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De
la pasada Feria Mundial del Flamenco, queda la conmoción
terrible de la muerte de La Niña de Huelva, fulminada por un
ataque cerebral, al lado del bueno de Antonio González El Raya.
Muerte que me ha recordado la de otra Niña, La
Niña
de la Puebla, cuando cayó fulminada en una peña flamenca
de Huelva. Queda la terrible muerte de una Niña y queda el
rescate de la memoria de un Niño: de quien empezó siendo El
Niño de Marchena y acabó de Maestro de Maestros, don José
Tejada Martín. Llevamos apenas unas líneas y ya vamos por tres
Niños. El cante, en el siglo XX, tuvo más Niños
que Ecija. Entrabas a una platería, salías cantiñeando un
fandango, y ya eras El Niño de la Platería. Tenías un huerto
de naranjos, eras aficionado, hacías las milongas y los
caracoles y ya eras El Niño de las Naranjas. Marchena empezó
siendo Niño del cante, cuando era zagal de recuas o cuando
rifaba y cantaba por el tren del Empalme de Morón, y terminó
de eterno Niño Marchena, elevado, sí, al magisterio, pero
preso también de sus caprichos, de su egolatría.
Andan recogiendo firmas para que al Niño Marchena lo hagan
Hijo Predilecto de Andalucía a título póstumo y pregunto que
dónde hay que firmar. Pero a esa firma de adhesión marchenera
le pongo una postdata, relativa a la cerrajería del cante. Si a
Camarón le han dado ya muerto la Llave del Cante, ¿por qué
cerrar el Mister Minit de la Consejería de Cultura y por qué
no hacerle un duplicado a la llave de Tomás el Nitri, de Manuel
Vallejo y de Antonio Mairena
y dárselo a la memoria de MM, el Maestro Marchena? A poco de
historia del cante que se sepa, se llega a la conclusión de que
Camarón y Marchena hicieron exactamente lo mismo: innovar,
crear, inventar ámbitos de libertad para el flamenco. Camarón
volvió loco a los cantaores, como Paco de Lucía volvió locos
a los guitarristas. Todos van por la rodada de su carro. Es
exactamente lo que ocurrió con Marchena antes, durante y
después de la guerra civil. Marchena volvió locos a todos los
cantaores, como don Ramón Montoya, Sabicas y El Niño Ricardo
habían vuelto locos a los guitarristas.
Marchena llenó una época y se adelantó a otra. Mucho de lo
que hizo Camarón
es lo que hacía ya Marchena cuando bordó "La rosa"
de los Alvarez Quintero, o "Los cuatro muleros" de
García Lorca. A fusión no le ganó nadie. Como la máxima
creación de su capacidad de fusión, que fue la invención de
la colombiana. A ver, que me digan, ¿quién ha inventado de su
cosecha un palo de cante? Preciso: con la colombiana, Marchena
no inventó un cante; inventó una hermosura.
Pero a Marchena le tocó vivir en la dictadura. No hablo de
la dictadura de Don Francisco, a quien el genial Marchena le
daba igual. Hablo de la dictadura de Don Antonio y sus
fundamentalistas del cante, ¿cómo era?, ah, sí, flamenco
gitano andaluz. Ahora se habla mucho de talibanes, pero, para
talibanes, los que hubo en el flamenco tras los Concursos de
Córdoba y tras los festivales de los pueblos y las tertulias
de Radio Sevilla.
Ese integrismo gitanizante condenó de por vida al payo Niño
Marchena. Que era el que gustaba a los públicos, el que
emocionaba. A ver, que alguien me diga de memoria una sola letra
de las que cantaba Don Antonio. Nadie recuerda ninguna. Mas
pidan cantes de Don José Tejada, y sale la tranquila fuente del
cristal de la lluvia en el campo, mientras los cuatro muleros
siguen yendo al río.
Se cumplen ahora veinticinco años de la muerte de Marchena y
en el 2003 será el centenario de su nacimiento. De momento
firmo y rubrico para que lo hagan Hijo Predilecto de Andalucía
como el Cid y como Camarón, después de muerto. Pero, hombre,
puestos a dar llaves, si a Camarón se le han dado por
innovador, a Marchena tienen que darle la Casa Fichet enterita.
Sobre
Flamenco en El
RedCuadro:
Camarón
en Mister Minit
Niños y Niñas del Cante
Antonio Mairena, San Pedro de las llaves del
cante
La Tertulia Flamenca de Radio Sevilla
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