Igual
que a la puerta de un rico avariento llegó Jesucristo y limosna pidió, dicen que a la
puerta de la fragua de los Cruz en Mairena del Alcor había un letrero que ponía:
"Se hacen llaves del cante al minuto". Ya había nacido en la Casa de los
Mairena el señor Antonio Cruz García, hermano del señor Curro y del señor Manuel, y en
aquella fragua de cantes estaban haciendo el martinete de la dignificación del flamenco,
según los planos que por la época dibujaba en Córdoba, con los lentos y solemnes versos
alejandrinos del grupo "Cántico", el poeta Ricardo Molina. La Llave (que es un
galardón con nombre de ferretería) fue hecha con bastante celeridad por el Mister Minit
de los flamencólogos del Concurso Nacional de Arte Flamenco de Córdoba en 1962, año en
el que todos silenciaron, quizá por delicadeza, que las anteriores llaves del cante se
las había hecho a Manuel Vallejo un cerrajero sevillano.
Vencidas y derrotadas las
tropas de la ópera flamenca, el fandanguilleo y los palos del cante chico, los estudiosos
sitúan hacia 1956 el Año de la Victoria del Mairenismo, tras el triunfo de Fosforito en
la siguiente edición del Concurso Nacional de Arte Flamenco de Córdoba. Dicen que por
las Tendillas, don Antonio Cruz García, con su bastón de mariscal de las tropas del
cante puro grande gitano andaluz y de los grandes expresos europeos , encabezó el
victorioso desfile de los seguidores de Antonio Fernández Díaz, aquel Fosforito
cordobés que había encendido para siempre la antorcha del Manierismo llamado Mairenismo.
Añaden dichos estudiosos que "siempre" a efectos del flamenco, es, por ejemplo,
hasta que nace en la Real Isla de León un monstruo caracolero como José Monje, un
Camarón que, como no se durmió y despertó su arte libre en la Venta de Vargas, no se lo
llevó la corriente del mairenismo, que hasta entonces era de poderosa y fuerte como la
corriente del Golfo de la Flamencología.
Durante muchos años no hubo
más puertas en el paraíso del flamenco que las que abrían las llaves de Don Antonio.
Don Antonio, naturalmente, era Don Antonio Mairena. No había existido Don Antonio
Chacón, que pasó a ser Chacón a secas. Juanito Valderrama era uno que cantaba cositas
livianas. El para otros Maestro de Maestros, José Tejada, el Niño de Marchena, era uno
que iba por ahí vestido como Porrinas de Badajoz y cantando a su manera. Era pecado
mortal confundir Mairena con Marchena, aunque todo el mundo supiera al menos tres cantes
de Marchena, y nadie una sola letra de Mairena. Proscrito fue, por descontado, el otro
Pepe, Pepe Pinto, a quien ni siquiera salvaba el acta de matrimonio con Pastora Pavón, no
dejaban al pobre del Pinto que con sus recitados se peinara con sus peines, y eso que sus
peines eran de azúcar.
Manolo Caracol fue reducido a
la condición de empresario hostelero de "Los Canasteros" y, todo lo más, al
que le cantaba a Lola Flores la Zambra 42 y la Zambra 43.
De nada valía que los
caracoleros dijeran que, si era por hacer cantes para bailar, El Niño Mairena, cuando
todavía no era Antonio y mucho menos Don Antonio, había ido con un peluquín en la
compañía de Antonio el Bailarín, cantándole a Antonio Ruiz Soler en lugares tan
flamenquitos como el Carnegie Hall. Pues sobre los cimientos filosóficos de la negación
de contrarios se levantó el edificio neoclásico y academizante del Manierismo del
Mairenismo como excluyente y única forma de entender el flamenco. Don Antonio Mairena es
dios, y Ricardo Molina su profeta, que la Biblia del Mairenismo hasta ha sido publicada en
la Revista de Occidente, a modo de Biblioteca de Autores Cristianos: "Mundo y formas
del cante flamenco". Aquella Biblia fue seguida como Principio de Fe por cantaores
benditos de toda bendición por los sumos sacerdotes del mairenismo, desde el viejo Juan
Talega, a Fernanda y Bernarda de Utrera, Marta y María junto al Maestro, José Menese,
Naranjito de Triana, Antonio Nuñez Chocolate y otros discípulos amados de la Tertulia
Flamenca de Radio Sevilla. Por el contrario, fueron condenados a las llamas eternas de la
heterodoxia el referido Niño Marchena, Caracol, Valderrama, y todo lo nuevo que a ellos
olía, como Enrique Morente, Pansequito, Rancapino, Chano Lobato, Terremoto y cualquiera
que se atreviera a innovar las raices inamovibles del cante grande gitano andaluz según
el dogma cerrajero de Mairena. Llaves con las que se cerró el camino a cualquier
posibilidad de innovación en el cante y a todo aquello que no fueran los cantes de Tío
Pepe el de González... rescatados naturalmente y codificados para la posteridad por Don
Antonio en su encíclica discográfica "Gran historia del cante gitano", en la
que recientemente se han detectado peligrosos virus de racismo contra el flamenco de los
payos.
Pasado el tiempo, los
estudiosos del cante han llegado a la conclusión de que echarles llaves a sus puertas es
como querer ponérselas a los campos de mi Andalucía donde los campanilleros por la
madrugá siguen recordando la letra de otra proscrita, La Niña de la Puebla, mientras se
sigue sin recordar ni una sola letra por soleá o por seguiriya de don Antonio. Punto en
el cual añaden que Camarón no tiene las llaves del cante, pero posee las eternas llaves
del paraíso de los elegidos en los caminos de la libertad del arte, en los que hubo un
tiempo en que se intentó poner fielatos.