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Caídas
las dos torres en Nueva York, ante los escombros, ante las
banderas de un pueblo que no se avergüenza de su patriotismo,
pienso que muchos, en España, siguen, seguimos viviendo en la
Tercera Torre. Por ejemplo: no sé si en el piso 91 de la Torre
1 o en el 62 de la Torre 2, pero Luis del Olmo ha vivido durante
mucho tiempo en las Torres Gemelas. Por siete u ocho veces se
libró del avión que iba a buscarlo. Mas nadie me quita de la
cabeza que Luis, que tantos, España entera mismo, siguen,
seguimos viviendo en la invisible y mundial Tercera Torre. Por
el mundo, todos los bien nacidos se sienten en esta hora
americanos. En España podemos llegar a más: podemos sentirnos,
no sin fundamento, inquilinos de la Torre 3. Una Torre 3 que
está en el camino de venir de comprar los periódicos, en la
bicicleta que han amarrado a una farola a la puerta de casa, en
el coche que espera en el aparcamiento del hipermercado.
Como en un funeral teletipo de crisantemos, letras doradas
del "no te olvidamos" en la filacteria negra de una
corona mortuoria, el rodante cintillo al pie de la pantalla de
la CNN va dando las cifras definitivas de muertos y
desaparecidos, terrible marcador simultáneo que ahora tiene ya
la frialdad de las cifras de las cotizaciones que pasan por la
pantalla de la Bolsa en Wall Street. Salen las cifras de muertos
en el Pentágono. Me parece que van por 180. Menos de los que
hemos tenido en nuestra Torre 3. Aquí en España (y perdón por
lo de España), sin que reúna la OTAN, sin que nadie cite el
artículo 5 de la parte contratante de la primera parte, sin que
la Reina de Inglaterra vaya a un funeral en Londres, ni hagan
acopio de queroseno en Rota, hemos tenido, en la terrible cuenta
de los muertos, cinco Pentágonos de ataúdes. En nuestra Torre
3 han muerto ya más de 800 personas. Y la comunidad
internacional ni se ha inmutado. Incluso nos ha costado años de
trabajo convencer al mundo de que los pilotos de nuestros
aviones no son héroes liberadores de un pueblo, sino asesinos.
Y aún sigue habiendo quienes dicen, Javier Madrazo mismo, que
hay que dialogar con Osama Bin Laden.
Aquí, con nuestros cinco Pentágonos, seguimos llamando al
juez Garzón para que levante los cadáveres del Downtown, no a
la OTAN. Aquí, en la Torre 3, no sé en qué piso estoy, se
siente una terrible soledad global. El avión puede seguir
llegando de un momento a otro. Sólo nos queda el consuelo de
que tras esta conmoción mundial se convenzan de que el
terrorismo no tiene ideología, ni credo, ni patria. Que todos
los terrores son el terror. Que tan asesino, cómplice y
encubridor es un talibán con un turbante que un fanático con
un pasamontañas y una boina. Y que los santuarios del
terrorismo no sólo están en Afganistán. Que, al menos en la
Torre 3, hay algunos que nos pillan un poquito más cerca.
Sobre el ataque a Nueva York, en El
RedCuadro:
En
América nadie pide ahora diálogo
Lo
peor El
terrorismo nos iguala con el Imperio
Un
"Guernica" sin caballo Turris
Fortissima
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