared, estaba su discurso, que era la representación
del arte de nuestro tiempo en un devenir histórico cuyos hitos son Cabral Bejarano, José
María Romero, Gonzalo Bilbao. José Manuel Lara Bosch, en nombre de su padre (el Marqués
del Pedroso de Lara o de Lara del Pedroso, que nunca sé bien cuál es el título
nobiliario que le ha dado el Rey muy bien dado) había convidado al Ayuntamiento a retrato
del Rey. En una ciudad tan de las convidadas y los convites como Sevilla, es la convidá
más graciosa que en mi vida he visto yo. Yo había visto convidar a una ronda de tapas, a
cenar, a almorzar, a palco de Semana Santa, a caseta de feria, a barrera de los toros, a
casa del Rocío, pero, la verdad, no había visto nunca una convidá a cuadro, y cuadro
tan exquisito como el que ha pintado Cidoncha sin poner al Rey con los pies colgando, como
lo dejó mi querido y recordado Paco Cortijo en su retrato para la Cámara de Comercio.
Bajé las solemnes escaleras
consistoriales con el concejal raso don José Borbolla, quien le había hablado a Lara de
sus ilusionados proyectos de edición para la Fundación Riotinto. Riotinto vuelve a ser
lo que era en la Bolsa de la City y en la recuperación de su memoria histórica, hasta el
punto de que ha venido la BBC a hacer un reportaje. De presentador de la BBC, me contó
Borbolla, venía Michael Portillo, el que fue ministro conservador de Defensa, un ministro
de Su Majestad Británica con nombre de autobús de línea a La Línea o de edificio nuevo
en ese Benidorm de mármol en que Jesús Gil está convirtiendo a Marbella. Y me contó
Borbolla una anécdota de Churchill que le refirió Portillo, y que aclara bastante cuanto
pasa hoy en Andalucía, en España y en la Humanidad. Portillo, que perdió su escaño en
las elecciones de mayo de 1997 que ganaron los laboristas, le preguntó a Borbolla por lo
suyo de las primarias. Cuando Borbolla se lo contó, le refirió la historia de Sir
Winston. Érase que se era un joven diputado conservador británico, que por vez primera
ganó el acta de diputado de su circunscripción con castillo, pradera, vacas, ovejas y
borrachos de traje de cheviot en el pub del pueblo, como todas las circunscripciones que
ganan los conservadores. Llegó el joven diputado con el acta bajo el brazo a la Cámara
de los Comunes, y por orden alfabético o por las costumbres de allí, el caso es que le
tocó en los bancos de la primera fila, y al lado de Sir Winston Churchill y de su puro.
Estaba en la gloria. Elegido, en tan buen sitio. Con Churchill al lado... El joven
diputado novato se lo comentó al viejo zorro de la política inglesa, y señalando los
opuestos bancos del Partido Laborista, le dijo:
-- Sir Winston, qué maravilla
de sitio me ha tocado... Con usted al lado, desde donde se ve todo espléndidamente, con
el enemigo ahí frente...
Sir Winston lo cortó
inmediatamente:
-- No se confunda, joven --le
dijo--. Eso que tiene usted ahí frente no es el enemigo. Es el Partido Laborista. El
verdadero enemigo, joven, lo tiene usted aquí detrás, en los bancos de su propio
partido.
Historia de Churchill en mano,
el ex-ministro británico de Defensa en paro comprendió perfectamente lo de Borbolla en
las primarias de Sevilla y yo comprendo ahora mucho mejor todavía lo de ese José Borrell
al que no acaban de dar pista de despegue. Dirá lo que quiera de Los años del rencor
y otras novelitas que si las coge Lara le da el Planeta, pero el verdadero enemigo lo
tiene a sus espaldas. Para Borrell, Aznar es simplemente el Partido Popular.